¡Se acabó agosto! Y este verano, además de repasar algunos
libros que recordaba (o releí) de hace muchos años, también pude terminar
algunas trilogías que me habían quedado pendientes. Estas todavía son tendencia
porque están en plena adapción al cine y a la televisión, pero habían ido
quedando aparcadas por cualquier motivo: que me he cansado de leer dos libros
del mismo tema seguidos, que me da pereza sacarlas de la biblioteca o que
prefería esperar a leerlas en papel.
Suzanne Collins. Sinsajo (Los juegos del hambre 3). Esta trilogía
ha sido de lejos la que más me ha sorprendido dentro de la narrativa juvenil
reciente. Aún manteniendo alguna característica propia del género, quedaba a
años luz de las que más sonaban en el momento, como Crepúsculo o Cazadores de
sombras. Lo cierto, es que su ambientación en una sociedad distópica y muy de
ciencia ficción no tenía nada que ver con esos otros temas..Ni con otros
similares que se han publicado a raíz de su éxito, tampoco.
En lugar de repetir el esquema anterior sobre competiciones
mortales, avanza en la trama sobre la rebelión de los Distritos contra el
Capitolio. Tema que había venido rumiándose desde un principio pero que la
protagonista siempre vivió como algo muy secundario. Esto es algo que se
mantiene, ya que esta debe lidiar ahora con su puesto de herramienta propagandística
para una resistencia cuyos métodos se acercan peligrosamente al del poder que
intentan derrocar.
Uno de los principales defectos que la serie mantuvo en los
libros anteriores ahora es mucho más evidente: toda esa trama es muy débil, en
comparación con la principal, y siempre se plantea como algo de lo que la
protagonista no llega a enterarse muy bien. Es más, parece que cada vez que la
autora no sabe que hacer con la trama, envía a Katniss inconsciente al hospital
para despertarla después y hacer que se entere a grandes rasgos de lo que ha
pasado. Le pasa cada vez que visita un hospital, participa una batalla…o se
enfrenta al propio presidente del Capitolio, recurriendo a una resolución
atropellada y muy pillada por los pelos.
En cambio, siempre quedará en la memoria el absurdo mundo y
sistema de castigo de Panem, poblado de modas y modificaciones corporales imposibles,
donde un juego anual a muerte es considerado un entretenimiento viable y lógico.
Si en papel resultaba algo difícil de creer, Collins consigue recrear un mundo
plausible, que es fácil creerse a las pocas páginas y cuyos personajes,
especialmente su protagonista, resulta más complejo de lo que uno esperaría. Es
también gracias a estos por lo que los Juegos del hambre se convierten en una
lectura memorable: estos, poco simpáticos,
muy alejados del romanticismo propio de los adolescentes y que terminan sus días
marcados emocionalmente por lo que les ha sucedido. Lo que prometía ser un
happy ending al uso se convierte en una forma muy hábil de recrear un desenlace
bastante oscuro.
Guillermo del Toro y Chuck Hogan. Eterna (Trilogía de la
oscuridad 3). The Strain pasó de ser una trilogía a una serie este verano,
donde a ratos se pueden ver unos vampiros parecidos al conde Orlok asolando
Nueva York, y a otros ratos, a Corey Stoll con peluca.
Si en los dos primeros tomos se narraba en cuestión de días
la epidemia de vampiros, y los orígenes de El Maestro, el no muerto que se
encontraba detrás de la plaga, Eterna continúa la historia tras un lapso de dos
años: varias explosiones nucleares han provocado que la tierra se suma en una
oscuridad permanente y han facilitado que el Maestro y sus vampiros se hagan
con el control de esta. Lejos de exterminar a la humanidad, esta continúa su
vida, excepto unos pocos mantenidos en granjas y utilizados para extracción de
sangre y cría (vamos, la dieta habitual de cualquier banquero, pero menos
discretos). Eph Goodweather, Nora y Vasily hacen lo que pueden como miembros de
la resistencia sin la ayuda de Abraham Setrakian, ya fallecido, y con el hijo
de Eph convertido en discípulo del Maestro.
De entrada, este último tomo tiene bastante interés al
tirarse a la piscina y plantear la narración desde un escenario postapocalíptico,
donde los autores tienen más libertad creativa. Y esta se nota, al crear una
situación más propia de cualquier posguerra que una similar a Mad Max o La
carretera: exceptuando los vampiros que triscan por las calles, la escasez de
alimentos y la gente intentando continuar con su vida resulta algo bastante
ordinario y realista.
Pero, si en los libros anteriores el mayor defecto eran las
explicaciones científicas que aparecían cada dos por tres, y los personajes
aparentemente molones que acababan por no hacer nada, en este caso estos han
sido sustituídos por…las explosiones. Por suerte no hay mucho que exponer en
plan “ciencia para todos” pero se recurre al truco de que, cada vez que los
personajes se encuentran en alguna situación difícil narrativamente hablando,
algo explota. Esto es algo que se mantiene hasta el último momento del libro,
donde uno puede no quedarse muy contento con esto de haber leído tres tomos
para que la mitad acaben con un hongo nuclear. Aún con los elementos
interesantes que salían de vez en cuando, no me extraña que Del Toro no
volviera a intentar hacer carrera con la letra impresa y se dedicara a los
guiones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario