A princpios del 2000, casi todos los personajes de Rocky y Bullwinkle fueron adaptados al cine. Los resultados fueron bastante extraños, siendo Rocky y Bullwinkle una mezcla de animación e imagen real muy pensada como homenaje, y Dudley Do-Right una comedia que tenía algunos puntos graciosos y gran parte de los defectos de ese tipo de material. Y es que, en el caso de los secundarios del show de la ardilla, el material solía ser bastante anecdótico, y con algunos skecths muy marcianos. Y en el caso de Dudley de la montaña, el resultado en taquilla fue tan flojo como para que se olvidaran una década de otros personajes mucho más golosos a la hora de saltar al cine.
El señor Peabody y Sherman es uno de esos casos: el perro más
listo del planeta construye una máquina del tiempo, con la que viaja a
distintos momentos de la historia junto a su hijo adoptivo Sherman. Esta no
suele ser como la cuentan los libros, sino que a menudo ofrece situaciones
mucho más absurdas que las narraciones oficiales. A grandes rasgos este era el
contenido de los dibujos originales, y que se mantiene como punto de partida. Pero
la película aporta algo más de trasfondo tanto a sus protagonistas como a su máquina
del tiempo: no todo el mundo cree que un perro sea el mejor padre adoptivo para
un niño de siete años. Y cuando Sherman se pelea en el colegio con otra de los
estudiantes, Peabody decide que lo mejor para demostrar su valía como tutor es
invitar a los padres de la niña a una cena. Y cuando esta decide utilizar por
su cuenta la máquina del tiempo, Peabody debe rescatarla y llegar a tiempo para demostrar a
la asistente social que Sherman tiene el hogar adecuado.
Frente a otras producciones donde optan por presentar una
historia sobre los orígenes de las aventuras de un personaje, esta ha optado
por saltársela y presentar una situación donde todos los elementos se han
establecido. Se nota que estos personajes eran bastante conocidos en Estados
Unidos, por lo que la historia de Peabody se soluciona con un monólogo bastante
rápido donde explica todos sus logros, la adopción de su hijo, y la fabricación
de la máquina del tiempo como herramienta educativa. No esperaba que se
saltaran el desarrollo del punto de partida pero lo cierto es que se agracede. Cuando
el protagonista es un perro inventor, tampoco es que haya gran cosa que
justificar. Además, esto sirve para darle un poco de variedad a la hora de
explotar el tema de la máquina del tiempo.
Exceptuando a los dos personajes principales, el resto son
todo novedades creadas para la película (lo sé porque no me perdía un capítulo
de Rocky y Bullwinkle). En el caso de los personajes principales, a estos se
les aporta un mayor trasfondo, al menos, desde un punto de vista más emotivo. Es
muy difícil tomarse en serio a un perro inventor, pero resulta bastante
entrañable cuando se plantea que el también quiera tener una familia, o los
conflictos que surgen por tener un niño humano adoptado. Incluso se salen un
poco de la norma en cuanto a los secundarios, porque lejos de contar con los típicos
matones y amigos a primera vista, la mejor amiga del protagonista es una niña
con la que empieza peleándose. Lo cierto es que todos estos temas de la familia
y la amistad son algo habitual en la animación infantil: poco importa que sea
Chicken Little, que Lluvia de albóndigas, o un poco mejor llevado en el caso de
Paranorman, pero siempre va a tener una parte sensible que a veces resulta un
poco forzada. Porque lo cierto es que el personaje de Penny tarda muchísimo en
ganarse la simpatía y preocupación que los protagonistas muestran por ella a
los quince minutos de película.
A la hora de integrar los viajes temporales dentro de la
historia es donde la película se luce. Temía que en un principio todo se
limitara a una sucesión de pasajes históricos tratados con el mismo humor que
en la serie original, pero sin conexión. En cambio, estos se integran de una
forma muy fluida donde uno de ellos sirve como introducción para los
personajes, y el resto, forman parte de la trama, o más bien, hacen que estos
combinen con ella sin que resulte excesivamente forzado. Además, habiendo
viajes temporales, incluyen un elemento que no estaba en la serie pero que
combina perfectamente: las paradojas temporales y otros elementos más de
ciencia ficción, que a partir de la segunda mitad, se convierten en una parte
clave del guión y que hace que la película sea algo original, no un remedo de
una serie de los sesenta.
Además de ser una buena adapción de unos dibujos poco conocidos fuera de
Estados Unidos, cuenta también con otra ventaja: unas dosis de humor muy
adecuadas. Es difícil que una película combine bien los gags visuales con otros
verbales o más pensados para los adultos. O bien este suele ser completamente
blanco, o como en el caso de Shrek, son directamente guiños para el público más
crecido. Pero en este caso, la combinación es bastante redonda: desde
secuencias donde los soldados salen del caballo de Troya por donde uno sabe,
hasta comentarios sobre lo incómodas que son las reuniones familiares en casa
de Edipo. Hasta la inquina que le tiene Robespierre a los melones cantalupo,
que no se por qué, pero me ha hecho mucha gracia. Eso sí, los juegos de
palabras del Señor Peabody siguen siendo igualitos que los de la serie
original, y hasta da para un par de situaciones simpáticas.
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