Elemental, querido Catson...Cuando se empieza a seguir una serie británica, más vale tomárselo con calma (o tener una buena pila de libros mientras se espera). Exceptuando exitazos como Doctor Who, que ya fichan todos los años, la mayoría de temporadas van llegando cuando el guionista se acuerda, puede, se la financian, o el actor está libre. Lo que en algunos casos, es raro debido al tirón que han tenido las producciones, como fue el caso del Sherlock de Moffat: nos han tenido dos años esperando, pero es de esas veces en las que se les perdona.
Sherlock, como serie, es muy peculiar. No es una temporada completa porque nos quedamos con tres capítulos por tanda. Además, cada uno tiene la duración de un telefilme…Por otro lado, sirve para compensar la escasa duración de las temporadas (y el que el número de aventuras oficiales sea limitado) y el que sea una serie bastante cara de mantener, porque eso también se nota. Nació, en un principio, con la intención de modernizar al personaje al máximo. Y eso quiere decir no solo retirarle el gorro de cazador y la pipa, sino olvidarse, en muchos casos, de los casos clásicos, que para qué negarlo, hoy se quedarían demasiado cortos. Así, en la primera temporada, vimos a un Sherlock más desquiciado, estrafalario y un poco mal bicho, a un Watson que lo va soportando, e incluso a un Mycroft que, pese al canon de Conan Doyle, decidió perder peso y se encarga de la seguridad nacional (Mark Gatiss, como siempre, genial y un poco rarito). Y hoy, en lo que lo distinto y lo nerd se ha puesto algo más de moda, Benedict Cumberbatch, y su apariencia un poco raruna, se ha conseguido una legión de fangirls. Quizá abrió brecha el personaje antisocial de House, pero no pensé que llegara a calar tanto.
Esto es tener percha y lo demás son tonteríasLa primera temporada dejaba un enorme cliffhanger, además de la aparición de Moriarty. Aunque Sherlock necesitaba un archienemigo, tal y como iba la serie, hubiera jurado que en vez de una persona sería el nombre de un grupo terrorista o algo por el estilo. Este tampoco se salvó de los cambios: lejos de ser el profesor de matemáticas y genio del mal (redundancia. Los profesores de matemáticas son El Mal), aparece mucho más joven, delincuente, y desquiciado hasta extremos imposibles, un poco como la versión malvada de Sherlock que no ha llegado a gustarme de todo: para ser un villano a la altura del personaje que ha desarrollado Moffat, hay que esforzarse mucho, y estar muy loco y chillar más no es suficiente.
Nótese la expresión de Sherlock de "¡¡Dios!! ¡Sáquenme de aquí!"En la segunda entrega, tras salvarse por los pelos del primer enfrentamiento entre los dos personajes, los protagonistas vuelven a Baker Street, enfrentándose a la versión moderna de uno de los casos más populares, Escándalo en Bohemia. Y es que a día de hoy, un Sherlock sin Irene Adler de por medio, no es Sherlock, ni es ná. Aunque en 2012, y por eso de que el cambio de siglo se nota, es un personaje mucho menos inocentón que una actriz con un affair, e incluso consigue dejar a Sherlock sin nada que deducir. La trama se vuelve mucho más complicada, tratándose no solo de un escándalo relacionado con la familia real, sino también con temas de espionaje y terrorismo. Lo más llamativo de esta temporada ha sido cómo las tramas se vuelven algo más retorcidas, y no se quedan solo en crímenes o misterios individuales sino que van descubriendo tramas más grandes, relacionadas en muchos casos con cuestiones de estado o científicas.
El final de temporada corresponde a las famosas Cataratas de Reichenbach, donde Holmes muere y…bueno, no es ningún spoiler porque a día de hoy, todos sabemos que ni se murió (a Conan Doyle no le importarían mucho los fans, pero cuando tu madre te amenaza con dejarte sin herencia, es otra cosa), y que se ha anunciado una tercera temporada. La fecha no estará clara, pero contamos con él.
En este momento, es muy difícil no hacer un chiste sobre orejasAdemás, como buena serie inglesa, no podía pasar sin que saliera un actor que conociera de otro sitio. En este caso, Russell Tovey, el hombre lobo de Being Human, tiene su aparición en el capítulo de los Baskerville, y Katherine Parkinson, Jen en IT Crowd, hace lo propio en el último, con una aparición más o menos cortita.