Parece que tener una cámara de video semiprofesional es un
verdadero peligro: hay un porcentaje de posibilidades bastante alto de perderse
en el bosque, en un edificio o en un subterráneo para acabar perseguido por
cualquier asesino o criatura sobrenatural que, al igual que un famoso huyendo
de los fotógrafos, ha decidido que “¡No lo van a grabar más!”. Sea como sea,
este tipo de cine ha acabado convirtiéndose en un subgénero, que como tal,
tiene un nivel de calidad muy variable y que da lugar a distintos tipos de
historia. Una de las más resultonas consiste en imitar un estilo de filmación
profesional, generalmente, un programa de tv o un documental, que sirve para
justificar tanto la continuidad de las grabaciones como la insistencia de los
personajes para continuar con ella pese a cualquier situación.
Este tipo de planteamiento es el que ha seguido Digging up
the Marrow, donde un equipo de filmación se embarca en un rodaje muy improbable:
mientras ruedan un documental sobre los monstruos en el cine, reciben el
mensaje de un detective retirado. Este asegura que los monstruos existen, viven
bajo tierra y que él conoce una entrada llamada The Marrow. La actitud errática
de su testigo, y las horas sentados en la oscuridad ante un hoyo donde no
parece suceder nada hacen pensar al director que se trata de las invenciones de
alguien no muy cuerdo. Pero tras conseguir la grabación de una criatura
monstruosa, el director continúa el reportaje con más interés. Bien por su
fascinación por los monstruos, o bien por descubrir si le están tomando el
pelo, decide hacer todo lo posible por conseguir una secuencia donde al menos,
aparezca uno de estos seres.
En un principio, la película dedica bastante empeño a poner
en situación tanto a los personajes como a la idea de los monstruos como tal:
varios actores y directores reales aparecen hablando de su opinión sobre estas
figuras, bien como ficción que sirva de vía de escape, o como algo que los ha fascinado
desde siempre. De hecho, el protagonista es el propio director, Adam Green, se
ha especializado en el género de terror con la franquicia Hatchet y una
telecomedia del estilo, Holliston, que, por cierto, se dedica a mencionar cada
dos por tres…No sé si en un intento de acercar el guión a la realidad o para
hacerse publicidad gratis. Lo cierto es que el primer enfoque, donde incide
tanto en la afición por lo fantástico, es algo necesario para darle un sentido
a la fijación de Green, en el papel protagonista, por seguir indagando en una
historia que tiene bastantes visos de ser inventada.
Otro detalle que aporta bastante sentido a la hora de darle
un sentido a que los personajes continúen con su reportaje, son las referencias
al negocio del cine. En realidad el director hace un poco una versión ficticia
de sí mismo, donde aparece su trabajo como cineasta, sus otros proyectos, y
especialmente, el cameo de otros directores de cine. Cameo que acaba teniendo
mucha más lógica que la idea anterior a la hora de hacer que los personajes
continúen con la grabación: el que Green haya sido el último en ser contactado
de varios directores más conocidos, desde del Toro hasta John Carpenter, además
de hacer que el factor rebote del protagonista funcione, es un momento cómico
bastante efectivo.
Pero si había algo que realmente prometía era la idea. En
realidad todo lo relativo a los monstruos y la ciudad subterránea es algo que
se vio a grandes rasgos en Razas de noche. Pero aquí la intención era mucho más
amplia, por lo que se deduce de las teorías que expone el detective: una red de
ciudades subterráneas donde viven todas las criaturas deformes y donde la vida
es muy similar a la del exterior. Y donde, al igual que en el mundo normal, hay
seres normales, y otros peligrosos. Esto es algo que se va estableciendo
unicamente a través de los diálogos y especialmente, de los bocetos que el
personaje muestra en cámara. El trasfondo de este investigador de monstruos
también prometía, debido a su obsesión por investigar ese mundo y algunas
referencias a su familia…Que ahí se quedan. Igual que el resto de la idea.
En realidad, exceptuando lo que estos cuentan de viva voz en
el amago de documental, y unas ilustraciones bastante bonitas de las que, por
suerte, hacen unos buenos planos, poco más ofrece. Todo el potencial que iba a
tener el guión se queda en una colección de entrevistas, unas secuencias
filmadas a oscuras donde no sale nada, y un par de monstruos, con pinta de
haber sido descartados de otras producciones, que aparecen al final a prisa y
corriendo. Hay películas memorables sin
que en ellas no aparezcan más que unos diálogos y unos sonidos. Digging up the
Marrow no es una de ellas. En realidad todo se queda, además de en los
diálogos, en unos cuantos cameos de personajes famosos, algo de bombo de las
otras producciones de Greene, y unas interpretaciones bastante erráticas.
Porque no tiene mucho sentido que la mayoría del reparto salga casi haciendo de
sí mismo, cuando después sacan a Ray Wise (el padre de Laura Palmer en Twin
Peaks. Ya decía yo que el tipo de sonaba) completamente metido en el papel y
ofreciendo una interpretación mucho más histriónica y de ficción de lo que
sería necesario en un falso documental.
El guión de
Digging up the Marrow prometía. Pero este potencial se quedó con el
camino y entre unos cuantos bocetos. Porque lo que ha sido el resultado, se ha
quedado muy lejos de otras piezas de metraje encontrado mucho más efectivas,
como As Above, so Below, y especialmente, El cazador de Trolls. En realidad, lo
más atractivo que ha acabad ofreciendo es en enlace que crearon con motivo del
lanzamiento del dvd en Reino Unido, donde es posible ver un mapa en el que
aparecen gran parte de los monstruos de la mitología popular británica. Yo echo
de menos por ahí a Margaret Tatcher, pero se ve que en la lista optaron por los
menos conocidos.
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