Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

domingo, 27 de febrero de 2011

Burke y Hare. Un montón de actores británicos se pasean por Edimburgo



Gaticos: el arma definitiva contra los ladrones de cadáveres y la catalepsia


Aunque hoy estén un poco en desuso, uno de los asustaniños y mayores más populares de hace un par de siglos fueron los ladrones de cadáveres. El auge de la medicina supuso un aumento en la demanda de cadáveres, con lo que el robo de tumbas se convirtió en un negocio en alza. Algo así como el cobre, pero más gótico y menos insalubre. La idea de los ladrones de cadáveres se quedó con el tiempo en un personaje popular en determinadas ciudades, muy recurridos a la hora de hacer turismo histórico (del macabro pero divertido, claro), y en concreto, Burke y Hare son los más conocidos en la ciudad de Edimburgo. La historia de esta pareja de ladrones de cadáveres y posteriores asesinos (para vender los cadáveres), es toda una tradición a la hora de recopilar anécdotas macabras.



El All-Stars de los actores geeks ingleses


Como hoy el tema ha perdido bastante componente dramático, la versión más reciente de John Landis es una comedia negra que recrea bastante bien esa visión macabra pero irónica del Edimburgo del Siglo XIX. Avisando que "todos los hechos de la película son reales, excepto los que son ficción", cuenta la historia de William Burke (Simon Pegg) y William Hare (Andy Serkis), dos pillos que malviven en Edimburgo hasta que descubren por accidente que la venta de cadáveres a las escuelas de medicinas es un negocio muy provechoso. Como encontrar cadáveres frescos es un poco difícil, la necesidad los llevará a procurárselos ellos mismos, en una serie de muertes y accidentes bastante hilarantes. Además del negocio principal de sus protagonistas, irán apareciendo el interés romántico de Burke, los piques entre las escuelas de medicina y la milicia de la ciudad, que me recordó un poco a la Guardia de Ankh-Morphork.

Posiblemente lo mejor de la película es su reparto, o al menos, para los que estén acostumbrados a ver series británicas. Y es que en casi todas las escenas aparece algún actor conocido. Los principales ya son famosos por haber salido en Shaun of the Dead o El señor de los anillos, pero también tenemos a Bill Bayley (Black Books), Jessica Hynes (Spaced), Tim Curry, Reece Shearsmith en un papel muy cortico e incluso a Christopher Lee haciendo de difunto. David Tennant estuvo a punto de fichar también, aunque se quedó fuera. Yo creo que fue porque más no cabían.



Este año se llevan los trajes de húsar con corte al bies


La ambientación tampoco podía fallar, y aunque un poco teatral, con ambiente de decorado, muchos sitios de la ciudad se reconocen claramente sin que se excedan en ningún momento con las panorámicas urbanas. Hay un montón de referencias a temas populares de la misma época, como el perro de Greyfriars, los primeros avances de la fotografía, el teatro, e incluso al nacimiento un tanto absurdo, y marcado por la mala baba, de negocios modernos como la funeraria o las aseguradoras.



La película no se toma en serio en absoluto, siendo una comedia macabra en toda regla: los personajes no sienten remordimientos en matar a nadie, y de hecho, los asesinatos son demasiado cómicos como para que el espectador se horrorice. Tampoco busca la fidelidad histórica, como deja bien claro en el principio, y aunque el final no llegue a ser completamente feliz, sí que se permite una resolución muy relacionada con el tema de los negocios que mencionaba antes. Quizá lo que peor funciona es la historia romántica que incluyen, ya que el personaje femenino resulta demasiado atontado como para que resulte simpático. Pese a todo, es resultado es bastante entretenido y recomendable.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Sunshine (2007). Cillian Murphy salva al mundo



Motivo por el que el programa soviético de conquista espacial con gaticos fue un fracaso: tienen un rango de atención muy bajo.

No hace mucho La Sexta estuvo anunciando la jubilación de Chuck Norris, a favor de emitir cine más reciente. A mí el tema me daba un poco igual, porque la mayoría de estrenos no me interesaban, y cuando una cadena emite cosas como Golpe en la Pequeña China, tiene toda mi simpatía.

Por suerte, de cuando en cuando, y sobre todo, si la cadena en cuestión anda a las ofertas en películas, se puede encontrar algo un poco interesante por lo diferente o poco conocido, y este fue el caso de Sunshine, una película de ciencia ficción apocalíptica dirigida por Danny Boyle.

Danny Boyle recomienda no tomar mucho el sol, y yo lo secundo

Aunque este hombre siempre fue un poco peculiar con sus trabajos, ya había pasado por el género fantástico en el 2003, con 28 Días, que además de recuperar el género de zombies Después (Los zombies de 28 Días Después no son zombies, son infectados), dio a conocer al mundo a Cillian Murphy. Unos años después, repite, con una ambientación igual de pesimista, y el mismo irlandés, con lo que empiezo a sospechar que este hombre tiende a interpretar a los tipos más gafes de todo el planeta. Y es que este Sunshine cuenta la historia de un futuro lejano, en el que al sol se agota. Ni supernovas ni Enanas Rojas: a Lorenzo se le ha acabado la batería, y la Tierra se encuentra sumida en un invierno permanente. Los protagonistas forman parte de una misión enviada para llegar al sol y detonarle una cabeza nuclear, cosa que supuestamente serviría para reactivar la estrella y que brillara en condiciones. El viaje hasta el son dos años, y se sabe que previamente habían enviado otra nave, que había desaparecido sin dejar rastro.



No se si son cosas mías, pero es el traje de astronauta más steampunk que he visto en una peli de ciencia ficción

Con este punto de partida, cuentan en principio en las tensiones entre los tripulantes, especialmente, en las rarezas que van surgiendo en cada uno, y en los problemas técnicos (bastante graves) que van surgiendo. Más que hacer una historia de terror espacial, se centran en una idea más abstracta, la del fin absoluto del sistema solar por haberle llegado la hora, y en el drama que supone cualquier fallo técnico, tanto para los tripulantes, que arriesgan su vida, como para el resto del planeta.

Aunque esto sería suficiente para hacer una película bastante redonda y deprimente, al final acaba tirando un poco por el género fantástico, aunque no de forma directa: los protagonistas tienen que enfrentarse a una amenaza exterior, pero no en forma de alienígena, sino derivada de una locura, muy relacionada con la cercanía del sol y la visión de este, que empieza a manifestarse en algunos personajes. Esta idea es interesante, aunque no termina de funcionar muy bien al enfocarla más hacia el tema de “aliens” y persecuciones varias, cosa que al final, acaba por ser irrelevante en relación con cómo se van desarrollando los hechos y el destino de los personajes.



Uno de los personajes hace oposiciones a un tabardillo

Por suerte, este giro no estropea la película, que en conjunto, resulta bastante original por conseguir una historia interesante, apoyándose unicamente en la lucha contra lo inevitable, de las escasas posibilidades de éxito y de salvar a un colectivo por encima de un solo individuo. Si alguien ve la película esperando arsenales y un montón de bichos recorriendo una nave abandonada, se ha confundido: para eso está el Dead Space.

domingo, 20 de febrero de 2011

El cazador de Trolls (2011). Cine noruego. Con monstruos gigantes



Yo me refería a otro troll, pero puede valer

Cuando alguien piensa en cine noruego, vienen a la cabeza algunas películas de arte y ensayo, lo que no es muy correcto porque Igmar Bergman era sueco. Como mucho, está esa de los zombies nazies, pero no pasaba de ser un pasarratos sin más gracia que su título.


Uno de esos casos en los que, con semejante cartel, la película se vende sola
Mucho más peculiar es Trolljegeren, una película filmada al estilo de un documental, como lo fue El proyecto de la bruja de Blair, o para los más jóvenes, como puede estar rodado un programa de Callejeros. La historia empieza con un grupo de estudiantes de una universidad, rodando un reportaje acerca de un presunto cazador furtivo de osos. Las pistas les conducen hacia un tipo bastante taciturno que cazar si casa, pero se dedica al sorprendente arte de la eliminación de Trolls, criaturas todavía bastante comunes en la geografía noruega. De hecho, este personaje está al servicio de un grupo gubernamental cuyo cometido es mantener a raya la población de trolls, y de hacer creer a los parroquianos que las muertes de ganado o los árboles caídos son cosas de osos o de fenómenos naturales.

La idea parece bastante improbable para filmarse como si fuera un documental, y más cuando incluye alguna que otra aparición de los trolls..Sin embargo, funciona sorprendentemente bien por varios motivos.

Primero, el equipo de filmación apenas tiene presencia en la historia, más allá de encontrar al protagonista, o de tener un papel algo más importante a la hora de caracterizar a los monstruos de la historia: en su primera filmación de una caza, el protagonista les pregunta si hay algún cristiano, ya que el olor de la sangre de un creyente es todo un cebo para los trolls.

Hoy, en Callejeros, Profesiones Peligrosas

Como el grupo no tiene más presencia que la necesaria para seguir con una cámara al resto de personajes, el peso de la historia cae sobre el cazador, cosa que lleva a cabo francamente bien. Durante toda la película, habla con indiferencia de su trabajo, de los tipos de trolls, de sus características y diferencias con los que describen en los cuentos de hadas. Durante todo el metraje, se ve cómo lleva a cabo su trabajo con estoicismo e imparcialidad, llegando a lamentar en una ocasión la caza llevada a cabo por orden del gobierno, para poder construir una red de túneles. De hecho, la única motivación que expone para que se filme su trabajo, es para mejorar sus condiciones laborales.



La geografía del país, presente en toda la película, también supone una ventaja para dar credibilidad de la historia: cuando gran parte de la superficie es bosque y montaña, es mucho más facil colar la posibilidad de incursiones de monstruos de más de diez metros. Especialmente, con las escenas en el norte, donde presuntamente se encuentra la reserva natural de trolls, rodeada por un entramado de cables eléctricos. Sería mucho más difícil creerse las apariciones de los monstruos si faltaran las panorámicas de los bosques, y especialmente, de llanuras heladas.



Aunque no salgan demasiado (por eso de que los trolls no son amigables), los trolls están muy bien conseguidos. Unas figuras enormes, en las que pese a la velocidad con las que salen en la cámara, se nota el detalle a la hora de caracterizarlas: rasgos nudosos, en ocasiones, con más de una cabeza, y enormes narices, típicas de las descripciones de los cuentos populares. Y en el caso de unos cuantos, recuerdan un montón a los trolls que aparecían en los dibujos de David el Gnomo.

El cazador de Trolls, en conunto, recuerda bastante a El proyecto de la bruja de Blair, con sus referencias al metraje encontrado y a su supuesta veracidad, aunque, a diferencia de la primera, opta por tratar la historia con un poco más de fantasía y sin jugar al despiste del "puede ser que sí".

jueves, 17 de febrero de 2011

Tarde de cine entre guerrilleros y mafiosos


La maquinaria de guerra no se detiene por nada. Excepto por los gaticos

El servicio meteorológico no miente, y visto el temporal de nieve (y de lluvia, y de viento, y hasta de granizo), opté por quedarme en casa dándole uso al dvd. Y como tanto la Fox como la NBC se empeña en apretar todas las series que veo para el final de la semana, no me quedó otra que ver películas.



Con Steve McQueen, Yul Brenner y Charles Bronson, habría sido la película perfecta

Defiance (2009). Una película de guerra protagonizada por Daniel Craig, famoso hace unos años por interpretar a James Bond, y famoso hoy por ser un cruce entre Steve McQueen y Vladimir Putin. Defiance (Resistencia en castellano) es un film de nazis sin muchos nazis, porque cuenta la historia de tres hermanos judíos que, tras echarse al monte, empiezan a alojar a todos los escapados de la invasión nazi. Más que emboscadas y peleas con el enemigo estándar, trata de los problemas a la hora de mantener con vida a un grupo de gente malnutrida, en medio del invierno ruso, enfrentarse en un principio a sus propios paisanos, y especialmente, su enfrentamiento con los partisanos rusos, mucho más preparados para la guerra que los personajes principales. La construcción de refugios, combatir las epidemias y las partidas de caza tienen mucho más protagonismo que las guerrillas, porque por aparecer, no es hasta el final cuando aparece por ahí un tanque alemán, casi haciendo un cameo. Como buena película basada en hechos reales, en los créditos cuenta qué fue de los protagonistas y como el guión reconoce su trabajo en los años de la guerra. En conjunto, es más una película de las de superación y de conflictos que una bélica, y posiblemente lo mejor fue ver a Daniel Craig con cazadora de cuero. Fangirls rejoice.



Escondidos en Brujas (In Bruges, 2008). Una simpática película de gangsters, o de asesinos a sueldo, patrocinada por el Ministerio de Turismo de Bélgica. Y no es una broma, porque pocas veces he visto una película en la que se marquen tal cantidad de panorámicas para mostrar Brujas y sus monerías, por mucho que intenten disimularlo con los personajes quejándose todo el rato de que Bélgica es un asco, y Brujas todavía mas. Cosa que no comparto, porque Bélgica ha dado al mundo cosas ciertamente valiosas: la cerveza con sabor a frambuesa, los gofres y Jean Ray no vienen de París, precisamente.
Este Escondidos en Brujas cuenta cómo un par de asesinos a sueldo, o algo (porque nunca llega a estar claro. Solo se sabe que entrarían dentro de la ley de Vagos y Maleantes), interpretados por Colin Farrell y Brendan Gleeson, tienen que pasar unos días en Brujas por orden de su jefe, y a partir de ahí, entre secuencias varias de plazas, casitas, canales y hasta cuadros del Bosco, van apareciendo los distintos personajes: la chica de la película (una camello/delincuente bastante borde), el jefe psicópata de los protagonistas (Ralph Fiennes, haciendo de pasado de rosca) y hasta un enano pequeño que está por ahí filmando una película, y que es lo más raro de una película muy rara. Porque comedia-comedia no es precisamente. En todo caso, humor negro, y muy escondido, visto que toda la película consiste en planos de Brujas, diálogos un tanto absurdos y situaciones de mafiosos (disparos, colocones de farlopa y demás sustancias, y persecuciones).
No es hasta el final cuando la historia empieza a tener algo más de movimiento, y acaba por recordar a Snatch o Lock, stock & two smoking barrels, intentando que todos aquellos que aparecen tengan su papel en el desarrollo final de la historia, generalmente por coincidencia. El resultado final no es muy allá, porque on funciona como película especialmente cómica, ni de gangsters tipo Guy Ritchie. Eso sí, chistes sobre belgas, todos los que hagan falta y más.

domingo, 13 de febrero de 2011

La semana en series



En cuanto saquen este programa en DVD, se lo compro a mi gata.

Aunque a las series habituales se les hayan sumado un par más (remake una, y original la otra), ha pasado el suficiente número de episodios como para poder ir haciendo un balance en conjunto de cada una.

Michael: "Alex, tu no me ocultas nada, ¿verdad?"

Nikita. La serie de acción de la CW se ha convertido en uno de mis placeres culpables favoritos (los otros son los gatos y los realities de cocina). Aunque siguen con los episodios semanales típicos, con Nikita reventando los planes de la organización malvada correspondiente, Alex, su topo, ha terminado por fin su entrenamiento, y eso quiere decir que: a) ya no tendremos que aguantar situaciones absurdas en las que esta utiliza los ordenadores a su antojo, y b) tendrá más libertad de acción estando en el exterior. De momento, esto ha dado lugar a situaciones que ponen de manifiesto la flojera de algunos guiones. Y es que a día de hoy, la sensación que Nikita transmite al espectador, por mucha capacidad de suspensión de la realidad que tenga, es que el único motivo por el que la División es la organización más peligrosa de todas, se debe a que el resto del mundo es algo tonto.



The Big Bang Theory. La serie que ha sufrido más amenazas para dejarla por mi parte, sin mucho éxito. Con el tiempo, he aprendido a no exigirle demasiado, aunque eso no evite que haya episodios flojos. De todas formas, tardo menos en bajar un capítulo y verlo, que en hacer zapping buscando algo por la tele. Por el momento, han conseguido ajustar los personajes a la situación: algunos de ellos han pasado a ser algo más que habituales, como es el caso de Bernardette y Amy, algo necesario si quieren que Penny pueda seguir apareciendo más en escena sin que resulte absurdo.

Fringe. Esta tercera temporada es sin duda, la mejor que ha tenido. Han conseguido alcanzar el equilibrio entre casos de la semana y avance de la trama principal, cosa que por algún motivo, suele ser bastante difícil para este tipo de series. Como el tema del enfrentamiento entre dimensiones está más o menos cerrado (posibilidad de conflicto aparte), se abre un nuevo frente con la aparición de unos libros titulados The First People, en los que se habla de razas anteriores a los actuales humanos y de maquinarias extrañas. No es por fastidiar, pero me da la impresión de que algún guionista ha estado leyendo a Robert E. Howard. Y por si esto no fuera poco, el episodio de esta semana se cierra con una revelación culebronesca: el Walter Bishop de la dimensión alternativa va a ser abuelo.


Being Human USA. Su versión británica era demasiado buena, y cercana en el tiempo, comoi para que esta le resultara competencia. Por el momento, se ha visto que este Being Human americano es una visión mucho más ligera que la original, ya que la mayoría de problemas morales desaparece: el prometido de Sally, la fantasma, siente realmente su muerte, y la relación con ella recuerda más a Entre Fantasmas que a Being Human. Aidan, el vampiro, no ha convertido a nadie, sino que es culpa de los Vampiros Malvados (Mark Pellegrino a la cabeza), quedando libre de culpa de lo que haga su no-victima. La enfermera, futura pareja de Josh el hombre lobo, es una persona mucho más amable que su amargada versión inglesa. Y en general, todos con mucho más agradables a la vista, más guapos de serie, y por tanto, menos creíbles. Menos Sam Witwer, claro. Que sigue siendo de plástico.

Being Human (Reino Unido). Hace tres semanas comenzó su tercera temporada, con importantes cambios: un traslado a Cardiff, una nueva casa, y Sinead Keenan (Nina) como personaje fijo. El segundo episodio, con la aparición de un nuevo vampiro, sirvió para presentar a este como futuro protagonista de Becoming Human, el spin off de la serie que se emite via internet. Muchas novedades, y especialmente, algunas situaciones que no parecen encajar muy bien con la intención inicial de la serie, me lleva a preguntarme si Being Human habrá saltado ya el tiburón: en un lugar relativamente pequeño ha aparecido una población demasiado grande de vampiros (que no han vuelto a salir), hay dos hombres lobo a mayores, y sobre todo, la pareja de licántropos protagonistas están esperando un churumbel. Lo que, entre esto y Fringe, me lleva otra vez a preguntarme si no habrán contratado por ahí algún guionista de telenovela. Esta tasa de natalidad no es normal.

jueves, 10 de febrero de 2011

Las películas de la tarde: Igor y El aprendiz de brujo



Los gatos, culpables de la escasez de sofás y sitios confortables


Aunque las luchas por el sofá se hayan terminado (mi gata prefiere dormir la siesta sobre la tele), los fines de semana por la tarde siguen dando oportunidades para ver películas, sea por tele o por ordenador, como es el caso de esta semana, aunque no se puede decir que hayan sido de las mejores.



Igor (2008). Cualquiera que haya visto películas de científicos locos (excepto The Human Centipede. El Doctor Heiter ya daba demasiado miedo) sabe que cualquier genio que se precie, necesita un ayudante jorobado, llamado Igor. Hoy Igor, cualquiera de ellos, se ha convertido en un clásico en la cultura popular, por lo que esta no es una historia de científicos locos (que los hay), sino de sus ayudantes: en un país que vive de crear invenciones diabólicas, a los Igor no les queda otra que trabajar como ayudantes de los inventores, lo que al protagonista, que intenta crear el monstruo definitivo, no le convence mucho. El total del guión, con su peresonaje que intenta ser malo, sus inventos, y antagonista verdaderamente malvado, recuerda bastante a Despicable Me, con la diferencia de optar por las bromas a costa de elementos típicos del cine de serie B: los monstruos, los científicos un pelín europeos, el país envuelto en tormentas...son lo mejor de la película, que en ocasiones tiene gags de un humor bastante negro, como el conejito suicida o el orfanato para niños ciegos. La principal desventaja me pareció la calidad de la animación, o más bien, el acabado de los personajes y escenarios, que en ocasiones resultaban un tanto pobres y difíciles de descifrar a causa de algunos colores. Y, algunos diseños no funcionaban demasiado bien, ya que me recordaron bastante a personajes de Pesadilla antes de Navidad, como el Rey de Malaria o algunos científicos, a los que unicamente se parecen en el estilo, porque en calidad de animación, la película del 94 parece darle mil vueltas.





Para el conjuro "Proyectil de plasma" es necesario alcanzar el nivel 5

The Sorcerer´s Apprentice (2010). Si tuviera un enemigo que no soportara a Nicholas Cage, seguramente lo ataría a una silla y le obligaría a ver esta película (según me encontrara de humor, también podría hacer doblete con El motorista fantasma). Porque El aprendiz de brujo no ofrece otra cosa que a Nicholas Cage haciendo magia, lanzando rayos, y dando clases a un chavalillo para derrotar al malo de turno. No tengo nada en contra del cine de entretenimiento simple, pero en esta resulta excesivo: la historia, con el personaje-mentor buscando al niño elegido, el mago malvado al que deben vencer, y la amenzad que deben evitar, además de tópica, no recibe mucha ayuda por parte de las actuaciones ni los personajes. Porque no hay ni un ápice de personalidad propia, ni simpatía, ni chispa en ninguo de ellos. Todos son planos, y desarrollan el trabajo que les ha tocado dentro del argumento, que suele limitarse a esperar las escenas de luchas entre magos, y especialmente, la secuencia del protagonista hechizando a las escobas para que limpien, directamente inspirada en Fantasía. Es una verdadera pena porque, pese a lo floja, tenía algunos elementos que podrían haberla hecho algo más divertida, como el mago antagonista o su ayudante, un chico que no llegó a aprender todo y que se gana la vida como mago tipo David Copperfield. Por supuesto, todo es muy Disney: en las escenas de riesgo se sabe perfectamente que nadie va a resultar herido, ni el malo va a ganar, ni se va a morir ningún personaje, lo que le resta todavía más emoción. Lejos quedan los tiempos de La bruja novata.

martes, 8 de febrero de 2011

Whitechapel (2010). Los asesinos en serie llegan a la tele autonómica


Elemental, querido Juguete que Pita

De Whitechapel, la ultima versión moderna de Jack el Destripador, había tenido noticias vía blogs. Como muchas otras miniseries británicas, había despertado mi interés, sin llegar a tener intención de verla por acumulación de capítulos pendientes y películas.

Lo que no esperaba era poder verla gracias a la televisión corriente, y lo que es más, la televisión autonómica. No me sorprende porque hayan comprado una serie reciente (de hecho, habían emitido Nip/Tuck y Heroes, con escaso éxito), sino por haber seleccionado una como esta en una cadena que está específicamente orientada a un público más mayor, aunque hoy, por suerte, con algunos programas propios que han mejorado bastante la calidad de la cadena. Y Luar, claro. Pero a estas alturas esa gala musical del viernes por la noche es inamovible.



Oh, my God!! I can see forever!!

Por eso, la sorpresa fue bastante mayúscula cuando, tras la repetición de una telecomedia, de madrugada empezaron a emitir, seguida, Whitechapel, miniserie de la que, como era esperar, me quedé colgada hasta que salieron los créditos finales. Que tardaron lo suyo, precisamente por esa decisión a la hora de emitirla, aunque también le reconozco a la cadena su buen hacer a la hora de dosificar la publicidad, con una pausa publicitaria por cada capítulo, sin más duración que dos anuncios.



Respecto a Whitechapel, fue todo lo que esperaba en una miniserie británica: una actualización, muy cuidada, de los crímenes de Jack el Destripador. No se trata de una versión moderna como podía ser Sherlock, sino de un imitador del asesino que lleva a cabo los crímenes de forma idéntica, tanto en lugar como procedimiento, al asesino victoriano. La policía encargada del caso serán los miembros de una comisaría de la zona, un grupo con años de experiencia y bastante desprecio a lo que ellos llaman “destripadorólogos”, y su nuevo inspector, que es, junto con otro secundario, uno de los personajes más peculiares: este protagonista, no solo contrasta en actitud y vestimenta, mucho más metódicas y pulcras, con la de subordinadas, sino que el chico ha acabado en ese puesto por enchufe puro y duro, siendo un paso más en su carrera hacia un puesto superior. Generalmente, este tipo de personajes es visto de forma negativa, como un estorbo o un inútil, aunque en este caso se le da la vuelta, mostrando a un inspector que realmente quiere aportar algo al caso y ganarse su puesto, aunque su experiencia e intuición sean nulas, y no sea hasta el final cuando empiece a desempeñar bien su oficio. El protagonista llega a quejarse de haber estado manejado toda su vida y, en la reunión con los jefes, se muestra cómo su puesto se debe a favores que debían a su padre, y que incluso ellos lo toman como un figurón. Toda una sorpresa, porque yo creía que el enchufe era un invento español y, el que consigan que alguien con esta condición me caiga bien, es un logro.



La segunda sorpresa fue ver a Steve Pemberton haciendo de especialista en Jack el Destripador, en un papel bastante serio, sin histrionismos ni intención cómica, algo muy alejado de toda su carrera como miembro de The League of Gentlemen. Su personaje, a veces de ayuda al inutilillo protagonista, y otras veces, de incordio, fue de mis preferidos.

El final de la miniserie, que, adecuadamente, guarda bastante parecido con la investigación original, deja un final abierto con su protagonista como inspector de policía integrado en la comisaría, investigando un asesinato más rutinario, de un modo que podría indicar una futura segunda parte de la miniserie. Que desde luego, si llega a producirse y la tele autonómica decide comprarla, yo también vería. Pero que ajusten un poco más los horarios.

sábado, 5 de febrero de 2011

Lecturas de enero 2010. No son tiempos para libros gordos


Gatico, preparándose el master en pesca internacional


En los últimos meses, los libros no han tenido muchas entradas. Ni he dejado este vicio, ni lo he reducido en favor de series, películas o gaticos, nada más lejos de la realidad. La culpa es del derecho tributario, que es una materia muy falsa, además de aburrida y aficionada a consumir tiempos ajenos.

Finalmente he podido retomar el ritmo habitual de lectura, sin que esto se notara por haber empezado con material un poco extenso, aunque a este también se le podía aplicar el dicho de Sarna con gusto, no pica.


En cuanto lo termine, vive dios que se va a calzar mesas

The Wordsworth Book of Horror Stories. Este libro lo mencioné en una época de crisis, en la que la pila de lecturas pendientes se había reducido a material mínimo. De los que mencionaba, solo quedan el de Frankenstein y este Wordsworth milpaginario, que incluye todo lo que siempre quiso saber sobre el género terrorífico y nunca se atrevió a preguntar. Para su aspecto mamotretil, es bastante más ligero (ventajas del papel reciclado), y aproximándome al final de este, el balance de la antología es muy bueno, ya que recoge todos los autores significativos de la época, más alguna rareza: no falta Conan Doyle, Sheridan Le Fanu, y especialmente, M. R. James, junto con autores que no se daban mucho al terror como Balzac o Rudiyard Kipling. De la selección, los tres primeros son los que llevan la voz cantante, teniendo cada uno a su disposición unas doscientas o trescientas páginas con sus cuentos más conocidos. La única desventaja es que, al centrarse en una época muy determinada, puede llegar a cansar, y de momento lo he aparcado en Le Fanu para poder empezar alguna otra cosa. Y es que empezaba a aburrirme de paisajes fantasmagóricos y siluetas recortadas en cottages ingleses.



El tío que hizo la portada, ganó el dinero más fácil de su vida.

Thomas Ligotti. My work is not yet done. Thomas Ligotti es un autor muy poco conocido, con una única antología publicada en España, La fábrica de pesadillas, y que tampoco se prodiga mucho a la hora de escribir. Su estilo es bastante particular, algo así como si H. P. Lovecraft viviera en los noventa y estuviera obsesionado con los edificios abandonados y los maniquíes. My work is not yet done es su única novela corta hasta la fecha, y posiblemente la más lineal. Cuenta la historia de un ejecutivo medio, despedido de su trabajo, que decide vengarse, primero pensando en irrumpir armado en su oficina, y después, de una forma que recuerda bastante al pacto fáustico. Su estilo un tanto angustioso se nota también a la hora de describir la empresa en la que el protagonista trabaja, de la que no sabemos a qué se dedica ni qué demonios vende, y los jefes de este, presentados como si conspiraran contra él. Es muy breve, y se completa con dos relatos más: I Have a Special Plan for this World, y The Nightmare Network. El conjunto suele venir descrito como "Tres relatos de terror corporativo", a lo que yo solo puedo decir: a ver cuando se anima y escribe una historia de terror con funcionarios u opositores.



Peter Cheyney está vivo, bien, y vive en las contraportadas de los libros viejos

Peter Cheyney. Doble coartada. A Peter Cheyney no lo conocía, ni me hizo falta buscar información, porque en la contraportada del libro (una edición Plaza y Janés de los años cincuenta), venía la suficiente información como para saber que era un señor de verdad, y no el seudónimo de un escritor español. Esta Doble Coartada es una selección de relatos, muy cortitos todos, protagonizados por distintos personajes: un detective privado, un comisario, un poco típico, una contraespía, que está bastante entretenida por los piques con su socio, y mi favorito, el ladrón de guante blanco Alonzo Mac Tavish, afincado en Francia y que incluso tiene sus piques con otros chorizos del ramo. Debe ser porque siempre fui más de Arsenio Lupin que de Sherlock Holmes.

Y esto es todo lo que puedo reseñar a la velocidad que leo. En los próximos meses, más libros y más fotos de gaticos rodeados de papel.

martes, 1 de febrero de 2011

Crónicas de Narnia. La travesía del Viajero del Alba (2010). Menos mal que los barcos no me marean..



Qué difícil es encontrar fotos de gaticos para una película con animales parlantes

Cuando se estrenó la primera película de Crónicas de Narnia, no pensé que el resto de libros fueran a convertirse en una saga cinematográfica. La primera, El león, la bruja y el armario, era una película bastante divertida que adaptaba muy bien (especialmente en el tema de efectos especiales) ese libro. El príncipe Caspian me pareció un poco confusa por su intento de filmarla como si fuera un nuevo Señor de los Anillos, cosa que nunca podría porque, por mucho que se empeñen, son libros para niños. Un chico y su caballo habría sido una entretenida película de aventuras, pero el resto de libros…digamos que no han envejecido muy bien, especialmente cuando a C. S. Lewis le daba por colar sus opiniones en las últimas novelas.

Este es el caso de La travesía del Viajero del Alba, el libro de la serie en el que los problemas anteriores empiezan a notarse. Y es que C. S. Lewis no se corta un pelo en describir a Eustace, primo de los protagonistas y arquetipo de niño malcriado, como el fruto de la educación laica: es racional, hasta el extremo de leer solamente libros científicos. Trata a sus padres por el nombre, y se le supone vegetariano. Durante la novela, se traslada a Narnia (en la que no cree) junto a sus primos, se convierte en dragón, y a partir de ese cambio, se irá transformando también en mejor persona. A día de hoy, la forma un tanto alarmada con la que describe esa forma de pensar, es especialmente cómica, y lo será mucho más cuando en La silla de plata relata, con el mismo tono crítico, que Eustace, el protagonista, “va a uno de esos colegios modernos donde niños y niñas estudian juntos”. El colmo de la depravación, oigan. Por suerte, el resto de la historia transcurre en el reino de Narnia y tira más por un argumento de aventuras para niños y por la moraleja de corregir los defectos, que por seguir criticando a esos padres modernos.



Menos mal que Aslan pone firmes a la chavalada

Con ese punto de partida, no me parecía una buena idea que se continuaran adaptando los libros, aunque La travesía del Viajero del Alba ha solucionado bastante bien el problema: se borra de un plumazo cualquier mención a la particular educación del personaje, convirtiendo a los padres de este en una gente bastante pasota para con lo que haga su retoño, y a Eustace, en el prototipo de niño repelente y resabiado que ha habido en todas las épocas. A partir de aquí, la historia transcurre como en el libro, siguiendo las aventuras de los protagonistas (los dos hermanos menores, el príncipe Caspian, el petardo de Eustace y un ratón parlante) en busca de las siete espadas del Reino, en un estilo bastante habitual dentro del cine de fantasía y aventuras.



Animal mitológico: mitad señor, mitad cosa peluda

Lo más llamativo dentro de la realización, ha sido la bajada dentro de los efectos especiales: en El león, la bruja y el armario, había toda una variedad de bicherío, desde animalicos parlantes hasta criaturas míticas. En El príncipe Caspian, el número de efectos especiales de ese estilo se reducía a favor de reproducir batallas multitudinarias. Y en La travesía del viajero del Alba, no es que se reduzcan, sino que algunas apariciones llegan a resultar irrisorias: el par de minotauros que aparecen entre la tripulación del barco cantan excesivamente a señor disfrazado. Esto no supone una especial cutredad en los efectos, sino que canta demasiado al lado del resto de efectos especiales, que no son grandes, pero sí bien empleados, en casos como las apariciones del ratón espadachín, el propio Aslan, y especialmente, en el enfrentamiento con una serpiente marina, mitad Alien, mitad Cthulhu, que me recordó bastante a la frase esa de “combustible para pesadillas”.

En conjunto, esta Travesía del Viajero del Alba no es una de esas películas del año que baten taquilla, pero sí una historia de fantasía muy bien filmada y que, si las próximas entregas siguen por el mismo camino, confirmarán que la versión en cine de esta saga es incluso mejor que los libros.

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