Aunque el primer día del año empiece leyendo algo corto o senillo, en 2022 la tradición se retrasó un poco, empantanada como estaba con La fuerza de su mirada. Fue un poco más tarde cuando acabé retomando un par de libros más rápidos que aunque tienen en común el público al que van dirigidos, la época y temas son muy distintos.
Jeff Kinney. La cruda realidad (Diario de Greg 5). Salvo los primeros números que leí en el orden correcto, los diarios de Greg Heffey se han convertido en una serie de lectura aleatoria. Ayuda principalmente el que su protagonista, igual que Los Simpson, no crezca y se encuentre en un bucle escolar interminable donde las vacaciones y los cursos se han estancado en un momento indeterminado. En cambio, en su quinta entrega es donde Kinney se atreve, aunque posteriormente no vuelve a mencionar el hecho, a hacer que Greg se enfrente a esos años un tanto incómodos en los que los niños de su edad empiezan a cambiar y a necesitar determinada información. Que nunca se mencionad directamente porque las referencias a las clases de salud e higiene se despachan con un irónico "no quiero volver a pensar en ello" o a señalar la probabilidad de que a sus padres les hubieran impartido clases con ese mismo material y diapositivas. Y a sacarle especial partido (la verdad es que lo tiene), a la situación en la que los niños tienen que cuidar un huevo como parte de entender lo que supone la paternidad, y que los lectores lo reconocerán por ser un escenario habitual en muchas series y películas.
No termina de haber ningún hilo conductor salvo la sucesión de anécdotas diarias y la mención de una celebración familiar, que se desarrollará a modo de desenlace. También empieza a incluir una parte de historias en las que su protagonista se distancia de su mejor amigo, Rowley, haciendo que gran parte de los segmentos transcurran por su cuenta (aunque lo resuelve para bien al final, como es habitual). Algo que resulta lógico y hasta cómico teniendo en cuenta que, parte de la gracia de su protagonista es que hay que ser muy bueno para aguantarlo, requisito que su amigo cumple de sobra, y que al final, todos nos acabamos divirtiendo con esos personajes, aunque sea de lejos.
Maria Gripe. Los escarabajos vuelan al atardecer. Que se trate de una de las autoras más populares dentro de la literatura infantil sueca (y fuera también), que Hugo y Josefina sea un clásico muy querido entre los lectores...poco importa si no me acerqué a sus libros hasta ser adulta. Y el que puedan disfrutarse de la misma forma, en incluso llegar a provocar un poco de nostalgia, pero de esa tan extraña que consiste en anhelar lo que no se ha vivido, dice mucho a su favor.
Lejos del costumbrismo del día a día de Josefina Jonandersson, aquí plantea una historia de misterio que comienza un verano con un grupo de amigos probando una grabadora, y desarrolla una trama en el siglo XVIII narrada a través de unas cartas, donde se mezcla un discípulo de Linneo, el padre de la clasificación botánica moderna, con una tragedia entre dos jóvenes prometidos y el paradero de una estatua egipcia, cuya separación de la tmba que guardaba puede ser el origen de una maldición qeu afectó a estos.
La historia mezcla un poco de misterio y novela histórica, aventura, e incluso algo de fantasía, añadiendo elementos como una planta con capacidades empáticas o una misteriosa voz al teléfono que proporciona las pistas necesarias para resolver el enigma. Aunque esto, en el desenlace, suponga dejar muchos cabos sueltos con un final abierto que hace pensar que, o bien no tenía claro como resolverlo, o esta trama no era el interés principal, ya que se centra a menudo en las discusiones de los protagonistas sobre lo que descubren en las cartas. Resulta curioso como en una novela infantil de 1978 se planteen cuestiones como el papel de la mujer en el pasado, las relaciones personales o como los tiempos cambias, pero a juzgar por sus protagonistas, no lo suficiente. Algo que no debería sorprender cuando la autora había tratado temas como la soledad o el bullying antes de que tuviera este nombre.
Este es una de esas lecturas que hoy produce una sensación muy curiosa: la de reflejar na infancia en un pasado cercano pero que parece quedar muy lejos. La posibilidad de ambular por el pueblo pasada la noche, la independencia de la que disfrutan los protagonistas en un verano que parece interminable, o que algo como una grabadora portátil o una máquina de escribir fueran las piezas de tecnología punta a las que podía aspirar un niño, y que aquí juegan un papel importante.