Si me cuesta mucho encontrar una comedia que me haga reír, más lo es encontrarla en el campo de la literatura. Cosas como los diarios de Bridget Jones me quedan muy lejos, Tom Sharpe a veces se pasa de cínico con todo y bueno, creo que aunque solo sea por curiosidad, debería al menos probar con algún libro de Jeeves. Cuando lo más cercano es Terry Pratchett, la idea de encontrar cómico un libro escrito hace un par de siglos puede resultar imposible. Pero más imposible parecía que un libro de 1860 ofreciera un humor absurdo que pareciera de ayer mismo.
Paul Féval padre escribía folletines. Hoy sigue siendo un nombre conocido en Francia, como lo es su saga de El jorobado, con el espadachín Lagardère, Los misterios de Londres, y en menor medida, Los dramas de la Muerte. Un autor especializado tanto en el género de capa y espada como el de la narración por entregas que un día decidió escribir una sátira de la novela gótica. Y así nació La ciudad vampiro. Esta, muy breve, sigue los pasos de una heroína sin nombre, a la que se refieren reverencialmente como "Ella", al igual que a muchos otros personajes, por el tema de proteger identidades al que Féval alude con mucha sorna. Ella no es otra que Anne Radcliffe, la autora de novela gótica quien, a su pesar (y demostrando no ser muy brillante. Como el resto de sus acompañantes, vaya), se embarca en una aventura digna de cualquiera de sus escritos. Esta empieza como una trama de herencias, intentos de asesinato y traiciones. Continúa incluyendo elementos sobrenaturales con la figura del vampiro como principal giro y termina en un viaje a través de Europa lleno de aventuras cada vez más desconcertantes, cuyos inicios y desenlaces parecen sacados de la manga, poblados por diálogos teatrales y mucha ironía con los estereotipos ingleses y la actitud victoriana ante el resto del mundo, que Féval no duda en explotar. Todo ello, como advierte la novela en un momento determinado, al son de la música de los guardas ecuestres ¿Raro, esto último? Pues es de lo más normalito que puede encontrar el lector de camino a Selene, conocida como La ciudad donde se refugian y tienen domicilio, los vampiros de toda Europa.
La novela surgió como una parodia del género gótico, estilo del que hoy apenas si se conservan algunos detalles estéticos. Porque, al igual que los propios folletines, ha envejecido tremendamente mal. Aunque la intención inicial no fuera la comedia, sino la sátira, hoy el efecto es el contrario: la historia ha ido tomando un poso de comicidad debido al uso de la parodia y especialmente, a un sentido del humor muy absurdo. Tanto, que este a menudo resulta moderno y sorprendentemente, muy cercano al inglés.
Los diálogos, al estar muy marcados por la intención satírica, no cuentan con demasiado ingenio, sino que están pensados para hacer evidente la intención caricaturesca de los personajes, que oscilan entre la heroína al uso y los secundarios con características más populares. Entre estos, quizá el más memorable sea la figura del criado irlandés, toda una recopilación de tópicos de la región que hoy fijo que no resultaba muy correcta, y que su principal característica consiste, por algún motivo (probablemente también haciendo mofa de algún estereotipo), el ganar las peleas a base de cabezazos. Y por supuesto, el villano, el vampiro conocido como el Señor Goetzi que se adelantó también unas décadas a los paseos de Drácula por Londres. Y que por cierto, tiene bastante más mala idea y es más pragmático que el creado por Stoker.
Estos personajes, y las situaciones, recuerdan en muchas ocasiones a los Monty Python, quizá en menor medida a los primeros libros de Pratchett por lo de centrarse en un género concreto, y sobre todo, en las descripciones, a la imaginería de Terry Gillian. Los pasajes como la llegada a la ciudad cuentan ante todo con humor, pero también de poesía, algo de pesadilla y cierto ensueño. además de un poco de mala idea. Porque lo de hacer chistes de vampiros y banqueros no es algo que se hubiera inventado en el último siglo.
La sensación que produce el libro, en general, es de desconcierto. Por encontrarse ante un tipo de situación y gags que no habría imaginado en un texto de la época, pero también porque lo alocado de su ritmo: de una página a otra los personajes aparecen, sin apenas caracterización en muchos casos que la de los tópicos locales, se ponen en marcha a la siguiente trama sin transición alguna y en general, se acaba notando esa intención de no ser una novela al uso sino el plantear un texto con intención satírica. Es precisamente esta falta de ambición la que supone el mayor fallo, y casi insalvable. En un momento dado, justo en el punto clave, el autor parece aburrirse y optar por el desenlace más rápido y fácil: el de concebir todo como una fantasía, haciendo que todo lo que había construido hasta entonces se quede en una broma menor para pasar el rato.
Aunque encontrar un desenlace así siempre acaba saboteando el conjunto, La ciudad vampiro es, de todas formas, una lectura que merece dedicarle su tiempo. Que no es mucho en realidad, porque es muy corta. Pero que una vez terminada, el lector puede quedarse con una historia llena de humor absurdo, bastante adelantada para lo que podía esperar, pero hoy también poco conocida. Tanto, que en mi caso, viendo Penny Dreadful, en más de una ocasión me acabé preguntando qué habrían hecho la Señorita Yves y Chandler si tuvieran que darse una vuelta por Selene.
2 comentarios:
Tengo un recuerdo estupendo de este librito (nunca mejor dicho) de cuando Valdemar lo publicó, con esa especie de Nosferatu en la portada. Como hace muchos años y no lo he vuelto a releer, los detalles de la trama los tengo envueltos en una nebulosa, pero tu artículo me ha hecho que me entren ganas de recuperarlo. Lo que he leído de Féval, además de esta novelita, me gusta mucho: "El jorobado", en la preciosa edición de Anaya Tus Libros, es una joya. Un autor tal vez olvidado pero que merece un redescubrimiento.
El jorobado pude leerlo en una edición integral francesa, donde recogían también las continuaciones escritas por Féval hijo a las que, en el fondo, les faltaba un poco del estilo original. No por calidad literaria, sino porque se notaba que la historia no podía seguir siendo completada con precuelas y secuelas. Pero de Féval sorprende lo variado de su producción y que, de vez en cuando, sorprendiera con cosas como La ciudad vampiro.
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