Con solo dos películas, Mike Flanagan
es un guionista que me ha convencido sobre su buen hacer en el cine
de terror. Si bien en Absentia era evidente la falta de medios, lo
compensaba con unos personajes tridimensionales más importantes que
la trama sobrenatural que sustentaban. En Oculus, además de seguir
manteniendo ese logro, contaba con un mayor presupuesto y un guión
basado en un elemento tan enigmático como los espejos. Este
tratamiento de lo irreal también apareció de nuevo en su siguiente
producción, pero en este caso, con un medio distinto pero igual de
fascinante: los sueños, la memoria y sobre todo, las pesadillas.
Before I wake comienza con todo el
aspecto de un drama de sobremesa: un matrimonio que ha perdido a su
hijo se presentan como candidatos a familia de acogida. El niño en
cuestión, Cody, es inteligente, amable y muy tranquilo. Pero a pesar
de ello acarrea un historial de abandonos de sus anteriores tutores.
En una película de las de echarse la siesta habría por ahí algún
trauma escondido o algún asesino de última hora, pero la historia
de Cody es muy distinta: tiene el don de traer al mundo real todo
aquello con lo que sueña. Para quien ha perdido un niño, supone la
oportunidad de , al menos durante unas horas, reencontrarse con él.
Pero este no deja de ser una imagen de lo que le han contado a su
hijo adoptivo durante el día. Y si sus sueños pueden convertirse en
algo tangible, también pueden hacerlo sus pesadillas infantiles.
El principio resulta muy engañoso,
apareciendo situaciones que serían inevitables en cualquier
telefilme: el matrimonio con un trauma, un niño huérfano, un
misterio, y hasta una asistente social moviendo papeles. Estas hacen
temer lo primero en el peor de los casos, y una película más
centrada en el suspense y en lo emotivo en el mejor. Pero su
desarrollo es muy distinto: tras unos primeros minutos un tanto
tópicos, la trama sobrenatural se desarrolla con una gran rapidez,
siendo aceptada por los personajes al ser algo a lo que se enfrentan
directamente, y para la que lo irracional es la explicación más
viable. En cambio, el planteamiento de lo fantástico se ciñe
unicamente a los personajes principales: si bien se intuye que va a
haber un monstruo por ahí, y este aparece un par de veces, su
función en ningún momento es la de ir eliminando secundarios y
extras. Su función es más bien la de ser una de las consecuencias
del don del protagonista. Que, siendo este tan ligado al concepto de
los sueños, también lo estará a cómo el subconsciente interpreta
las vivencias.
En realidad , y quizá por eso el guión
no es tanto de terror como fantástico, lo importante es la figura de
la familia, en concreto, de esos padres que no han superado una
pérdida y que convierten a su hijo adoptivo en un mero instrumento.
Un tema que se va planteando de forma pareja a las primeras
apariciones de una criatura y que llevará a un desenlace mucho más
cercano al terror, donde los elementos anteriores se emplean para
recrear un escenario propio de las pesadillas. Y, aunque este se hace
esperar un poco, su desarrollo, y el cuidado que se dedica a
caracterizar a los personajes previamente, hace que la historia se
disfrute en su vertiente menos terrorífica: los personajes son
cercanos, hay una situación irreal y de la que se intuye un doble
filo que los protagonistas aún no han visto. Ya llegará lo macabro
en su momento.
Un acierto a la hora de tratar estos
temas ha sido la simbología: si en Oculus recurría a los espejos
como entrada a lo sobrenatural, aquí le corresponde a las mariposas,
muy ligadas a lo irreal y también a la metamorfosis, y que aquí
tienen una presencia continua. Con un truco tan simple como
convertirlas en el hobby de su protagonista, combinan secuencias
entre las más vistosas y su vertiente más siniestra, donde unos
insectos similares a polillas anuncian la llegada de las pesadillas.
El papel del protagonista era un tanto
complicado: no tenía que parecer, ni lo hace, un niño siniestro.
Pero tampoco parece uno continuamente asustado como podría estarlo
en una película de monstruos. Aunque la idea sería el
caracterizarlo como alguien más maduro, o darle un aspecto más
especial y consciente de sus características, es una decisión que
seguramente funcione más en literatura que en pantalla: el actor que
lo interpreta se defiende bien en la mayoría de los casos, pero en
otros parece muy perdido y repite de una forma bastante sosa sus
líneas de diálogo.
Before I wake despista al empezar como
un drama de familia, pero su idea principal y desarrollo es muy
distinto: no es una película de terror, ni una pensada para explotar
la emotividad del público, sino más bien una fábula fantástica
con toques de suspense.