jueves, 31 de marzo de 2022
El callejón de las almas perdidas (2022). Auge y caída de Stanton Carlisle
jueves, 24 de marzo de 2022
Lecturas de la semana. Me gustó más la película
Aunque sea difícil verlas hoy en las librerías, casi todas las películas que no se hubieran basado en un libro, contaban con su novelización del guión. La maniobra era sencilla: con el material ya escrito, se contrataba un escritor a sueldo y era una venta asegurada como podría serlo cualquier otra pieza de merchandising. Aunque sea más fácil pensar que Batman, Goonies o Willow, como producciones de primera, tuvieran su versión escrita, otras más modestas, de las que se quedaban en el videoclub, también pasaron al papel. Otra cosa es que estas fueran buenas, aunque alguna que otra sorpresa siempre hay.
Ray Garton. Warlock. A partir del guión en el que un despiadado brujo del siglo XVII viaja en el tiempo a la América moderna (moderna del 89), Garton escribe una novela en la que el hechicero, el cazador de brujas Redferne y una joven del presente buscan el grimorio capaz de deshacer la creación. Garton no es un desconocido en el mundo de los libros hechos por encargo. Además de algunas novelas de Buffy y Sabrina, La bruja adolescente, también colaboró con los Warren en la redacción de In a Dark Place, donde narraba la investigación del Poltergeist de Connecticut (también conocido como (“igual no es buena idea que un chaval a tratamiento por cáncer y aquejado de esquizofrenia duerma en el sótano de una funeraria reconvertida a vivienda unifamiliar”). El estilo de Garton, muy directo, sin cortarse en la violencia, parecía adecuado para una historia que podía resultar más sangrienta y donde abundaran las referencias a la mitología popular.
En su lugar, opta por una solución intermedia, tirando a floja: salvo aportar algo más de trasfondo a los protagonistas, y un par de episodios aislados sobre las fechorías del brujo o su desconcierto ante la vida moderna (el que le acompañe un gato como familiar hace que el libro, pese al desastre, gane muchos enteros), el resto se ciñe al guion original, y su idea de desarrollar este narrativamente consiste en dotar al villano de un miembro descomunal que utiliza para matar incautos. No se si en su momento le pareció una genialidad o si le pagaron por adelantado y le daba igual, pero acaba siendo lo más llamativo, para mal, de una novelización que se queda en poco más que una lectura entretenida con unos cuantos momentos de mal gusto.
Randall Boyll. The Demon Knight. Cuentos de la cripta nació como un comic de la EC, se convirtió en serie presentada por el animatrónico que más me ha gustado en la vida, saltó al cine, y de ahí, a la novela de la película. Boyll cuenta con varias novelizaciones de Series B como Darkman, shocker o incluso memoria letal. Y a partir del guion del último guardián de una llave, que debe proteger de una horda de demonios, junto a los residentes de un hotel perdido en Nuevo Mexico, desarrolla una novela que dentro de estas adaptaciones, sorprende por el detalle que aporta y las libertades que se toma.
Aunque en varias ocasiones las situaciones resultan un tanto torpes, y parezcan incluidas porque salían en el guion, Boyll se atreve a jugar con estas y no solo ampliar sino modificar las caracterización de los personajes. Estos, de un grupo atrapado más o menos genérico, se convierten en unos secundarios bastante irredimibles, con un punto gamberro que recuerda un poco a los que aparecían en Cementerio del Diablo o, yendo un poco más lejos, Abierto hasta el amanecer.
Alguna de estas modificaciones suponen una mejora, y otras, especialmente las apariciones del antagonista (aquí apodado “the Salesman”, sin nombre en la película), funcionan realmente bien haciendo de él el personaje cómico y macabro que esta necesitaba, y que seguramente la limitación presupuestaria no permitió.
Además, en un guiño a los comics, incluye interludios en el que el Guardian de la cripta, aquí reconvertido a autor de la novela, opina sobre la situación y los progresos de los protagonistas, adaptando muy bien su papel de director de cine a autor de best sellers paródico.
Comparada con otras novelizaciones, esta sí resulta una lectura divertida y con una autonomía propia, sin tener que agarrarse únicamente a ser “la novela de la película”.
jueves, 17 de marzo de 2022
Pesadilla en Elm Street (1984). Nueve, diez, ¿donde está Fred?
Si muchos tuviéramos que elegir algo que hiciera pensar en el cine de terror de los ochenta, sería un sombrero, un raído jersey de rayas royas y verdes, y un guante hecho de cuchillas. El asesino de las pesadillas, capaz de acechar y matar a sus víctimas en sus sueños, sería una de las franquicias más populares, contando con seis entregas, una serie de televisión, todo tipo de merchandising e incluso más de un sosias en las pasajes del terror de todo el mundo (mención para el “Fredy” del Viejo Caserón). Una personalidad que, cuando hizo su primera aparición gracias a Wes Craven, parecía muy lejos de la fama que obtuvo y del diminutivo con el que se le conocería posteriormente.
En Springwood, un pequeño pueblo de Estados Unidos, una joven sueña repetidamente con una figura de largas uñas que la persigue. Sus amigos reconocen haber visto a alguien similar en sus pesadillas, aunque se niegan a darle importancia. Solo cuando Tina es asesinada violentamente mientras duerme, y su novio, a quien habían acusado del crimen, fallece en las mismas circunstancias, su amiga Nancy sospecha que el ser que la acosa en sus sueños esté detrás de las muertes de sus amigos. Y que la silueta que la ha estado acechando cada noche tenga que ver con el secreto que sus padres han ocultado durante años.
jueves, 10 de marzo de 2022
Lecturas de la semana . Pulp moderno y folletines
Leemos para aprender, a veces por obligación, a muchos porque nos gusta, pero tambien como evasión, aunque esta palabra haya tenido una connotación despectiva en la literatura. Pero el entretenimiento no está reñido con la calidad literaria. No hace falta irse a Dumas, parte del fantástico moderno tuvo su origen en las páginas de los pulp e incluso un vilento antihéroe creado en los setenta, con ciertas semejanzas a Conan, o una novela de suspense que transcurre en París un poco después de la Gran Guerra, tienen algo que aportar.
Darkness Weaves. Karl Edward Wagner. Wagner ha tenido muy poca presencia en España pese a contar con una carrera muy sólida e incluso con la creación de un personaje que lo trascendería: Kane, un guerrero, mercenario, señor de la guerra y hechicero y trasunto en un mundo mítico del Cain bíblico, convertido en antihéroe implacable e inmortal por maldición. Algo así como un Conan desatado que se mueve por un mundo fantástico mucho más despiadado que la Era Hiboria de Howard. No es coincidencia que entre sus primeros textos se contaran pastiches autorizados sobre el cimerio, y que esto fuera de lo poco que se tradujera al castellano.
En Darkness Weaves, que podría ser la primera aparición de Kane, es contratado para llevar a cabo la venganza de una hechicera, desfigurada y desterrada por un monarca rival (lo cierto es que esta había intentado destronarlo, así que algo de culpa tenía). La imaginería y vocabulario que emplea son en principio, muy deudores del mundo de Conan. Se habla de mercenarios de países remotos, monarcas e islas separadas de continentes con una sonoridad exótica y primitiva, pero muy similar al escenario mítico de Howard. También es un mundo mucho más despiadado, violento y donde no hay un lugar para la compasión, donde todo aquel personaje que no es malvado es demasiado inocente para sobrevivir. Un entorno brutal cuyo pesimismo estaría presente en los libros de Geralt de Rivia o de forma más autoconsciente de lo excesivo, en el planteamiento que sería definido irónicamente por Joe Abercrombie como Grimdark.
Con elementos que hoy han quedado un poco desfasados, como unos niveles de chunguez que hoy no sorprenden a nadie, la historia funciona gracias a las dotes narrativas de Wagner, siendo fácil meterse en una historia donde todo resulta familiar, pero fascinante.
jueves, 3 de marzo de 2022
Le Commandeur (Michel Honaker). Demonios, demonología y cosas que solo pasan en los Estados Unidos
Como parte del fantástico, la fantasía urbana es un género relativamente reciente, aunque bastante amplio. Caracterizado por un mundo donde lo sobrenatural y lo corriente conviven de forma más o menos abierta, o más o menos tensa, sus protagonistas se mueven con soltura entre ambos mundos intentando solventar los problemas que pueden acabar con la convivencia entre humanos y otros seres. A menudo también muy ligado al cliché policiaco (he perdido la cuenta de protagonistas que trabajan como detectives y descubren un caso gordo a partir de otro), su calidad es muy variable. Desde una saga más o menos reconocida como Harry Dresden, hasta la deriva a la vergüenza ajena de Anita Blake, pasando por las locuras del Nocturnia de Simon R. Green. Esta no es patrimonio exclusivo del mundo anglosajón tampoco, porque ya en los ochenta un demonólogo nacido de la pluma del escritor francés Michel Honaker defendía las calles de huestes infernales. Pero las de Nueva York, porque hay casos demasiado pasados de vueltas como para que pudiera tener lugar cerca de Versalles.
A finales de los ochenta, en una de las áreas más peligrosas del Bronx, un sin techo abandona un callejón para adentrarse en una casa vacía Tras reclamar su vida anterior, este se presenta como Ebenezer Graymes, profesor de mitología en la universidad de Columbia y un cazador de demonios odiado y temido por todos los monstruos y nigromantes que se esconden en la noche. Un violento sacerdote vudú será solo el primero de sus enemigos tras su regreso. Golems, hechiceros, criaturas de la mitología nórdica, copias de marca blanca del necronomicon y demonios de alto rango intentarán acabar con ese enjuto personaje que armado con una espada élfica y un conocimiento arcano, es el único capaz de enfrentarse a ellos.
Honaker, su autor, es uno de esos escritores un poco todo terreno especializados en literatura de evasión, desde el fantástico hasta el policiaco pasando por textos destinados a lectores más jóvenes. Pero siempre orientado hacia el entretenimiento. Como esta saga en la que no duda en utilizar muchos cliches que alejan al lector del entorno que conocen. No solo opta por ambientar la historia en Estados unidos sin que posteriormente los títulos se cambiarían al inglés: Le démon du Bronx y la maison des cauchemars se transformarían en Bronx Ceremonial y Return of Emeth. No es el único cambio que llevarían a cabo, ya que estas venían caracterizadas por uno de los defectos típicos de la literatura popular poco cuidada: una cantidad de escenas escabrosas gratuitas que se reducirían o directamente, se reescribirían cuando en una edición posterior se orientaron al público juvenil (la edición que encontré era la de los títulos en inglés y una cantidad de escenas de destape chungo que me hico plantearme seriamente a qué estoy dedicando mi tiempo libre). Esta reescritura sería habitual en posteriores impresiones, donde llegarían a desaparecer algunas de las entregas y otras serían reescritas a partir de argumentos descartados.
La estructura es similar en cada tomo: se presenta el villano (o víctima incauta), se cruza posteriormente con Grymes, hay unas cuantas muertes violentas, monstruos vistosos, una explicación mitológica sobre el enemigo u objeto que de título al libro y algún secuestro del interés romántico de su protagonista para llegar a la destrucción del villano correspondiente. Generalmente, a manos del héroe, ataviado ya con su atuendo característico: un abrigo largo y una espada élfica (insisten en llamarla a sí a lo largo de la serie. Se ve que en ese universo hay de todo).
No hay que engañarse: los libros no pasan de ser una lectura rápida tirando a mediocre, en la que el personaje principal poca simpatía despierta a base de ser serio e intensito. Pero tiene esa especie de gracia nostálgica por utilizar el recurso de mandar todo lo sobrenatural a la Costa Este de Estados Unidos y sobre todo, el aspecto físico de su protagonista: basado abiertamente en Peter Cushing, cosa que el autor reconoce abiertamente aunque en los dibujos de la cubierta no sale muy favorecido. Un detalle peculiar de retroalimentación entre figuras de la cultura popular que acaba siendo el principal rasgo distintivo, lo que me recordó mucho a la abierta similiatud entre Rupert Everett y Dylan Dog, que se convirtió en uno de los motivos por los que me llamó la atención la colección.
En las aventuras de Le Commandeur no hay que buscar una narración original, diálogos ingeniosos ni personajes que se ganen el cariño de sus fans, sino más bien, una especie de ensayo previo de la fantasía que se popularizaría muchísimo más unos años después, y una narración pensada para entretener e impactar al público en un número muy breve de páginas.