jueves, 7 de mayo de 2015

Lecturas de la semana. El humor es algo relativo


¡Payacho!
 
Ha pasado un mes largo desde que escribí algo sobre libros. Una de las razones es el haber dedicado bastante más tiempo a leer comics, y la otra, el haberme atrancado en un libro con el que me costaba muchísimo avanzar. Al menos, me ha servido para que esta entrada tenga algo en común: las dos novelas son de género humorístico, pero una no podía ser más opuesta a la otra en su estilo..Y precisamente fue una de ellas las que me dio bastante trabajo para terminarla.
 

Robert Rankin. The Brentford Triangle. A Rankin nunca lo han llegado a publicar en España, pese a tener bastantes elementos en común con Terry Pratchett. Ambos recurren a mezclar el humor, a veces sarcástico,  a veces absurdo, con el género fantástico. Y los dos tienen un escenario recurrente donde transcurren sus respectivas sagas. En el caso de Rankin, se trata de Brentford, un pueblecito inglés con todos sus personajes típicos (desde cartero, barman, borrachines e intelectual) donde lo que pasa es mucho menos habitual. Porque Brentford es uno de esos lugares capaces de atraer todo tipo de fenómenos extraños y donde, en el fondo, sus habitantes también se los buscan un poco por la mano. En este caso, una flota alienígena se acerca a la tierra, guiada por la máquina recreativa que, para desgracia del barman, ha sido instalada en el pub local. Los habituales en realidad están más pendientes del campeonato de dardos anual, o de encontrar una forma de teletransportar la Gran Pirámide al estadio de fútbol y asegurarse una atracción turística (¿no quedamos en que el pueblo era muy raro?), por lo que los únicos que pueden detener la llegada de los invasores son Pooley y O´Mally, los dos borrachos locales y protagonistas habituales de esta serie.
 
Además del referente más directo a Pratchett, otra forma de definirlos sería encontrarles cierto parecido con Historias corrientes, por aquello de plantear un escenario normal donde puede pasar de todo y cuanto más sobrenatural y marciano, mejor. En realidad la similitud termina ahí, porque el estilo de Rankin es completamente diferente. De entrada, los primeros libros se publicaron a principios de los ochenta, con lo que determinados personajes y situaciones, como un punk o una maquinita de ocho bits, suena baste lejana (o no, con esto de la nostalgia de la década). Estos también son bastante localistas, centrándose exclusivamente en escenarios y tópicos puramente ingleses, donde todos se expresan con una dignidad bastante teatral que precisamente busca resaltar el carácter ridículo de estos. Y, además de buscar en todo momento las características y situaciones más absurdas posibles, destaca la mala baba que el autor tiene con sus propios personajes. A los que trata con muy poca simpatía tanto en cuestión de desventuras, como a la hora de caracterizarlos y referirse a ellos. Lo cierto es que en el último tomo de la serie esto se suaviza mucho y termina con una visión mucho más amable a modo de cierre. En general, estos primeros libros podrían considerarse más desconcertantes que cómicos, funcionando más bien por el tipo de situaciones que por buscar un humor más directo. A veces funciona, especialmente por el componente fantástico, y otros, resulta bastante cansado debido a la manía de Rankin por explotar la versión más pedante de los diálogos como fuente de comicidad. En este sentido hace que salgan perdiendo si se los compara con Pratchett: me divierten, y sigo con la serie. Pero su lectura la espacio mucho porque esa forma de llevar los diálogos me agota bastante.
 

Compton Mckenzie. Whisky Galore. Whisky a gogo es mucho más popular por su versión en el cine..que por cierto no he visto. Pero en realidad está basada en un libro escrito en la misma época en la que transcurre la novela: en plena II Guerra Mundial, una pequeña isla escocesa lleva como puede el racionamiento de whisky. Hasta que un barco cargado de alcohol naufraga frente a las costas. Sus habitantes se darán prisa en esconder el cargamento con el que se aseguran la provisión de bebercio durante la contienda y con el que gracias a un par de tragos, alguno de ellos hallará el valor suficiente para poder declararse a la mujer que ama.
Por un lado, me he quedado con ganas de ver la película que adapta la novela. Por otro, esto parece raro porque me costó dios y ayuda terminar el libro. El escenario, tan costumbrista y lleno de elementos temporales muy específicos, se me ha hecho muy cuesta arriba. Este se mantiene exclusivamente en el choque de culturas entre la población protestante y católica, los diálogos entre matrimonios y el choque de la población contra los visitantes que representan al gobierno.
La impresión que me produjo el desfile de personajes, referencias y diálogos fue precisamente que se me habría hecho mucho más llevadero en pantalla, con no más de 80 minutos y contando con la escenografía y expresión corporal de los actores. Porque en papel, y tras varias páginas sobre beatas criticando con sorna a las chicas de la isla vecina por fumar y llevar pintalabios, llegué a la conclusión de que me costaba mucho avanzar entre tanta narrativa costumbrista. Y lo de hacerme reír, todavía menos.

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