Hoy no parece un electrodoméstico tan necesario como hace
una década, pero puedo asegurar, que quedarse sin tele, se nota. Y es que hace
una semana, mi televisión decidió que, al igual que Roy Batty, todos los programas
que habíamos visto se perderían como lágrimas en la lluvia, y que era hora de
morir. Por suerte, me dio el tiempo justo para poder ver el especial de año
nuevo deSherlock.
Tras el susto inicial de ver como, después de ponerse la
imagen en rojo e infartar definitivamente, venía el desconcierto ¿Por qué
decidía fallar tras diecisiete años de fiel servicio? Bastante poco, comparado
con los 25 que llegó a aguantar, cual campeona, la Phillips de mis abuelos. La
respuesta general fue, al parecer, que entonces los electrodomésticos duraban
décadas por el mismo motivo por el que un 600 aguantaba 40 años. Explicación que,
salvo hacerme pensar que ya no fabrican cosas como las de antes, no me servía
de mucho para lo que necesitaba: Televisiones. Qué hacer ahora y cómo conseguir
un repuesto. Porque junto a los 600, los tubos de imagen son una cosa del
pasado…
Una televisión prestada me sirvió para, al menos
temporalmente, poder seguir viendo las cadenas habituales. Aunque ninguna de
mis gatas parecía contenta con el arreglo. Desde que llegó a casa, Sabela había
decidido que su sitio, como los tapetes y las flamencas, era encima de la tele.
Y que algo raro pasaba con su mueble favorito, aunque todavía no tenía muy
claro el qué: ¿Había encogido, o ella se había vuelto gigante? ¿He mencionado
alguna vez que Sabela no es la más brillante de las dos mininas?
Al menos esta me dio el tiempo necesario para traer una
nueva, y de paso, cambiar de sistema. Porque hay que reconocer que la
diferencia en la calidad comparada con la anterior es evidente, aunque solo
fuera por el desgaste que esta podía tener. En realidad, las únicas que no
siguen nada contentas con el cambio siguen siendo Sabela y Narnia, a las que no
les convence nada ese aparato al que no pueden subir para echar la siesta. Es
más, sospecho que seré yo la que salga perdiendo. Si entonces no era raro que
viera las películas con una pata o una cola colgando delante de la pantalla,
ahora me encontrado con una felina plantada en el medio y medio como si fuera la
protagonista. Que en general lo son. Aunque algunas veces preferiría que se
limitaran a hacer un cameo…
Si hay algo de lo que no puedo quejarme sobre mi género
preferido es la cantidad de buenas películas de terror que he podido ver en los
últimos años. Y que esta abundancia no se componga exclusivamente de secuelas
de una franquicia (bueno, Saw y Paranormal Activity son los Viernes 13 del
siglo XXI, pero estas me las he saltado). En el resto de casos, o bien se
trataba de historias cerradas o sin interés para continuarlas, o bien estas sí
daban pie a una segunda entrega que realmente aportaba algo, sin quedarse en un
sacacuartos. Con la impresión de que ahora la norma era el carácter un poco más
cuidado de estas segundas partes, creí que con Sinister podrían inventarse un
buen motivo con el que continuar un guión que, en la primera película, había
quedado más que cerrado. Pero en realidad sirvió para demostrar otra cosa: que
hoy sigue siendo posible hacer las cosas mal. Y si hace falta, se recurre a los
fallos del cine de hace años para que el resultado sea todavía peor.
Sinister no había sido una gran película. Quería ser una de
casas encantadas en las que se combinaban trucos muy tópicos, como los sustos
predecibles o el comportamiento absurdo de los personajes, con ideas tan peregrinas
que la hacían memorable, como el elemento central de la historia que era…un
demonio cuya maldición se transmitía a través de la imagen en cintas de super 8
(el demonio, por supuesto, babilonio. Porque Mesopotamia lleva exportando
clichés para guionistas desde los comienzos del cine). Un planteamiento muy
raro, unos recursos tópicos para crear atmósfera pero que, como guión
independiente, funcionaba como funcionan en algunos caso los relatos de terror:
se salía de la norma y para que algo resulte inquietante, no puede buscársele
el sentido. En la segunda parte, la maldición de Baguul, esta criatura,
continúa, ya que no está sujeta a ningún lugar específico. Un policía, testigo
de los hechos anteriores, se dedica a localizar todas aquellas casas donde se
ha manifestado para quemarlas y acabar con su rastro. Pero en una de ellas es
el hogar temporal de una mujer y sus dos hijos. Esta, intentando escapar de su
marido, no es consciente del comportamiento extraño de estos, quienes desde su
llegada a la casa, han encontrado a un grupo de niños y una colección de cintas
antiguas en el sótano.
Si la primera parte intentaba aportar todo lo posible para
que el público suspendiera su credibilidad y se metiera en aquel planteamiento
tan extraño, esta entrega se carga cualquier logro que hubieran conseguido. Las
escenas de los niños fantasmales sentados entorno a un proyector funcionaban
entonces, pero ahora son estropeadas al querer enfocar esta trama desde el
punto de vista de estos niños. Que hablan, que recuerdan demasiado a otras
películas anteriores sobre niños siniestros, especialmente a Los chicos del
maíz y que por exceso de exposición, hace que todo lo macabro y extraño que
pudiera tener su aparición pierda esta característica y haga mucho más patente
su absurdo. La atmósfera terrorífica intentan mantenerla a base de una banda
sonora machacona, de apariciones fortuitas del monstruo principal y con otros
trucos similares, que fueron casi la norma en el cine de terror de principios
del 2000.
El guión adolece también de un montaje muy torpe: por un
lado, todas las apariciones de los niños y de las cintas que intentan
recordarle al público que están viendo una película de terror, y por otra, la
trama de los personajes, sobre una mujer luchando por la custodia de sus hijos,
un marido maltratador y malvado sacado en la última media hora, para poder
justificar un asesinato, y un protagonista, por decirlo de algún modo, que no
genera ninguna simpatína. Ni antipatía, ni interés, ni características propias,
salvo una especie de estado de tembleque contínuo por aquello de que parezca un
personaje y no un monigote. El efecto final es el de una película rompecabezas:
una historia de fantasmas que va por un lado, y otra, propia de un telefilme de
sábado por la tarde, que va paralela y en un momento determinado, coinciden en
la parte final. Un final también propio de un telefilme, con una especie de
susto a modo de cierre que no termina de quedar claro ¿es un final abierto? ¿Es
un giro? ¿O es un screamer como en los videos de youtube?
Sinister 2 consigue una cosa: cargarse ella sola un amago de
franquicia. Sin mucho sentido, ni personajes, ni en el fondo, necesidad de
secuela, en cierto modo, hay que agradecerle que se llegara a producir: así
queda comprobado que las cintas terroríficas y las maldiciones sirven para una
sola película, y que estirar la historia es un error.
Cuando la animación por ordenador era una novedad, era muy
extraño que cualquier producción que contara con una buena calidad pasara
desapercibida. Al menos, los estudios se encargaban de darle toda la publicidad
necesaria para que la gente fuera al cine. Ahora que se han convertido en el
formato más extendido, la competencia hace la promoción algo más complicado.
Algo que no debería serlo cuando se cuenta con Geroge Lucas como uno de los
principales nombres del proyecto. Pero el caso de Strange Magic fue uno de esos
en los que en la promoción y estreno de la películatuvieron mucho que ver los acuerdos y
desacuerdos empresariales, y siendo una causa probable de su fracaso en
taquilla. Aunque, una vez vista, no sería justo culpar solo a las decisiones
empresariales, porque la película en cuestión no es que brillara mucho.
Strange Magic es lo que se llama (y que he tenido que mirar
en internet) un Jukebok Musical, es decir, las canciones no son originales sino
piezas conocidas que se integran en el guión. Este toma como principal
inspiración El sueño de una noche de verano, situando la historia en un bosque,
o el las dos partes de un bosque. Uno es el hogar de las hadas, el otro, es el
pantano, donde viven los goblins. Todo comienza cuando Marianne, la hija del
rey de las hadas, abandona a su prometido tras descubrir que este la había
engañado. De modo que la única solución para su antiguo prometido, quien está
más interesado en conseguir el reino, es obtener una pócima que hará que
Marianne se vuelva a enamorar de él. Pero el rey del pantano ha ordenado cortar
todas las flores necesarias para elaborar la poción, por lo que este se valdrá
de Sunny, un pequeño elfo enamorado de la hermana de Marianne, para
conseguirla. Y como suele pasar cuando hay pociones para el amor a primera
vista en una trama, estas tienen la mala costumbre de caerse por accidente
sobre los personajes, dando lugar a varias complicaciones, e incluso a una
historia de amor verdadera.
De la película a nivel formal no hay nada que decir. Lo
cierto es que hoy hay que esforzarse muy poco, o contar con muy pocos medios,
para que una animación por ordenador resulte mala, algo descartado cuando está
detrás un estudio como Lucasfilm. La animación es buena, los escenarios
también, y los personajes son expresivos. Pero una parte de los diseños no
terminan de funcionar: a las hadas y los elfos les han dado un diseño que
intenta ser muy cercano a la realidad, lo que consigue en realidad el efecto
contrario: resulta extraño, haciendo que al público le resulten más cercanos
los personajes de aspecto más fantástico. Algo que también pasaba en Shrek,
pero en menor medida al haber optado estos últimos por darle incluso a los
protagonistas humanos un aire un poco caricaturesco.
Es en cambio la otra parte de la animación la que salva la
mayoría de la estética: con todo el estilo más oscuro y más de monstruos, todos
los diseños del reino del pantano, tanto escenarios como sus personajes, están
mucho más logrados, son más creativos, e incluso despiertan muchas más
simpatías (porque en el fondo, esta tampoco es una película sobre malos
monstruosos). La originalidad de estos no reside solo en buscar lo típico que
parezca siniestro, sino simplemente, optar porque todos los duendes tengan
aspecto de algo relacionado con un pantano: setas, sapos, insectos e incluso
roedores se reconocen fácilmente. Y en algunos momentos, parece que los
diseñadores se sentían bastante más cómodos con las posibilidades que ofrecían
estos en lugar de las hadas, mucho más sosas. Algo que incluso se nota en el
guión porque es a partir del momento en que la historia se traslada a este
escenario, se vuelve mucho más dinámica e interesante.
Precisamente es la historia lo que supone la parte más
floja, y en el fondo, el motivo por el que es una película muy fallida: su
creador quiso plantear la película como una historia de fantasía para niñas de
doce años, pero esta interpretación resulta muy limitada y muy melosa. Parece
un poco injusto el calificar así un guión cuyo objetivo es girar en torno a
temas como la confianza, el amor verdadero o que las apariencias no importan,
pero estos temas son desarrollados de una forma en la que el término “para
niñas de doce años” es casi despectivo. Porque pese a tener tanto peso la trama
romántica a esta le falta mucho trabajo, y en algunos momentos parece un tanto
vacía. Marianne será el personaje principal, pero su montaje musical de
princesa enamorada a desengañada y especialista en combate cuerpo a cuerpo
parece un poco porque, sí, porque en el guión hay escenas de lucha y se
necesitaba a un personaje así. Entre la presentación del conflicto, que se
queda más a nivel de una serie de Disney Channel que de una producción de
animación que hayamos visto en los últimos años, yel exceso de luminosidad y falta de
originalidad en los escenarios de las hadas, hace que la primera parte se haga
bastante larga, y que la historia no empiece a remontar hasta que no llegué
todo lo relativo a los escenarios en el pantano y los goblins, donde los
personajes empiezan a ganar mucha más química y simpatía.
La parte musical también funciona bien (bueno, si tratándose
de un musical, esto no funcionara, sí que sería un fracaso absoluto),tanto a nivel de reparto como en algunas
apariciones, porque en realidad, es imposible ponerse muy exigente con ninguna
película si Alan Cummin se encarga de doblar al Rey del Pantano. Y de paso,
quitarle un poco de melosidad a todo el asunto. La recopilación de canciones es
muy variada dentro del tema: desde alguna muy popular de los sesenta, hasta
otras del 2010, lo que hace que al tratarse de piezas muy conocidas, no sea
necesario que tengan que sonar siempre de forma íntegra, cortándose en
determinados momentos para emplearse después. De hecho, el uso de según cual
canción es todo un acierto: algunas, como “Sugar Pie Honey Bunch” quedan
asociadas a los efectos de la pócima o a los engaños amorosos, y otras se usan
a modo de guiño cómico..que funciona. Porque reconozco que el batallón de
soldados tarareando el estribillo de Bad Romance tenía gracia.
Strange Magic no puede culpar solo a la falta de promoción
por su fracaso. Es una película floja, de esas que podían haber conseguido más
y se quedan solo en las infografías bonitas y en el tirón de las canciones
conocidas, cuando el guión debería haber tenido mucho más trabajo. Pero solo es
una película floja, no una mala: superada una primera parte bastante aburrida,
sí es posible pillarle la gracia a los diseños de los goblins y de las
canciones, que en parte, era de lo que se trataba.
R. L. Stine fue uno de esos escritores que en los noventa vendió millones de ejemplares y que hoy es un material muy añorado (porque también hay nostalgia de los noventa, y eso da muy mal rollo. Si parece que fue ayer por la tarde cuando Nirvana estaba de gira). Igual por eso, y por el cariño que le tienen sus lectores de antaño, no parecía una mala idea el producir una película basada en los libros. Por eso, y porque el abaratamiento de los efectos especiales también haría posible que una de las cosas que caracterizaba a Pesadillas, como la aparición de todo tipo de monstruos, pudiera llevarse a cabo sin que estos parecieran en exceso marionetas, o peor, efectos especiales del canal Syfy.
Otro de los problemas para hacer una versión en cine eran los propios libros. Porque estos no tenían un argumento ni personajes con continuidad, sino que eran novelas independientes. Por lo que una adapción literal sería imposible si no se limitaba a un libro en concreto. La solución por la que optaron, además de original, fue muy efectiva.
La película de Pesadillas, más que los libros, adapta el contenido de todos los libros y sus características: escenarios, perfil de los protagonistas, objetos, monstruos, giros inesperados e incluso al propio autor, que se convierte en uno de los protagonistas. Esto es lo que se encuentra un chico de quince años cuando se muda a una pequeña ciudad. Pese a lo aburrido del barrio, su vecina parece simpática, si no contara con un padre muy protector y huraño. Cuando, buscando a su amiga este se cuela en la casa, descubre lo que este escondía: una biblioteca formada por los manuscritos originales de pesadillas, una serie de libros infantiles escritos por quien resulta ser su vecino. El motivo que lo lleva a haberlos escondido no es otro que evitar que los monstruos que los protagonizan puedan escapar. Cuando por accidente estos escapan y los manuscritos que los guardaban son destruidos, Stine y los amigos de su hija deben encontrar la máquina de escribir que utilizó entonces, para escribir un nuevo libro donde puedan encerrarlos una vez más.
Como adapción, ha optado por un camino muy curioso: salir de los
libros y presentar al autor como parte de la ficción ¿Y como lo consigue?
Pues gracias a uno de los elementos de sus libros: en este caso, una máquina de
escribir que convierte textos en realidad. El resto está presente como parte
del argumento: una localidad pequeña donde no pasa nada fuera de lo común, el
protagonista que sospecha que hay algo extraño, y por supuesto, los giros
inesperados. Porque estos eran la marca de la casa, algunos más ingeniosos y
otros más pillados por los pelos. Y es que a lo largo de la trama aparece
más de uno, aunque de una forma más sutil y mejor integrada que en la de
algunos textos del autor.
A R. L. Stine lo interpreta Jack Black, que se excede algo menos en la
comedia al tratarse de un personaje más serio que sus habituales, salvo por
todas las características propias del cliché de escritor gruñón y recluso. Lo
cierto es que al contar con un reparto muy joven, él es el que más defiende la
película, porque el resto de presencia adulta se reduce a algo muy secundario.
Los efectos especiales son más que correctos, y a favor de ellos cuenta el
mezclar de una forma muy hábil la infografía con lo tradicional: esta más que
brillar, cumple, para recrear los monstruos más aparatosos, mientras que los
más artesanos sirven para que los que son en apariencia simples, tengan un
aspecto más real. Porque algo tan sencillo como un muñeco de ventrílocuo o unos
enanos de jardín (sí, este hombre sacaba hasta monstruos lámpara si hiciera
falta), funcionan mucho mejor cuando no son otra cosa que un muñeco, de
movimientos torpes y aspecto de marioneta, pero real para los personajes.
A la hora de reunir todo lo que caracteriza a los libros para formar una
historia, el resultado ha sido bueno: no es una gran película infantil, pero es
divertida, dinámica y la reunión de monstruos variados recuerda mucho a Una pandilla
alucinante. Peroel querer acercarse
demasiado a los clichés del cine juvenil hace que esteresulte muy predecible y forzado en los
comienzos. Lo único que no se ha respetado es la edad de los protagonistas, que
frente a niños de doce o trece años, aquí son chavales de quince con aspecto de
diecisiete. Decisión que parece unicamente tomada para poder incluir la
correspondiente trama romántica y una secuencia en un baile de instituto sacado
de la manga y con el que desde el primer minuto, se empeñan en insistir sobre
su celebración. El amigo del protagonista no pasa de ser un secundario cómico
que se pega a este sin más motivo que el de aportar el elemento friki y
cómplice como conocer los libros y causar por una torpeza bastante forzada, la
huida de los monstruos. Pero lo peor, y precisamente relacionado con la trama
romántica, es la falta de riesgo a la hora de que el guión ofrezca una sola
nota triste. Nadie, especialmente el personaje cuyo trasfondo estaba pensado
para tal fin, corre un verdadero riesgo. Y lo que podía quedarse como un
desenlace más efectivo, resulta un truco bastante forzado para que la película
cuente con un final feliz soso y para contentar a todos.
De esta versión en cine de Pesadillas puede decirse que el acomodarse a
los estereotipos del cine juvenil no le ha sentado bien. La convierte, en el
fondo, en una película más para jóvenes. Pero exceptuando estos detalles poco
acertados, ha resultado una adapción muy original en su planteamiento,
divertida gracias a todas las apariciones de los monstruos creados por Stine,
que en mayor o menor medida tienen algún plano, e incluso por la del propio
autor, pero el de verdad, que también tiene un pequeño cameo
Aunque George Lucas tenía pensado que Star Wars fuera una saga de nueve películas, tardamos décadas en ver la segunda trilogía. La tercera, ni siquiera de mano suya, sino que es otra ahora es otra franquicia propiedad de Disney y es J. J. Abrahams quien lo sustituye como director. De poco me habría enterado, porque aunque vi y me gustaron las tres primeras, no llegué a pasar de El ataque de los clones, que sirvió también para convencerme de que la próxima secuela estaría mejor en manos de cualquier otro.
El despertar de la Fuerza transcurre varios años después de El retorno del Jedi, donde, hace mucho tiempo, en una galaxia muy lejana...pero realmente alguien no conoce el argumento? Porque a grandes rasgos, continúa el mismo con el que Lucas se ganó a los fans entonces. Esta vez ya no es el Imperio el que amenaza a los rebeldes, sino la Primera Orden, quienes pretenden aniquilar a la República y a la Resistencia liderada por la General Leia Organa. Luke Skywalker, el último jedi, ha desparecido, y la única esperanza de encontrarlo es el mapa que guarda un pequeño androide. Rey, una joven que se gana la vida como chatarrera, es la primera en encontrarlo. Su descubrimiento la llevará a abandonar su planeta, conocer a los héroes de la última guerra, enfrentarse a los enemigos de estos y descubrir que ella también oculta un poder que desconocía.
La aportación de Abrahams a La guerra de las galaxias ha conseguido funcionar en todos los campos. Por un lado, aporta una visión más dramática a la guerra mostrando todas las consecuencias que las órdenes de los antagonistas implican: las muertes de personajes anónimos, así como la violencia que se entrevé, inesperada en una película familiar, hace que se sienta compasión por estos, no solo por los principales. Al igual que presentar a un personaje que proviene de un bando anteriormente uniforme, como eran los soldados del imperio, antes limitados al papel de clones (aunque el truco de decir "ehm..no, es que no es un clon. Es que es un niño robado y educado para ser trooper" es un poco pillado por los pelos). Finn, aun siendo solo coprotagonista, sí presenta una aproximación menos en blanco y negro y más abierta , que se sale de los esquemas habituales en la serie.
La otra mejora es precisamente lo opuesto: frente a esta visión más seria, quizá algo más realista, el resto de la película cuenta con un sentido del humor más visible, que no llega a la payasada pero que hace que el guión no sea solemne en todo momento, sino que muchos de los personajes recurren al humor como forma de desdramatizar determinados momentos o para enfatizar el desafío de una situación.
Siendo una continuación, parecía los nuevos protagonistas lo iban a tener difícil frente a Leia, Han, Luke y los droides. Pero Rey y Finn se ganan su puesto como sucesores de los anteriores héroes. A lo largo de la trama se los ve progresar como tal y de una forma menos lineal que pudo ser Luke: estos muestran mayores miedos, rechazo a las responsabilidades, y por eso resultan más humanos y cercanos al público. Aunque en algunos momentos se nota demasiado que el trasfondo de estos vendrá en la próxima secuela: los flashbacks de Rey son casi un adelanto para esta, y en el caso de Kylo Ren, se nota que le va a hacer mucha falta este para que pueda ser algo más que un "yo de mayor quiero ser Darth Vader". Y si, los protagonistas anteriores tienen también su papel, pero muy bien dosificado. Sin ser un guiño, estos están presentes de forma que dan paso al nuevo reparto, salvo en el caso de Han solo, quien de los clásicos es el que tiene un mayor papel y muy destinado a ofrecer el correspondiente relevo.
Pese a las renovaciones, la película se ha mantenido muy fiel al estilo original, y en todos los ámbitos: es muy cercana a la estética e intenciones de La guerra de las galaxias, pero teniendo en cuenta los elementos que han pasado a formar parte del universo de la serie. En las secuencias conviven perfectamente los efectos digitales con las marionetas y los tradicionales que caracterizaron la primera entrega. Y que, en La amenaza fantasmas habían sido despreciados en favor del ordenador, la pantalla verde, y para que negarlo, el mayor aburrimiento posible. Incluso la estética recuerdan a esta: los alienígenas siguen siendo criaturas fantásticas y propias del space opera, pero los vestuarios se vuelven mucho más sencillos, reconocibles y alejados de las extravagancias del Episodio I y siguientes.
Quizá también por los desaciertos que supusieron las precuelas, esta entrega ha optado por ir a lo seguro: ha recuperado el estilo y diversión de la original, pero en cierto modo, no es más que el guión de esta con unas actualizaciones. Con un poco más de atención se reconocen el planeta desértico, los malvados, la figura del mentor, el héroe con un destino que cumplir y un pasado por descubrir, el villano que ofrece la alternativa del lado oscuro..y por si no fuera poco haber destruido ya dos Estrellas de la murete, ahora van y hacen otra ¡Es que los malvados imperios galácticos no aprenden nunca! Cosas como estas hacen pensar que, más que una secuela, es un reboot para las nuevas generaciones.
Pero cuando una historia funciona, es difícil quejarse. Y esta lo hace. Tal y como lo hizo La guerra de las galaxias y El imperio contraataca, que en el fondo, bebían del space opera y de la fantasía. Quizá en el caso de esta entrega sea un poco traicionero el volver a repetir la historia dentro de una misma franquicia, pero El despertar de la Fuerza me gustó. Sin ser una gran película a nivel de argumento e innovación. Pero esta me divirtió, me preocupé por Finn, por Rey, BB8 me hizo gracia y me pareció interesante la dinámica entre los antagonistas, Kylo Ren y el general que no es el almirante Tarkin, pero que el pobre lo intenta. Incluso los niños pequeños que se reían, se asombraban y preguntaban a sus padres sobre lo que pasaba en la pantalla me parecieron menos irritantes que en otras ocasiones. Disfrutaban, simplemente, como niños, de una forma más espontánea que los espectadores adultos.
Se nota que Disney quiere amortizar su nueva marca, y tras El despertar de la Fuerza para poner en marcha la saga, nos esperan una secuela y un spin off en años alternos. Interés y material dentro del universo no les falta, y desde luego, si les sale una producción tan efectiva como esta, será suficiente como para que se puedan olvidar unas precuelas que ni el público ni la serie merecían.
Angus Scrimm es otro de esos nombres que no suenan demasiado
ante el público en general. Pero, que al igual que Wes Craven, cuenta un gran
aprecio entre los aficionados al cine de terror. Y que, en este caso, interpretó
a uno de los monstruos emblemáticos de la década de los ochenta.
Hablar de Scrimm hace pensar inmediatamente en El Hombre
Alto, el misterioso guardián del cementerio que persiguió a Reggie Bannister
durante las cuatro entregas de Phantasma. Un personaje que, comparado con el
resto de la década, podía ser menos popular que Freddie Krueger, menos
llamativo que los cenobitas de Hellraiser, pero que contaba con su propio
carisma y estilo. Sus inexistentes líneas de diálogo, su ausencia de trasfondo
y el aspecto amenazador que aportaban los 1.93 cm del actor,
enfundado en un traje de director de funeraria, lo convertían en un hombre del
saco moderno, pero muy deudor del pulp, de las imágenes de la cultura popular,
y en cierto modo, una posible fuente de inspiración para el Slenderman que
aparecería unos años después.
Al contar con un papel reconocible, su carrera como actor
parece no contar con otros papeles igual de famosos. Lo cierto es que para su
edad, sus apariciones en el cine son bastante tardías, a partir de los 70, y
una parte de ellas, en producciones B y Z…aunque eso no implica que fueran películas
horriblemente malas. Bueno, sí, lo eran, Pero dentro de la categoría de lo
disfrutable y la comedia involuntaria. Algunas de estas podían resultar casi un
cameo y ser de lo más variadas: desde una aparición muy breve como Rey de los
vampiros en Subespecies, hasta una parodia de El hombre alto en Transylvania Twist,
una comedia de terror llena de guiños a películas que, además de funcionar
perfectamente como comedia, dentro de este estilo, los hermanos Wayans deberían
verla varias veces, a ver si aprenden que entre “comedia terrorífica” y “Scary
Movie”, hay una diferencia abismal.
El cambio de siglo aportó papeles con un carácter más
regular, y quizá alejados de la serie B por la que lo conocimos entonces: un
personaje recurrente en Alias, la serie de Abrahams y Jennifer Gardner. O, para
los que seguíamos prefiriendo el terror, una actuación breve, pero memorable,
como médico en I sell the Dead, una película sobre la época de los ladrones de
tumbas, con mucho humor negro y que en algún momento debería ver de nuevo,
porque se merece una entrada por sí sola.
Después de algo más de tres décadas siendo toda una cara
recnocible, en múltiples películas, series y sobre todo, como personaje emblemático
de una saga, Angus Scrimm fallece el pasado domingo a los 89 años. Y del que
nos queda, al menos, una de sus pocas, pero memorables, frases como El hombre
alto: “ Booooy…!”
Mientras terminaba de escribir, veía la noticia de David Bowie. No es habitual que le dedique a la entrada a los músicos, pero hoy es una excepción. Para mi Bowie fue desde siempre, el rey Jareth.
No hay un 9 de enero sin que le dedique una entrada al
aniversario del blog. El primer año tiene su gracia, a los cinco ya es una
cifra respetable, y siete…¿Realmente llevo siete años escribiendo y buscando
fotos de gatos según el tema? Si hubiera sido en papel, esto sería una saga de
siete libros mínimo. Y probablemente, protagonizados por Sabela, Narnia y
Dalek.
Del último año hice hace poco una lista sobre lo más
importante que había pasado o visto. Se quedaron fuera, por unos cuantos días,
el mencionar lo mucho que me divertí con Ash vs The Evil Dead, e incluso viendo
en el cine El despertar de la Fuerza. Y es que, si no fuera por internet y el
ver a la gente por la calle con smartphones, con estrenos como estos y lo
fuerte que ha pegado la nostalgia, en lugar de 2015 perfectamente podría ser
1985.
También ha sido uno de los años en los quemás movimiento han tenido las entradas de
obituarios, y especialmente, las que más me han dolido como lectora, como espectadora
y como persona a quien el trabajo de estas personas hizo muy feliz. No va a
haber más libros contando lo que pasa en Mundo Disco, y el creador de Freddy
Krueger no torcerá el morro ante el reboot de Pesadilla en Elm Street del que
ahora empieza a hablarse.
En resumen, un año más, y también algo más de cien entradas
sobre cine, libros, series, gaticos, y sobre todo, mi agradecimiento a todos
los que han pasado por aquí. Y en 2016, seguimos.
Después de ver el primer capítulo de la saga Evil Dead, me
faltó muy poco para salir a la calle dando voces de alegría y ponerme a
escribir sobre el regreso de Ash Williams y el Necronomicon. Preferí esperar a terminar
la serie, en el último caso, y en el primero, por suerte, me contuve. Habría
sido muy desconcertante para todo el vecindario…pero tres películas y un piloto
de cuarenta minutos que superaba mis expectativas lo hubieran justificado.
Han pasado 23 años desde el estreno de El ejército de las
tinieblas, donde el personaje de Ash se convertía en el héroe bocazas y muy de
dibujo animado que sería popular y donde aparentemente, no había ningún motivo
de guión para no continuar la serie. Hubo rumores y un montón de ficción
derivada de esta saga en forma de videojuegos y comics, pero esa cuarta
película no llegó a tener lugar. Lo que llegó en realidad fue una serie que,
pese a continuar la línea argumental, se saltaba por motivos de derechos todo
lo relativo a la narración para conservar únicamente a su protagonista como se
caracterizó entonces. Ash, el empleado de S- Mart (ahora Value Shop) conserva
de entonces su motosierra, una escopeta y un ejemplar del Necronomicon que
guarda en una caravana. Porque durante las últimas dos décadas y pico se ha
dedicado a mantener un puesto de trabajo que no va a ninguna parte, ligar con
todo lo que tenga faldas ya demostrar que el haber sido un héroe no implica que
sea inteligente, tras liberar de nuevo a los demonios al recitar unos cuantos
pasajes del libro intentando impresionar a una chica. No tan en forma como en
sus buenos tiempos, tendrá que abrirse paso disparando y troceando a todos los
cadáveres que intentan arrebatarle el Libro de los Muertos. Pero esta vez no está
solo: Pablo y Kelly, sus compañeros de trabajo, lo ayudan por distintos
motivos. Y una mujer, que asegura ser la hija del arqueólogo que descubrió el
libro, está convencida de que Ash es el causante de la vuelta de los demonios.
Cuando pasan muchos años desde la aparición de cualquier
ficción, sea película, libro o cómic, una secuela tardía no suele dar buen
resultado. O el original está demasiado idealizado por la nostalgia y parece
inigualable, o realmente estas continuaciones no están a la altura. Y, en
algunos casos, los propios autores evolucionan de forma distinta desde sus
primeras obras, de modo que su forma e intereses a la hora de contar una
historia va a ser muy distinta que hace treinta años. Por eso un trailer
bastante prometedor no era suficiente como para que confiara en una secuela que
había sido reconvertida a serie, hasta que el primer capítulo confirmó que, en
muy contadas ocasiones, estas secuelas funcionan. El guión ha sabido adaptarse
muy bien al hueco temporal, especialmente, en cuanto a su protagonista. El Ash
que aparece aquí es realmente el personaje original, que ha seguido una
evolución lógica, para la idea de la serie, durante este lapso de tiempo. El
personaje como tal fue desarrollándose mucho más en otros formatos, con lo que
el público tenía ya una idea de este a la que se ha respondido perfectamente: es
vago y desastroso desde un punto de vista cómico, sigue conservando sus frases
ingeniosas en todo momento y una actitud entre chuleta y rancia que a ratos
parece un poco de héroe de los cincuenta, y a otros, se hace evidente lo
absurdo de esta gracias a sus coprotagonistas. Es imposible imaginarse a otro
Ash que no sea el interpretado por Bruce Campbell, quien además de seguir en
forma para las secuencias más exageradas y de caricatura, demuestra sacarle
mucho partido a otros aspectos cómicos del personaje, como los años que le han
pasado por encima y la falta de luces que lo caracteriza.
La principal diferencia respecto a las anteriores secuelas
es el contar con más de un personaje principal. Si en las anteriores cualquier
otro parecía destinado a ser una víctima, esta es una entrega algo más coral,
donde además de cotar con dos coprotagonistas, hay otros personajes regulares
que aportan nuevos elementos a la trama. Resulta un poco difícil el que alguien
le de pie a un personaje como es Ash, sin caer en el papel de secundario
gracioso (porque en realidad, toda la serie es una comedia. Con muchas tripas y
sangre, pero comedia), o en comparsa para que el público más joven siga a un
héroe que pasa la cincuentena. Pero consiguen que tanto Pablo como Kelly tengan
caracteres dispares, útiles para la trama, y que se ganen la simpatía por
méritos propios. No pasa lo mismo con Fisher, la policía que parecía querer
servir un poco de nexo entre el mundo enloquecido de Evil Dead y el real, y que
al final se queda en un amago de interés romántico que no aporta mucho. El
papel de Lucy Lawless, exceptuando la diversión potencial que implica tener a
dos actores como ella y Bruce Campbell en una comedia gamberra, no es un aporte
contínuo: sus apariciones son más esporádicas, que bien sirven de enlace
también con las películas anteriores, y como posible giro de final de temporada
o enigma para la siguiente.
En cambio, hay algo que sí han mantenido y que ha sido el
mayor factor de éxito de la serie: es muy cercana al espíritu de las películas.
Estas empezaron como cine de terror al uso, y muy sangriento, y fueron
avanzando hacia el terreno de la comedia. El exceso de destripes, disparos y el
montaje acelerado sigue ahí, igual que el estilo mucho más artesanal de los
efectos especiales, que en ningún momento tienen un aspecto cutre pero sí
resultan mucho más tangibles y en consonancia con la saga. Y que hacen parecer
a los digitales, a los que recurren en algún momento, tremendamente
anacrónicos. Algo extraño, porque no es una producción que estuviera falta de
presupuesto.
Ha sido toda una sorpresa que la cuarta entrega de Evil Dead
no fuera una película, sino una serie. También con una distribución de la
duración un poco extraña pero acertada: el primer episodio de 40 minutos sirve
para interesar al público que, o bien estaba esperando esta secuela, o bien
tenía curiosidad por saber qué era. Y el resto, son episodios de media hora
escasa más propios de las sitcoms. Que, en algunos casos, saben a muy poco, en
la mayoría tienen la duración y dinamismo justo, y en algún momento aislado,
parecen un poco de relleno. Algo habitual en el formato de series, porque aún
contando con pocos episodios, es muy difícil que todos resulten brillantes.
Pero que no decepciona tras una espera muy larga, sino al contrario: el saber
que habrá una segunda temporada ha sido una gran noticia.