Harry Potter fue una de las sagas con
más éxito de las que disfrutó el cine el la última década. Con
siete libros, y ocho películas gracias a la costumbre pionera de
dividir el último en dos partes, fue posible seguir una historia
donde el mundo que describía fue aumentando y evolucionando, de
forma que una imaginería tan tradicional como magos con varitas y
sombreros se transformó en un entorno más oscuro y complejo,
creciendo junto a sus protagonistas y sus lectores. Además, el
estilo de los libros eran tan sencillo que no me fue difícil ir
leyéndolos en muy poco tiempo, o ver las películas a falta de algo
mejor en la cartelera. El mundo de Harry Potter, en cambio, no llegó
a despertarme demasiado interés, más allá de la curiosidad y por
no tener sagas sin terminar (salvo que sean muy aburridas): es una
saga que me pilló mayor, y me pareció que el estilo de la narración
se había quedado demasiado básico en comparación con el tono de
los últimos libros. Por eso tampoco me fascinaba demasiado el mundo
que describía la saga, una vez terminada. Y el hacer una película
sobre un volumen que consistía en una enciclopedia sobre los
animales que viven en él, me hacía sospechar que la idea se
quedaría en muchos efectos especiales y poco más para justificar la
nueva entrega de una saga más que terminada. El trailer, en cambio,
ofrecía algo mucho más atractivo: una estética muy llamativa y un
argumento más enrevesado de lo que esperaba.
Animales fantásticos y donde
encontrarlos es unicamente el título del libro que Newt Scamander,
un zoólogo de criaturas mágicas, escribirá en un futuro. Son los
años veinte, y el mundo, de magos y muggles, está muy lejos del que
conocería Harry Potter: con una Gran Guerra, en la que participaron
ambos, todavía recientes, y una sociedad para la que el respeto a
los seres fantásticos es un concepto comprensible todavía, Newt
llega a Nueva York en el peor momento posible. Las normas de
convivencia entre ambos mundos son muy distintas a las que existen en
Inglaterra: separados, y ajenos a la existencia de la magia, salvo
por un grupo que se hace llamar Nuevo Salem, y que al igual que sus
antepasados, cree que la mejor forma de tratar con la brujería es
con fuego. Y en grandes cantidades. Algo que solo puede empeorar
cuando, varios de los animales que Newt cuida se escapan, provocando
destrozos e incluso alguna muerte. Newt asegura que es algo
imposible, dado que estos son inofensivos. Pero también sospecha que
el causante se encontraba en la ciudad desde hace tiempo, y que él
no es más que un chivo expiatorio para ocultar algo más peligroso.
sta es una película que entra por los
ojos. Pero que está también muy lejos de la estética de las
primeras de Harry Potter: mucho más sobria, su atractivo recae en
plantear el guión en una época pasada, y de momento, no muy
explotada en este género, como serían los años veinte, y con todas
las posibilidades que ofrece. En su mayor parte, hay menos despliegue
de efectos especiales y magia gratuita que en Hogwarts, y la magia se
presenta como algo menos artificioso y más integrado en la vida
diaria de quienes la emplean. Es curioso que el aspecto tirando a
atemporal de las otras entregas, también se mantenga, haciendo que
sea evidente que la acción se desarrolla en el siglo pasado, pero
que los vestuarios resulten también menos estridentes y menos
centrados en la moda que lo que podría haberse visto en una película
de época. Pero tanto las secuencias en entornos exteriores como las
relacionadas con el mundo de los magos son de lo más apreciable, sin
que lleguen a recrearse tanto con ellas como se había hecho hasta
entonces. Aparecen lo justo, y son una parte más de la ambientación,
aunque eso no impida que situaciones, como un garito ilegal en el que
se mueven gangster y duendes sea de los momentos más cuidados de
todo el metraje.
Una de las cosas que podría echar para
atrás sería el formar parte de una franquicia en concreta, y que en
principio parecería difícil el entrar en una historia cuyo
trasfondo se desconoce, o que incluso, no interesa. Lo cierto es que
esto lo han solucionado muy bien, porque la historia puede seguirse
perfectamente sin conocer nada de la serie, haciendo también guiños
a cómo el protagonista se pierde al encontrarse con unas referencias
y convenciones culturales distintas a la suya. O más bien, lo
justito: hoy términos como muggle, o el uso de las varitas, forman
parte de la cultura popular como los sables láser de La guerra de
las galaxias, de modo que es bastante sencillo entrar en una historia
que transcurre en el universo de Harry Potter, pero no es Harry
Potter. Hay algunos momentos en los que se descansa en el
conocimiento del espectador de determinadas referencias, pero
curiosamente, esto sirve para evitar situaciones destinadas a
explicar qué es tal o cual cosa que puede comprenderse, o intuirse,
perfectamente, haciendo que el guión gane mucho más dinamismo, al
no tener que destinarle tiempo a estas exposiciones. Toda una ventaja
unida a un reparto ya formado unicamente por adultos, que además de
servir de apoyo a la idea de hacer una producción independiente a la
franquicia principal, es más que solvente, tanto por el talento de
los actores como por cómo han sido escrito sus personajes: la
elección de Eddie Redmayne es muy curiosa como protagonista, pero
aporta un aspecto despistado y a la vez muy tierno, capaz de aguantar
el tipo cuando interactua con efectos digitales e incluso de
trasmitir la empatía que su personaje siente por los animales. Y
especialmente, el de Jacob Kowalski en su papel de muggle que, si en
principio parecía que le iba a tocar hacer de alivio cómico, acaba
convirtiéndose en alguien que sirve para aportar cierta empatía con
los espectadores que quizá no conozcan la serie y a quien en todo
momento, se le caracteriza con bastante sentido común y no con
chistes tontos.
Es el guión el que acaba teniendo los
fallos propios de una producción que a fin de cuentas, se ha
estrenado para extender una franquicia. Este trabaja con dos tramas,
por un lado, la situación que viven los personajes en nueva york, un
enfoque bastante adulto sobre la intolerancia y el miedo a lo
desconocido,y la presentación del que será el antagonista de esta
nueva saga. Por otro, la de los animales que se escapan por Nueva
York, que sirve para justificar la inclusión de unas cuantas
secuencias con efectos digitales y que se ejecuta de una manera
bastante torpe: parece un poco difícil que un tipo acostumbrado a
moverse entre animales los pierda como si fueran un paraguas, y la
insistencia en destinar tiempo a mostrar las persecuciones con
efectos especiales hace que detalles más importantes, como nuevo
Salem, o la importancia de las habilidades de un personaje, acaben
quedándose en una anécdota que unicamente aporta un desenlace.
Animales fantásticos y donde encontrarlos ha sido una buena sorpresa: aunque la idea sea comenzar una nueva saga, esta no cae en la costumbre de ofrecer un final abierto de cara a consolidar las continuaciones, sino que funciona perfectamente como una película independiente. Además, su planteamiento, pese a compartir universo, queda ya muy lejos de Harry Potter. Quizá esté pensada como una nueva saga para unos fans que ya han crecido, pero la idea al menos ha funcionado.