¡Payacho!
Ha pasado un mes largo desde que escribí algo sobre libros. Una
de las razones es el haber dedicado bastante más tiempo a leer comics, y la
otra, el haberme atrancado en un libro con el que me costaba muchísimo avanzar.
Al menos, me ha servido para que esta entrada tenga algo en común: las dos
novelas son de género humorístico, pero una no podía ser más opuesta a la otra
en su estilo..Y precisamente fue una de ellas las que me dio bastante trabajo
para terminarla.
Robert Rankin. The Brentford Triangle. A Rankin nunca lo han
llegado a publicar en España, pese a tener bastantes elementos en común con
Terry Pratchett. Ambos recurren a mezclar el humor, a veces sarcástico, a veces absurdo, con el género fantástico. Y los
dos tienen un escenario recurrente donde transcurren sus respectivas sagas. En
el caso de Rankin, se trata de Brentford, un pueblecito inglés con todos sus
personajes típicos (desde cartero, barman, borrachines e intelectual) donde lo
que pasa es mucho menos habitual. Porque Brentford es uno de esos lugares
capaces de atraer todo tipo de fenómenos extraños y donde, en el fondo, sus
habitantes también se los buscan un poco por la mano. En este caso, una flota
alienígena se acerca a la tierra, guiada por la máquina recreativa que, para
desgracia del barman, ha sido instalada en el pub local. Los habituales en
realidad están más pendientes del campeonato de dardos anual, o de encontrar
una forma de teletransportar la Gran Pirámide al estadio de fútbol y asegurarse
una atracción turística (¿no quedamos en que el pueblo era muy raro?), por lo
que los únicos que pueden detener la llegada de los invasores son Pooley y O´Mally,
los dos borrachos locales y protagonistas habituales de esta serie.
Además del referente más directo a Pratchett, otra forma de
definirlos sería encontrarles cierto parecido con Historias corrientes, por
aquello de plantear un escenario normal donde puede pasar de todo y cuanto más
sobrenatural y marciano, mejor. En realidad la similitud termina ahí, porque el
estilo de Rankin es completamente diferente. De entrada, los primeros libros se
publicaron a principios de los ochenta, con lo que determinados personajes y
situaciones, como un punk o una maquinita de ocho bits, suena baste lejana (o
no, con esto de la nostalgia de la década). Estos también son bastante
localistas, centrándose exclusivamente en escenarios y tópicos puramente ingleses,
donde todos se expresan con una dignidad bastante teatral que precisamente
busca resaltar el carácter ridículo de estos. Y, además de buscar en todo
momento las características y situaciones más absurdas posibles, destaca la
mala baba que el autor tiene con sus propios personajes. A los que trata con
muy poca simpatía tanto en cuestión de desventuras, como a la hora de
caracterizarlos y referirse a ellos. Lo cierto es que en el último tomo de la
serie esto se suaviza mucho y termina con una visión mucho más amable a modo de
cierre. En general, estos primeros libros podrían considerarse más
desconcertantes que cómicos, funcionando más bien por el tipo de situaciones
que por buscar un humor más directo. A veces funciona, especialmente por el
componente fantástico, y otros, resulta bastante cansado debido a la manía de
Rankin por explotar la versión más pedante de los diálogos como fuente de
comicidad. En este sentido hace que salgan perdiendo si se los compara con
Pratchett: me divierten, y sigo con la serie. Pero su lectura la espacio mucho
porque esa forma de llevar los diálogos me agota bastante.
Compton Mckenzie. Whisky Galore. Whisky a gogo es mucho más
popular por su versión en el cine..que por cierto no he visto. Pero en realidad
está basada en un libro escrito en la misma época en la que transcurre la
novela: en plena II Guerra Mundial, una pequeña isla escocesa lleva como puede
el racionamiento de whisky. Hasta que un barco cargado de alcohol naufraga frente
a las costas. Sus habitantes se darán prisa en esconder el cargamento con el
que se aseguran la provisión de bebercio durante la contienda y con el que
gracias a un par de tragos, alguno de ellos hallará el valor suficiente para
poder declararse a la mujer que ama.
Por un lado, me he quedado con ganas de ver la película que
adapta la novela. Por otro, esto parece raro porque me costó dios y ayuda
terminar el libro. El escenario, tan costumbrista y lleno de elementos
temporales muy específicos, se me ha hecho muy cuesta arriba. Este se mantiene
exclusivamente en el choque de culturas entre la población protestante y católica,
los diálogos entre matrimonios y el choque de la población contra los
visitantes que representan al gobierno.
La impresión que me produjo el desfile de personajes, referencias y diálogos
fue precisamente que se me habría hecho mucho más llevadero en pantalla, con no
más de 80 minutos y contando con la escenografía y expresión corporal de los
actores. Porque en papel, y tras varias páginas sobre beatas criticando con
sorna a las chicas de la isla vecina por fumar y llevar pintalabios, llegué a
la conclusión de que me costaba mucho avanzar entre tanta narrativa
costumbrista. Y lo de hacerme reír, todavía menos.
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