Si al gatico no le asustan las muñecas nosotros no vamos a ser nenazas...
Aunque no sean fechas propias para el cine de terror (yo en
realidad lo veo todo el año), a muchos adultos los muñecos les dan bastante
miedo. En realidad en Navidades, a todo el mundo, porque es solo verles los
precios y echarse a temblar. Esta inquietud es algo que se ha utilizado a
menudo. Incluso en Expediente Warren una muñeca poseída por un ente malvado es
el punto de partida para presentar a los protagonistas de la película de James
Wan, y que debido al éxito de esta, se ha convertido en un spin-off donde se
cuentan sus orígenes. Por desgracia, esta vez, sin contar con los personajes de
la anterior.
La historia de Annabelle comienza un año antes, como el
regalo que un marido le hace a su mujer, muy aficionada a las muñecas antiguas.
El matrimonio formado por John y Mia vive un momento feliz, él como médico
residente, y ella esperando su primer hijo. Pero una noche un hombre y una
mujer entran en su casa con intención de asesinarlos, sin motivo aparente, y
tras la llegada de la policía, esta muere con una de las muñecas en brazos.
Nadie sabe muy bien qué ha pasado ni por qué, y se supone que esto se debe a
uno de los cultos satánicos que proliferan entonces. Pero a partir de ese
momento, algo empezará a pasar en la casa. Susurros, ruidos, accidentes
extraños y la muñeca que Annabelle Higgins, la asesina, tuvo en brazos antes de
morir, aparece en distintos lugares sin que nadie la hubiera movido.
La idea de un muñeco vivo, desplazándose por una casa e
intentando asesinar a sus dueños es algo que supone muchas limitaciones a la
hora de plantear una amenaza creíble en una película de terror. En Muñeco diabólico
funcionaba, pero porque era abiertamente una serie B. En otros, como Dolls, era
mejor no mirar mucho a los monigotes y los hilos de los que colgaban y
disfrutar de la película que nos había aterrorizado siendo niños. En Annabelle
han optado por una solución muy ingeniosa: la muñeca no se mueve. Las
apariciones que esta tiene como algo sobrenatural, no son mediante esta, sino
gracias a la aparición del espectro que la acompaña. Que por cierto, entre el
traje blanco y los pelos echados para adelante, recuerda bastante al estilo de
fantasma que se lleva desde los últimos diez años. Solo en una escena la muñeca
en sí tiene su momento, en una secuencia donde esta levita en el aire. Pero esto
se ha planteado más como un poltergeist que como el “muñeco viviente” tal y
como se planteaba hasta hacía unos años. Lo cierto es que funciona mucho mejor que el
poner en movimiento a una aparatosa muñeca de porcelana, y acaba enlanzando
mucho más con el género de fantasmas, maldiciones, e incluso con el propio
Expediente Warren.
Por desgracia, las comparaciones no funcionan muy bien con
esta película. Se planteó a raíz del éxito de la de James Wan, pero exceptuando
esto, es más bien una película de fantasmas, o de posesiones, que ahora en el
cine salen a patadas, bastante tópica. La ambientación en los años setenta le
aporta mucho interés, porque esta es sutil y muy conseguida: se juega mucho con
los elementos que se reconocen de la época, como el tipo de decoración o de
construcciones, sin nada que haga una referencia más obvia a la fecha. De este
modo, todo resulta más intemporal, cosa que a este tipo de guiones le sienta
bastante bien. También cuenta con un par de secuencias interesantes, como la
huida de un sótano oscuro, en la que el ascensor, incapaz de ascender, abre
continuamente sus puertas en el mismo lugar. Esta, por su estética de
pesadilla, es casi lo mejor de la película, además de alguna aparición en
segundo plano de la Annabelle espectral. Bueno, y los primeros planos de la máquina
de coser eléctrica…aunque eso, más bien, pone los pelos de punta a los que
hemos utilizado una de vez en cuando.
El museo Warren tiene cacharros todavía más divertidos..pero no sé que gracia le pilló la gente a la muñeca esta
El resto, se ha quedado un poco en pasarratos. Tardé bastante
en tener interés por los protagonistas, que resultan demasiado huecos en su
caracterización: premamá amantísima y marido que trabaja mucho, y de ahí, poco
más. Esto hace que el público esté más pendiente de que pase algo de una vez, a
ser posible con algún susto, en vez de tener alguna simpatía o interés por sus
personajes principales. Además, me ponga como me ponga, la muñeca Annabelle
como algo inquietante no funciona, al menos para mí. Es cierto que la original
era una Raggedy Ann y que verla en el museo de los Warren es bastante chocante,
pero esta versión de porcelana es tan intencionalmente grotesca que es imposible
de creérsela. Y todavía menos en su aparición final, cuando directamente está
hecha unos zorros. Quizá como aparición breve
en Expediente Warren funcionase bien, pero no cuando hay que verla durante hora
y media. Además, las muñecas que aparecen como atrezzo alrededor de ella producen
bastante más nightmare fuel que la titular.
Casi es una suerte que casi todas las referencias que tuviera
de Annabelle la calificaran como normalita o pasarratos, porque lo es. Seguramente
su problema es el tener demasiado presente a su precedente, que como película de
terror, es bastante superior. Cuando en realidad, esta, se queda en una de las de
ver en el sofá e ir esperando a ver qué les pasa a los personajes, pero sin complicarse
mucho.