La figura de Lovecraft no ha sido muy habitual en el cine. Y
al igual que la mayoría de sus relatos, se ha limitado a producciones muy
pequeñas y series B que, en el mejor de los casos eran modestas y bastante simpáticas,
y en el peor, malas con avaricia.
Necronomicon (1993). Dirigida por Brian Yuzna, esta película
adapta tres historias basadas en los Mitos de Cthulhu: Drowned, The Cold y
Whispers. Las dos últimas corresponden a los relatos Aire Frío y El susurrador
en la oscuridad (esta última, de una forma muy libre), y la primera, es una
invención en la que remezclan el tema de los muertos que regresan con la
aparición de Cthulhu…que teniendo en cuenta el presupuesto de la película, va a
ser un primigenio muy pequeño y muy de goma. En realidad esto es la norma
general de la producción, que no hace gran cosa con los fondos de los que dispone:
la manera de filmar es bastante desganada, tiene muchos de los defectos típicos
de las series B que se rodaron en los 90 y los directores, más que ofrecer su
visión de los Mitos, parecía que no tenían muy claro lo que estaban haciendo.
La mayor particularidad de Necronomicón es su estructura por
episodios, en los que cada relato es una pieza introducida por el hilo
conductor. En este caso, la llegada de H. P. Lovecraft a una biblioteca donde
lee dichas historias del Necronomicón. Esta línea también tiene su propio
desenlace, de ahí que la incluya como una película (relativamente)
protagonizada por el escritor. Pero esta es igual de cutre que el resto:
Jeffrey Combs es un actor bastante divertido, y apareció en muchas de las
versiones que se hicieron en los 80 de Los mitos de Cthulhu. Pero su
caracterización como Lovecraft vestido de Indiana Jones, leyendo historietas de
un Necronomicon novelado, es bastante cutre. Para eso, me quedo con la
explicación al libro que da
Jesús Cañadas, bastante más original y coherente.
La herencia Valdemar II. La sombra prohibida (2010). Un
proyecto bastante ambicioso en el cine español que les salió mal…aunque no todo
lo mal que se empeñan muchos. De entrada, se rodó sin subvenciones, algo que en
España es algo muy raro. Y además, contaba con un presupuesto bastante holgado
para contar lo que quisieran acerca de Cthulhu. Y con esto ya debe ser lo más
raro que han hecho en este país en un par de décadas. Por desgracia, la película
tuvo bastantes críticas, y mirándola objetivamente, no era lo que prometía: el
argumento es bastante caótico, y más que una historia sólida, acaba dando la
impresión de haber adaptado el argumento de una partida de la Llamada de Cthulhu
pensando que a los espectadores les iba a gustar tanto como sus jugadores:
personajes por todas partes, gente que desaparece, señores misteriosos que
encargan misiones todavía más misteriosas, un montón de pistas falsas o
indicios que no se usan para la trama, sectarios, y unos cuantos cameos de
personajes históricos, desde Aleister Crowley hasta Lizzie Borden, pasando por
H. P. Lovecraft. En bici. Y si esto último suena extraño, todavía lo es más ver
a Crowley hablando castellano. No sé a qué escuela de idiomas habría ido el
personaje pero lo domina mejor que muchos que nacimos en él.
La aparición de H. P. L. en este caso, es muy breve, limitándose
a uno de esos cameos en los que practicamente tiene que aparecer todo el
personal conocido en los años veinte. Pero aún con lo breve, está muy bien
interpretado: la figura espigada de Luis Zahera, hablando castellano con un
marcado acento estadounidense, y previniendo a los malvados de lo que sucederá
si continúan con sus invocaciones, es lo bastante memorable como para haber
preferido para él un papel más extenso y no solo un par de minutos.
Tres años después de su estreno, las críticas con ella me siguen pareciendo
bastante injustas. Será porque una filmación de género fantástico sin contar
con el dinero oficial tiene mis simpatías, o porque directamente, me divertí
con ella, que de eso era de lo que se trataba. O porque he visto películas
mucho peores que, quizá por no haber despertado tantas esperanzas, no se
cebaban con ella. Lo que sí comunicaba La herencia Valdemar era mucha ilusión
por lo que querían contar, e incluso un cameo del difunto Paul Naschy. Los
comienzos son difíciles, y no hubiera
estado mal que esta película diera lugar a una tercera, de la misma temática o
no, en la que se pulieran sus defectos.
Hay otras películas que no cuentan con Lovecraft como
personaje, pero sí como alguien real dentro del argumento y al que hacen
referencia de distintos modos. La más extraña, y cómica, es
The Last Lovecraft.
Es una de esas comedias que van por el lado friki, en la que lo más
desconcertante, además de la aparición de un montón de híbridos de hombre y
pez, es su protagonista: nada menos que el último descendiente de H. P. Lovecraft.
Algo que, teniendo en cuenta su divorcio con Sonia Greene, es bastante
desconcertante. La parte cómica no es especialmente brillante, aunque sí es
interesante por lo marciano del argumento, y especialmente por la buena
caracterización de los monstruos que aparecen en ella. Incluido un sectario de
Cthulhu con tentáculos y bermudas.
Aunque quizá la adapción más rara que he podido encontrar ha
sido
Providence, de Alain Resnais. Se supone que es una versión muy libre del
universo de H. P. Lovecraft, y que su protagonista también sería un trasunto de
este…igual de libre y de poco parecido al original. Solo puedo asegurar que es
interesante como muestra de buen cine, y eso, de una forma muy relativa. A día
de hoy todavía estoy intentando entender qué era lo que querían contarme en ese
guión.