Desde la semana pasada, hay un determinado grupo de fans que
respira aliviado: Televisión Española ha decidido renovar El Ministerio del
Tiempo, una serie de ciencia ficción de la que se temía su cancelación a partir
del segundo capítulo. Una medida un poco exagerada teniendo en cuenta el poco
tiempo que llevaba en antena (junto al esfuerzo que supuso esta producción).
Además, tampoco tenía mucho sentido centrarse en los índices de audiencia
tradicionales cuando claramente esta funcionaba mucho mejor en los nuevos
sistemas de televisión..Y, bueno, quizá muchos aún tememos que la televisión
española en general seguía escapando del género fantástico como de la peste.
El caso es que al Ministerio le han dado el visto bueno,
junto con todo el apoyo que mostraron sus seguidores, por lo que de momento continúan
las aventuras de Amelia Folch, Julián Martinez y Alonso de Entrerríos en un
organismo público dedicado a mantener el orden dentro de la historia española.
Porque los empleados de este tiene como cometido que esta continúe tal y como
se la conoce hoy en día. Debido a que el edificio sirve como entrada o salida a
distintas épocas en la que sus empleados deben actuar. Estos pueden ser contratados
en cualquier época imaginable, al igual que le ha pasado a los protagonistas:
Amelia es una de las primeras universitarias a finales del Siglo XIX, Alonso es
un soldado de los Tercios de Flandes y Julián es un enfermero en la actualidad.
Desde que entren a formar parte del Ministerio deberán trasladarse a la Guerra
de la Independencia, el Siglo de Oro e incluso a principios de los ochenta
corrigiendo las alteraciones que tienen lugar en ellas. Algunas de ellas,
provocados por quienes también conocen la existencia del Ministerio.
Las primeras noticias de la serie empezaron con el sambenito
de ser “un Doctor Who a la española”. Lo cierto es que el primer trailer, entre
la música y el logotipo, resultaba un poco engañoso y hacía pensar en la etapa
más reciente y el éxito de la producción británica. De hecho los propios
guionistas bromearon diciendo que no era tal, porque este último viajaba al
espacio y salían extraterrestres, cosa que aquí no había. Pero lo cierto es que
este fue suficiente como para llamarme la atención y ver el primer capítulo,
aunque sin confiar mucho en él y un poco pensando “a ver qué han hecho los de
tve ahora”. La sorpresa fue mayúscula, pero no como había esperado, y no me
arrepiento de haber empezado ese primer capítulo por pura curiosidad. Ese
primer piloto sirvió para presentar de una forma ágil a los protagonistas,
secundarios, el funcionamiento del ministerio y establecer el particular
sentido del humor de la serie. Estos cuentan con una personalidad muy
específica, propia de cada época, y que si en algunos momentos produce
situaciones cómicas, en ningún momento los convierten en personajes ridículos o
en bufonada. Estos también se caracterizan por ir avanzando con cada capítulo y
adaptándose tanto a las distintas épocas como a la que los tres comparten en el
ministerio.
Precisamente este es un elemento que sirve tanto de punto de
partida como para establecer algunos gags recurrentes. El diseño de este, con
escaleras y puertas inacabables, y con la historia sobre sus orígenes, es mucho
más cercano a la fantasía que a una ciencia ficción más tecnológica. Pero como
organismo público, sus empleados tienen que sufrir recortes salariales, de
material, y de Moscosos, de lo que se han quejado centuriones romanos,
encargados de reclutamiento en la Armada Invencible o el mismo Velásquez, uno
de los secundarios más divertidos. Este humor cotidiano también se ha
convertido en un elemento recurrente, y uno de los mejores explotados…aunque
precisamente se agradezca que este venga enfocado de esta manera más cercana, y
que obvien un poco los tópicos habituales sobre vagancias y descansos
interminables. Pese a que también había algún guiño, bastante efectivo, a la
costumbre de juntar puentes y días de asuntos propios a la primera de cambio.
Estos escenarios hacen también muy patente el nivel de la
producción y el interés invertido en la realización de la serie: los efectos
especiales, o más bien, la recreación de los escenarios históricos, vestuarios
y especialmente, un reparto muy competente y capaz de hacer que exista química
entre personajes tan distintos. O lo que es todavía más complicado: que uno de
ellos pueda ir adaptando un lenguaje propio del siglo XVII al actual, sin que
esto resulte forzado y que en todo momento el espectador pueda creérselo.
Pese a que es un error el compararla continuamente con
Doctor Who, sí hay un detalle que la hace más cercana a esta: el interés
didáctico que, sin ser una serie con parrafadas
educativas, está muy presente en todos los episodios, donde se dedica
tiempo a describir los acontecimientos y, por el éxito que está teniendo entre
algunos profesores de historia, en convertir fechas y hechos de los libros en
una buena historia de aventuras. Pero también hay otras, lo que tampoco es tan
extraño: muchas novelas o series de ciencia ficción cuentan con guiños o
influencias. En este caso, Tim Powers es una de las más llamativas, pero otros
elementos, como el funcionamiento del Ministerio, y especialmente, algunos gags
y diálogos son muy cercanos a cómo plantea el humor, e incluso un departamento
de viajes en el tiempo, Jasper Fforde en los libros de Thursday Next.