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lunes, 23 de noviembre de 2015

Z Nation (2015). Esta vez sí que va en broma.



Cuando el año pasado se estrenó Z Nation, en su primer capítulo no quedaba muy claro qué pretendía: su aspecto cutroso, diálogos de serie Z y personajes sacados del mismo cajón daban la impresión de ser una versión Asylum de Walking dead. Hicieron falta un par de capítulos más para que la opinión fuera cambiando y la serie encontrara un hueco donde esto tuviera más sentido: el de la comedia y el de no tomarse en serio el guión.


A partir de la segtunda temporada, esta idea terminó de cuajar volviendo su premisa mucho más alocada que al principio: Murphy, el único inmune a las mordeduras y posible esperanza de encontrar un antídoto, ha desarrollado el poder de controlar a los zombies. Los supervivientes encargados de llevarlo al laboratorio han sufrido bajas en su grupo y su misión se ha complicado con los cazarrecompensas que buscan a Murphy y con los Zeros, un cártel que se ha beneficiado de ser la única fuerza armada que ha quedado tras el Apocalipsis. Además de encontrarse a todo un continente de su destino, debiendo atravesar unos Estados Unidos poblados  por zombies mutados por la radiación, hibridados con plantas y hasta con alienígenas. Todo, en medio de las dudas que no quedaron resueltas la temporada anterior: ¿Qué ha sido de ciudadano Z, que guiaba a los protagonistas por radio desde su base en el Norte? ¿por qué un tipo con unos poderes dignos de un nigromante escrito por Robert E. Howard  no hace algo más productivo que ser el petardo del grupo? Y sobre todo, ¿a quien se le ocurrió que meter un bebé zombie como clave en un episodio sería una buena idea?


Z Nation ha acabado por ocupar el hueco que le habría correspondido a la serie de Zombieland, si no se hubiera quedado en un piloto: es una comedia de acción y zombies, donde hasta los protagonistas son conscientes de vivir en un entorno bastante alocado. En el mundo de la serie no hay lugar para el dramatismo, y en los momentos en que lo hay, están planteados de tal forma que resulta un tanto patético, o más bien, involuntariamente cómico: esta es la única forma de ver secuencias que se mantienen gracias a detalles como el bebé zombie, donde no se cortan de mostrar una cara un poco grotesca donde los efectos digitales cantan a la legua, y donde cualquier intento de seriedad parece sobreactuado (bueno, esto también es porque el reparto no es que sea una gran cosa).

La tendencia a la comedia fue haciéndose patente en cada episodio, autoconclusivos la mayoría de ellos, donde los supervivientes y comunidades que aparecen son más cercanos a Mad Max que a Walking Dead: la gente parece haberse tomado el tema del fin del mundo muy a la ligera y en cierto modo, para que salgan todo tipo de comunidades llevadas al extremo: desde rednecks, a menonitas, pasando por mercenarios y grupos de abducidos. Todo lo relativo al fin del mundo también se toma muy a la ligera: no faltan los diálogos sobre las inconveniencias del Apocalipsis, palabra que usan de forma regular y de manera irónica, y que acaba por convertirse en una de las frases habituales de la serie, al igual que la tendencia de los protagonistas a arruinar algún monumento o escenario natural, acompañado de la advertencia “Si alguien pregunta, no hemos estado cerca de ..”.

 

Esta última viene del objetivo principal de la trama en esta temporada: los personajes tienen que llegar a un punto concreto, como es el laboratorio en California, para lo que tienen que recorrer todo el país. Y cuando explicaban en clase que la línea recta es la distancia más corta entre dos puntos, ellos debieron faltar ese día, porque el viaje está lleno de rodeos, retrocesos, y visitas a toda la geografía del país. Que, aunque sea causa de todos los obstáculos que los guionistas decidan incluir hasta final de temporada, en realidad es porque esa especie de viaje por todos los escenarios típicos y parodiables en Estados Unidos son más la propia trama que el macguffin propuesto como objetivo del viaje.


 
Otro factor a favor para disfrutar la serie como una gran broma es su uso de un montón de elementos propios de la serie B. Cosas como encontrar vacunas o los personajes inmunes suelen ser más propios de las tramas de aventuras y ciencia ficción que del drama, y que aquí se tratan de una forma muy poco seria: Murphy, quien sería la clave en este caso, cuenta con todo tipo de defectos posibles y actitudes ridículas, de forma que todos los poderes de videojuego con los que cuenta son cualquier cosa menos una amenaza o una posibilidad de narración seria. Igual que los propios zombies, de los que han aparecido ya tantas variedades que ni un videojuego: radiactivos, plantas, portadores de ántrax e incluso un cameo de George R. R. Martin zombieficado firmando ejemplares de Sueño de primavera. Bastante material para el presupuesto que tiene la serie, que resulta en unos escenarios a base de todos los desiertos y descampados posibles, zombies de pasaje del terror y unos efectos especiales a base de infografía muy de casa. Aunque a esta última no termino de pillarle la gracia porque creo que los decorados y los monstruos de plástico le ganan a cualquier Sharknado.



En cambio, los dos episodios que ha ganado respecto a la anterior temporada juegan un poco contra lo que ha conseguido en cuanto a intención y desarrollo: es muy divertida, pero tener quince episodios hace que en algunos se note mucho el relleno, o directamente, la falta de guión e ideas más allá de poner cosas que van a ser graciosas. A fin de cuentas, se trata de una producción de The Asylum, que aunque ha encontrado su nicho con Sharknado y las películas malas hechas aposta como forma de comedia, es más bien porque sus realizaciones salen así, y no siempre de forma intencionada. Con todo, estos 15 están muy lejos de las temporadas de 22 habituales y resultan incluso más divertidos que la temporada anterior. Teniendo en cuenta, claro, la idea de esa serie: los zombies no son más que una broma, y Z nation, una comedia un poco distinta de 40 minutos. 

2 comentarios:

Liliana Fuchs dijo...

En casa también la estamos viendo, el piloto no fue gran cosa pero nos fue haciendo gracia a medida que avanzaba. La segunda temporada ya es el despiporre total del absurdismo, y me encanta ver qué ida de olla se les ocurre nueva (ese queso gigante rodando aplastando zombies!). Sí que estaría bien que la temporada ya hubiera terminado, pero bueno, es entretenida :).

Renaissance dijo...

A mí me pasó lo mismo: el primer episodio parecía flojo, y desde que encontraron el punto de comedia, fue mejorando a pasos agigantados. Lo mejor, ese viaje a través de Estados Unidos con las principales atracciones zombie de cada estado.
La parte de los Zeros también es muy divertida: cuando pensabas que no podía ser más absurdo, aparece un tío de traje y corbata portando un lanzagranadas.
Por suerte, la han renovado para una tercera temporada, aunque creo que el formato de 15 capítulos alarga la broma más de lo que debería. Por lo demás, una comediaza en toda regla.

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