Pesadilla diabólica es la adaptación cinematográfica de la novela de Robert Marasco Burnt Offerings, Holocausto en su versión impresa pero que prefirieron optar por un título más espectacular. Al menos, si que alguien tiene pesadillas, pero no son necesariamente diabólicas y solo son una parte más de lo que empieza a experimentar una familia poco después de empezar el que sería un verano de ensueño. Tras alquilar a un precio irrisorio una gigantesca mansión, Ben y Marian se trasladan junto a su hijo y Tía Elizabeth a la casa de los Allardyce, una extravagante pareja de hermanos que parecen más que satisfechos de ceder su hogar con dos condiciones: cuidarlo como si fuera suyo y ocuparse de la anciana señora Allardyce, que habita sin abandonarlo, el piso superior y a la que basta con subirle sus comidas diarias, que extrañamente nunca toca. A partir de este acuerdo, la familiar empezará a experimentar cambios en su conducta: Marian se convierte en la cuidadora de una anciana a la que no ha visto y se ocupa hasta la obsesión de mantener la casa y sus enseres limpios. La tía Elizabeth, una anciana llena de vitalidad, acusa la fatiga cada vez más y a notar sutilmente los estragos de la edad en su mente. Y Ben, además de mostrarse cada vez más irritado con su entorno, sufre una serie de pesadillas donde se encuentra con un siniestro personaje de su infancia. A pesar de todo, el esfuerzo parece valer la pena: la casa tiene cada vez mejor aspecto e incluso las plantas que se marchitaban en el invernadero han vuelto a florecer.
A partir de ese momento, el metraje toma un cariz sobrenatural sin mostrar nada más que accidentes cotidianos enfocados desde una perspectiva siniestra: una pelea de broma en la piscina que se va de las manos, la enfermedad repentina del miembro más anciano de la familia, la discusión de pareja causada por el entorno malsano. No hay efectos especiales vistoso más allá de la tormenta que anuncia el desenlace, y sobre todo, las pesadillas de su protagonista: el conductor de un coche fúnebre anunciando lo que sucederá. Una figura llamativa y muy recordada dentro de una película minoritaria en comparación con otros clásicos del cine de casas embrujadas, pero que quizá por el montaje (en este caso la versión disponible era la de una hora y cuarenta), parece no tener mucho que ver con el resto de la trama. En este caso, esta enfoca de manera más directa lo que narraba el material original: situaciones como el deterioro de la anciana o las canas que aparecen en el pelo de la protagonista, así como la revelación de lo que oculta el cuarto de la matriarca, sintetizan muy bien la idea de “casa hambrienta”, donde la amenaza no es lo fantasmal sino la naturaleza casi vampírica del entorno. Así como la bandeja de comida intacta se asemeja a una ofrenda presentada ante una fuerza invisible.