Drácula es el vampiro literario por excelencia. Literario, cinematográfico, televisivo y gráfico, porque este personaje ha sido uno de los más socorridos a la hora de incluir un vampiro en un argumento. Ha tenido miles de versiones y variaciones en el cine, se ha enfretando a Buffy (no le duró ni un asalto. Menuda era ella) ha protagonizado pastiches literarios e incluso tuvo su propia cabecera dentro del sello Marvel. Sí, en Marvel. Dentro del mismo universo en el que los cuatro fantásticos y los X Men se peleaban con supervillanos. Y aunque el truco consistiera en que sus historietas se mantuvieran alejadas de los mutantes en la mayoría de los casos, también llegó a tener sus roces con Spiderman o con Tormenta.
Este Drácula, dibujado por Gene Colan durante toda la serie,
no difiere mucho en su aspecto del personaje que se conoce del cine: traje de
gala, capa roja, y además un bigotillo y orejazas que hacen pensar un poco en Clark
Gable, aunque oficialmente en quien se basaron para diseñarlo fue en Jack
Palance. Puede haber sido caracterizado como un malvado auténtico, pero está lejos de ser un
personaje unidimensional y malo porque sí: a menudo aparece como alguien muy
despiadado, pero capaz en ciertos casos de actos de bondad, un poco
arbitrarios. Y sobre todo, con unos ramalazos autoritarios de noble medieval
que me sorprendieron para bien, teniendo en cuenta que esperaba un comic
bastante más camp.
Además de otra cabecera de la editorial que incluía historias de vampiros, este protagonizó La Tumba de Drácula. En ella se presentan sus orígenes como principe durante
la edad media en Rumanía, su resurrección en la época actual (de entonces) y su
enfrentamiento contra un grupo de cazavampiros formado por los descendientes de
diversos personajes: desde Drake, el suyo propio, hasta los herederos de
Jonathan Harker y Van Helsing. Aunque la trama principal sea los intentos de
acabar con el vampiro por parte de Rachel Van Helsing y Frank Drake, los
acontecimientos, situaciones y personajes, o bien gozarían de fama posterior
como el caso de Blade, el cazavampiros, o bien formarían parte de los arcos
argumentales que se desarollan durante la serie. Los setenta y dos números de
la serie original dieron lugar no solo a Blade, sino a otros enemigos comunes
para el vampiro y los protagonistas: Lilith, la hija repudiada por Drácula, y
el Doctor Sol, un científico reducido a un cerebro que debe alimentarse de
sangre. Personajes como estos hicieron que en muchos casos los protagonistas se
vieran obligados a colaborar para acabar con amenazas mayores. Y a medida que
el universo del cómic se desarrollaba, se alejaba de la trama principal de
cazadores contra vampiros, llegando a incluir otras que iban desde la ciencia
ficción hasta el toque pulpero e incluso místico. Estas últimas, mediante la aparición de sectas
satánicas e incluso ángeles dispuestos a acabar con el conde Drácula. Algunas
de ellas podían resultar entretenidas, otras más aburridas, y en algunos casos, bastante desconcertantes. Especialmente cuando no se estaba muy
familiarizado con esa forma de narrativa y se esperaba un argumento más
clásico.
Lo cierto es que no es de lo más extraño que pudo verse en relación a este Conde Drácula, porque en los ochenta se hizo una versión anime del comic, en el que condensaban como podían las tramas principales y suprimían algunas cuantas. No tanto por el dibujo, que era bastante típico de muchas producciones de la época, sino por los diálogos y el argumento, el resultado era bastante cómico.
Algunas de estas apariciones fueron posteriores al cierre
oficial de la serie, pero en los noventa se recuperó al personaje en una
serie limitada donde se le daría el cierre definitivo. Se nota que entonces
todo tenía que ser más oscuro y violento, porque la carga psicológica negativa
de los personajes es mucho mayor y la opción de Marv Wolfman, el guionista,
consiste en hacer que la mitad de los protagonistas y secundarios hayan quedado seriamente
traumatizados y dementes después de haberse pasado años persiguiendo al
vampiro. Esta no terminó de convencerme: parece haber demasiadas ganas
de hacer mucho más seria y psicológica una serie que en cierto modo, se trataba
de un cómic de acción.