Si la granja de Cold Comfort servía de escenario para una comedia llena de ironía en la luminosa campiña inglesa, el regreso al presente y a Londres, la ciudad por excelencia, sirve para uno de los escenarios más sombríos que también pueden dar las islas británicas. Quizá porque este aislamiento que les supone su insularidad da pie a plantear que podía suceder ante una catástrofe global, o en este caso, como afrontarían lo que podría ser el fin de la humanidad…que no es ese final rápido e indoloro con el que todos los que estamos esperando a un meteorito que ponga orden teorizamos, sino uno más inquietante y sin posibilidad de alternativa: ¿y si nos extinguimos definitivamente? O peor, ¿y si tuviéramos que convivir, diaria e inevitablemente, con nuestra inminente extinción?
La carrera de James se centra más en el policiaco y el misterio, aunque sea una distopia de 1992 una de sus novelas más conocidas y adaptada al cine. Esta adapta una hipótesis global a un escenario concreto: como afecta la inminente desaparición de la humanidad a un país del primer mundo “civilizado” como sería Reino unido, y la reacción de este a nivela político. La planificación de las entrada de inmigrantes para cubrir la necesidad de mano de obra, los programas de eutanasia voluntaria o las políticas de mano dura contra la delincuencia, un desarrollo del trasfondo que da paso a la historia de los protagonistas, casi de forma involuntaria: el personaje principal, buscado por su relación con esa figura dictatorial que ahora gobierna, es caracterizado como alguien a quien la vida dejó de importarle hace mucho, al quedar marcado por el accidente en el que murió su hijo de tres años. Es precisamente un detalle tan anecdótico, pero tan terrible como fortuito, lo que sirve para marcar la importancia de la falta de niños no solo en relación al futuro de la especie humana, sino en como afecta a la sociedad: esta sigue emitiendo reposiciones de programas infantiles, muchos ciudadanos recurren a muñecos de porcelana que tratan como bebés y parte de la población cuida a sus mascotas como si fueran hijos, llegando a bautizarles, mientras que las eutanasias se llevan a cabo ocultando los gritos de quienes se arrepienten. Si un párrafo donde se describe una de esas ceremonias fallidas es aterrador, todavía lo es más algo tan sencillo y grotesco como una mujer mostrando orgullosa al protagonista a su gato con un faldón de bautizo.
No se trata de una novela de acción con facciones enfrentadas y desenlaces épicos, sino como una situación afecta a sus protagonistas de forma que esto puede hacer que todo cambie. A lo largo de la huida de estos a través de Inglaterra, varios caerán bien por la traición interna, por uno de esos grupos de jóvenes salvajes que James, como trasfondo de la narración, desarrolla con gran sencillez y credibilidad, o por la propia fuerza del orden quienes pueden sufrir el mismo destino. El final, pese a un último instante de luz, tampoco resulta esperanzador, dado que la autora no solo aprovecha las referencias al uso de objetos como símbolo de poder político sino que a través de ellos sugiere que pese a ese momento en el que na humanidad no está perdida del todo, el triunfo de los protagonistas no es un porvenir brillante ni la caída de un régimen dictatorial: solo será un cambio de gerencia.