Hoy no es muy raro que el cine recurra a la literatura
juvenil para adaptar guiones. Especialmente, cuando se trata de series más o
menos largas, con elementos de ciencia ficción, o directamente, metidas de
lleno en el género fantástico. O, siendo malpensados, esto sirve para poder
marcarse una franquicia que dure más de tres años y donde puedan justificarse todos los efectos
especiales posibles…cosa, que guste o no, sea buena película o no, es un
elemento común a todos los blockbusters de los últimos diez años. Por eso es
chocante que una de las versiones más recientes fuera de un libro de los años
noventa, que aunque sí tiene un carácter fantástico y es muy apreciado entre
los lectores, se aleje mucho por sus características del material que se ha
visto recientemente.
The Giver lo conocí en un principio por el libro que loinspira, en una de esas ediciones que recurren a utilizar el cartel de la
película como portada para atraer posibles lectores, y no hay grandes variaciones
respecto al material original: Jonas es uno de los niños que viven en la
Comunidad, un lugar apacible donde no existe el crimen, la mentira ni el dolor,
y donde cada uno tiene la certeza de encontrar su lugar de acuerdo a sus
características. Cada año, los jóvenes empiezan su aprendizaje en cada oficio
que la Comunidad puede necesitar: cuidadores de los ancianos, jardineros o
maestros. Pero Jonas recibe la tarea más especial: él será el nuevo Receptor de
las memorias, el encargado de almacenar todos los recuerdos de la humanidad a
los que los gobernantes pueden recurrir en caso de dudas. Su mentor, el Dador
de recuerdos, no solo le transmitirá todo aquello que ha desaparecido del
mundo, sino los conocimientos que él ha adquirido con ellos. Con estos, Jonas
conoce tanto las cosas hermosas como los horrores que han desaparecido, pero
también descubre que su Comunidad y la forma de mantener el equilibrio a lo
largo de los años, esconde los mismos errores que se cometieron en el pasado.
El texto original trabajaba con un detalle muy específico y
difícil de adaptar al cine: la idea de igualdad que mencionan varias veces, y
que se va haciendo patente al implicar que los personajes no conocen
determinados conceptos. En el caso de los relativos al clima, como la nieve, no
era difícil adaptarlos, pero en otras situaciones, como el descubrimiento de
los colores por parte del protagonista, planteaba más problemas. La forma de
afrontarlo ha sido la mejor que se les pudo ocurrir: la película está rodada en
su mayor parte en sepia. No en blanco y negro, sino en un sepia de un color tan
neutro que a veces el espectador no se fija en la ausencia del resto de
colores, sino que a los pocos minutos
acaba acostumbrandose a la paleta que se utiliza en pantalla…hasta que los
primeros empiezan a aparecer según el protagonista evoluciona. De este modo, en
una habitación o un parque destacan a
primera vista el rojo de unas manzanas o del pelo de uno de los personajes. Es
precisamente el tema de los colores con el que juegan durante casi todo el
metraje: estos pueden aparecer, irse adueñando de todas las escenas en
determinados momentos, para, de golpe, volver al sepia con el que se abría la
película.
Otro punto a favor para esto es el haber aprovechado muchos
detalles menores para caracterizar el mundo de The Giver: la Comunidad de la
que se habla en el libro, como un lugar aislado, aparece aquí como un espacio
verdaderamente al margen de la geografía, o, las menciones a la homogeneización
del clima, y de cualquier situación, se hacen patentes con escenas muy
secundarias, pero que son todo un guiño para los que conocieran el material: un
grupo de operarios que montan un arbol por piezas en un parque, o que el padre
de Jonas explique que un elefante de peluche representa un animal fantástico
llamado hipopótamo, representa muy bien la idea del desconocimiento y cierta
inocencia impuesta a los personajes. Bueno, y en mi caso, que implique que
estos viven en el peor escenario posible: ¡¡Un mundo sin gatos!! Esto ya no es
ciencia ficción, es terror puro y duro..
En cambio, no han tenido tanta suerte con otro de los
elementos principales de la trama: la mayor parte de las secuencias relativas a
las memorias son imágenes de archivo, donde lo mismo salen los tanques de
Tiananmen que otras de reportajes genéricos. Solo las que se grabaron
específicamente para la película funcionan mejor, donde el Receptor se ve como
protagonista de sus recuerdos, bien como soldado en una guerra, como cazador o
incluso como invitado en una boda. Por desgracia estas son muy escasas y para
la mayoría recurren al batiburrillo de secuencias de archivo acompañadas por la
voz en off de Jonas, lo que hace que resulte todo un tanto cutre, o como si
fuera una producción pensada para exhibir en un colegio y no una película mejor
rematada.
La adapción es fiel, muy bien planteada, hace pensar y es
igual de emotiva que el libro de Lois Lowry. Pero las modificaciones que
incluyen parecen pensadas para que esta se quede dentro de la corriente de
películas juveniles de los últimos años: rango de edad, interés romántico y
obligatoriedad de las escenas de acción. A todos los personajes les aumentan
unos cuatro o cinco años, pasando de los doce a los dieciséis con una intención
bastante clara, que es la de incluir una subtrama romántica. Y las escenas y
dudas que Jonas debería vivir con su familia pasan a ser con Fiona, la chica de
la que se ha enamorado y a la que salva en último momento. Esto también hace
que el reparto adulto no tenga mucho tiempo de ser apreciado, excepto los
principales: Meryl Streep como Gobernadora y Jeff Bridges como Dador. Que
frente a la interpretación de la primera, no ha terminado de convencerme,
porque parece más un tipo duro de película que alguien atormentado por sus
conocimientos. Y aunque muy secundario, el trabajo de Alexander Skarsgård es el
más sobresaliente. Mucho más espigado que en True Blood, y que aquí mantiene
todo momento una sonrisa embobada y una actitud amable, que a medida que avanza
la película se vuelve inquietante.
Drones porque sí
El segundo cambio, y probablemente el peor, es el de Ash, su
amigo de la infancia. El pasar de ser profesor a piloto de drones, solo sirve
en realidad para incluir una secuencia final de persecuciones . En realidad no
aporta gran cosa excepto los disparos y montaje acelerado de rigor…porque por
lo visto, que el protagonista tenga que atravesar un desierto a contrarreloj no
era lo suficientemente dramático.
Comparado con esto último, hasta los elementos románticos resultan mejor integrados, y más fáciles de aceptar como parte de los cambios incluidos. Pero son precisamente esos diez o quince minutos de efectos digitales y de conflicto innecesario los que le restan carácter a una película que de otro modo, habría funcionado perfectamente sin tener que adaptarse al ese modelo de cine basado en libros para jóvenes que parece haberse establecido últimamente.
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