Hoy las lecturas van de casas malditas. Y de testimonios dramáticos, de investigadores y sobre todo, de casos que en mayor o menor medida se han podido conocer gracias a sus versiones cinematográficas o a los documentales de fantasmas que se pueden ver de vez en cuando en el canal Mega. Ambos tienen sus años encima, de cuando estos casos paranormales hicieron furor y sus versiones autorizadas no se hicieron esperar. También a ambos se les nota el paso del tiempo e incluso las informaciones que surgieron con posterioridad sobre el tema, pero, en el fondo tienen su interés, y cierto punto similar a las meigas: igual no se cree, pero haberlas haylas.
Ray Garton
y Ed y Lorraine Warren. In a Dark Place. Aún falta un año para
Expediente Warren 2, pero los libros sobre el matrimonio de investigadores que
inspiró la franquicia empiezan, después
de haber estado desde los ochenta en saldos o descatalogados, a verse en
ediciones digitales. Y hay para rato, porque en su día debieron llegar a la
veintena, donde recogían o bien sus investigaciones más destacables, o casos
variados. Casos que ellos aseguraban que no tenían nada que envidiar a ninguna
película: allá donde iban ellos, aparecían demonios, posesiones y todo tipo de
fenómenos que no habrían desentonado en cualquier película de los ochenta.
En el caso de In a Dark Place, la comparación es bastante adecuada, porque su coautor es Ray Garton, un escritor de novelas de terror y de novelizaciones de cine y tv, quien, sospechosamente, reniega hoy de este libro y dice que de ningún modo debe considerarse como no ficción. El parecido continúa al darse un caso muy especial: los investigadores protagonistas no aparecen hasta la mitad, algo que se echa bastante en falta debido a la personalidad de estos. En su lugar se centra principalmente en narrar desde inicio a fin los supuestos fenómenos paranormales que vivió una familia tras mudarse a una casa que había sido antiguamente una funeraria. Este es bastante conocido como “Haunting in Connecticut”, y ha aparecido en un montón de reportajes sobre fantasmas y casas embrujadas de Estados Unidos.
Ahora, lo de
“no ficción”, incluso cuando este fue publicado, es muy relativo: si la
estructura de novela hace que se lea de una forma más sencilla, y menos en
serio que un reportaje, esta también tiene todos los clichés posibles del
género: los testigos que vivieron la historia a menudo parecen personajes
ficticios, hasta el punto de que los protagonistas de Insidious parecen menos
unidimensionales que un testimonio real. Pero precisamente esta intención de
ser una recopilación realista de lo sucedido, hace que esta mantenga en todo
momento un estilo muy simple, limitado a contar que los personajes van, vienen,
pero que unido a una estructura propia de una narración, hace que resulte
bastante pobre. Y que, por mucho que Garton proteste, tampoco es que diga mucho
de sus habilidades de escritor, porque es simple a más no poder. Se queda en
una curiosidad más, a falta de poder ver la próxima película.
Jay Anson. Aquí vive el horror. Amityville fue en su momento
un caso muy popular y controvertido en el mundo de las casas embrujadas, y
cuarenta años después, una franquicia que ha dado varias películas y
documentales. Es curioso que por un lado fueran los Warren algunos de los
investigadores que pasaron por la casa, pero que en cambio, su presencia se
haya obviado con el paso del tiempo y que incluso en este libro, su versión oficial,
apenas si se los mencione en el epílogo.
Es en este reportaje escrito donde se narra la llegada de la
familia Lutz a una casa marcada por un asesinato cometido hacía poco, y cómo
esta empieza a ejercer una influencia negativa en sus habitantes: el cabeza de
familia parece cada vez más huraño y desquiciado, la niña más pequeña de la pareja
cuenta con un amigo imaginario un tanto raro y todos coinciden en que hay algo
que les hace sentir incómodos y mal recibidos. Lo que viene a continuación son,
quizá un poco magnificados, los sucesos paranormales propios de muchas
historias sobre casas embrujadas: descenso de las temperaturas, cambios de
humor, sombras, manchas en las paredes…e incluso una asombrosa muestra de mala
baba por parte del fantasma en cuestión,
llegando a volver de color negro las tazas del WC de la casa (en lo que
probablemente sea un nuevo y pragmático nivel de maldad sobrenatural).
El estilo es el propio para llegar a todo el mundo y para no
ser demasiado exhaustivo: no tiene los detalles e información de un ensayo, pero
tampoco tiene la calidad artística de una novela: no busca acercarse al estilo
periodístico o a la creatividad literaria, sino una especie de calle de en
medio donde se relatan los hechos tal y como los aseguran sus testigos, quizá
buscando un poco el sensacionalismo y el interés del lector, que es el fin de
este tipo de lecturas.
A diferencia de otras ficciones derivadas del caso, esta se
supone que sería la oficial y verídica, con toda la simpleza en la narración
que esto implica, también por esto, un poco más libre de los excesos propios de
las versiones cinematográficas que se hicieron, muy marcadas por los gustos que
podía haber a principios de los ochenta y del 2000. Pero aún así, esta historia
verídica de Amityville y sus víctimas sigue manteniendo su interés, al margen
de su veracidad: su trasfondo, los testimonios y las investigaciones acaban
conservando algo de leyenda urbana, de caso que pudo ser o no, y que, si se
encuentra en un texto que cumpla un poco de corrección a nivel escrito, puede
ser una lectura curiosa ahora que han pasado sus buenas cuatro décadas.
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