The Last Airbender son de esos dibujos que habían quedado
aparte por ser difícil seguirlos, al menos, tal y como los suelo ver en los
canales de tv. Es fácil cogerle el ritmo a Hora de aventuras o Historias corrientes,
por su estructura episódica. Pero cuando empiezo a ver que algo lleva un
argumento continuo, o lo pillo desde el principio, o se queda por ahí. El
dibujo amerimanga tampoco me convencía, aunque la serie tenía muy buenas
referencias y alguno de los escenarios que había podido pillar haciendo zapping
sí parecían interesantes.
Al final se me ocurrió empezar con la película de Shyamalan donde adaptaba el grueso de la
historia. Aunque esta había tenido muy malas críticas, no había visto nada de
este director desde el Bosque y quería saber cómo se las arreglaba en un guión
sin giros de guión reveladores. En ella se presenta un mundo formado por cuatro
naciones, correspondientes al agua, aire, fuego y tierra. En cada una hay
maestros que dominan estos elementos y pueden utilizarlos a modo de hechizos. Se
dice que el Avatar, una encarnación que renace cada cierto tiempo, es capaz de
controlar los cuatro, pero este ha desaparecido hace décadas, cuando la nación
del Fuego decidió invadir al resto. Katara y Sokka, dos jóvenes de la nación
del agua, encuentran a un niño que dice haberse escapado hace días del templo
del Aire. Algo sorprendente, tanto como la posibilidad de que Aang sea el Avatar perdido. Perseguidos
por el ejército del fuego, los tres intentarán completar la formación de Aang
en el resto de elementos y detener la guerra que arrasa las distintas naciones.
Lo que más aleja a Airbender de películas de fantasía
anteriores es su ambientación en un mundo donde todo es de influencia oriental
y asiática: en las cuatro naciones aparecen representadas los monjes shaolin,
las culturas inuit, china e incluso persa. Esta última es la más golosa a la
hora de representar, al ofrecer la posibilidad de recrear todo tipo de
escenarios imperiales, ejércitos e incluso maquinaria de guerra que resulta
bastante steampunk. La trama sobre el avatar, tan relacionada con monasterios y
reencarnaciones, es fácil de reconocer. E incluso las secuencias donde los
personajes usan los elementos recuerda mucho a los movimientos de artes
marciales. Tampoco era muy habitual del cine fantástico oriental, ni de nada
que estuviera influído por este, por lo que me resultó muy llamativo y bien
logrado para los poco familiarizados con él.
Aún sin conocer la serie, se notan bastantes defectos a la
hora de adaptar la totalidad a un metraje más limitado: esta resulta bastante
atropellada, y en demasiadas ocasiones, los personajes parecen comportarse de
una forma determinada porque es lo que les toca hacer ¿Qué aparece un niño que
puede ser la reencarnación de alguien? Pues hala, hay que cruzar el mundo con él
sin complicarse más la vida ¿Qué tiene que entrenarse en algo? Pues hala, a
buscar maestros y superar los niveles como si de un videojuego se tratara. Además,
hasta algunos personajes principales parecen muy poco caracterizados.
exceptuando dos que junto al protagonista son los más importantes (en este
caso, Katara y Zuko, el hijo del señor del Fuego), el resto se queda a rebufo
de los demás. Es bastante cantoso en el caso de Soka, quien acompaña a los
protagonistas, y aún debiendo tener más presencia, se limita a ir de un lado a
otro. Esto acaba afectando a parte del guión, que hace que algunos de los
personajes parezcan estar ahí como Deux ex Machina para solucionar algún problema
en la trama principal.
Una de las críticas más negativas que sufrió la película fue
su elección del casting. Principalmente, esa nación del Fuego caracterizados
como árabes, pero sobre todo, el que dos de los personajes principales sean
claramente caucásicos cuando, tanto los originales como su propia tribu en la
versión cinematográfica, son orientales. Una decisión bastante desafortunada
que en el primer caso, se salva gracias a una caracterización de la nación y la
cultura muy cuidada y coherente consigo misma. Pero que el segundo, es bastante
paradógica y parece deberse únicamente a la intención de incluir caras que
atraigan al público mayoritario.
No sé cuantas diferencias habrá con el material original, o
si este ha sido respetado, por lo que no puedo quejarme de si es una buena o
mala adapción. Al final se la jugaron con un desenlace demasiado abierto, de
esos que cuentan con tener una secuela sí o sí, y que de momento, no tiene
pinta de haber sido acortado. En general, y aún con todos los fallos de ritmo y
lo acelerado del guión, me pareció entretenida y bastante mejor que versiones
de material foráneo como 47 Ronin. Además, si me ha animado para empezar con la
serie de dibujos, tan fallida no ha resultado.
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