El verano es una época muy ligada a las lecturas ligeras. Seguramente
por el tiempo disponible y por la falta de ganas de complicarse con las tramas.
También es cierto que esto de cruzarse con todos los críos disfrutando de las
vacaciones me ha vuelto a poner nostálgica y he empezado a acordarme de lo que
leía esos meses, que era bastante. Pero hasta ahora había pasado por alto a
escritores españoles que también pusieron su granito de arena en esto de
escribir literatura fantástica para los más jóvenes.
Lo más sorprendente de la trama es cómo se ha mezclado de
forma efectiva todo tipo de elementos: desde la novela de aventuras clásicas,
la de enigmas…hasta la mitología y la filosofía, que van filtrándose según el
argumento avanza. El laberinto y su misterio pasan un segundo plano, mientras
parte de la novela transcurre en el exterior donde los personajes corren
peligros bastante reales (desde un empleado del gobierno corrupto hasta el
terremoto que asola la isla). La parte mitológica es la más lograda, donde
Gisbert crea la suya propia, con conceptos como mantener vivo el espíritu de la
aventura para asegurar la historia de la humanidad o el concepto de la vida
como algo que ha sido soñado por el universo…Cosas que en su momento pueden
pasarse por alto, pero que, entre el suspense que genera el planteamiento de la
historia, y especialmente, la recreación de un laberinto lleno de escenarios
irreales junto al sentido de la aventura que impregna todo, hace que se
convierta en un libro inolvidable. Curiosamente, Los espejos venecianos, que
escribió años después, no me había gustado mucho…pero era de esperar tratándose
de una lectura impuesta por el colegio: se pusieran como se pusieran, eso le
acababa restando puntos.
Concha López Narváez. La tejedora de la muerte. ¡Historia de
terror! Yo aún diría más ¡Historia de fantasmas! ¡Y con la palabra “muerte” en
el título! Este libro se vendía solo, y lo cierto es que el planteamiento
sorprendía mucho al contar con un protagonista adulto (cuarenta años. Para los
niños, esto es poco menos que un Matusalén) que intenta resolver el misterio de
la casa familiar mientras rememora lo sucedido en su niñez. Un suceso que hace
treinta años supuso que su cuarto fuera cerrado a cal y canto y que poco después,
su familia se trasladara a la ciudad. A su regreso, conoce la maldición echada
por una siniestra anciana conocida como La tejedora de la muerte, y la relación
que la unía a los miembros de su familia.
Además de su protagonista, la narración recuerda mucho al
terror clásico: algo que se desencadena en la niñez de la protagonista y que
influirá en su vida adulta, las maldiciones familiares y en menor medida, los
pueblos con secreto oculto. Esto último queda mucho más relacionado con
elementos más de novela realista, como los dramas costumbristas, la
caracterización de uno de los secundarios (la madre de la protagonista. A la
que definen como alguien con “muchos nervios”) o que parte de la tragedia que
hay de por medio se nada menos que…dos hermanas enfrentadas por una herencia. Hoy,
más acostumbrada a historias donde todo tiene que ser mucho más macabro y menos
prosaico, resulta un poco desconcertante y hasta algo cómico, pero en su
momento, una explicación tan simple y material es mucho más efectiva. Además,
el suspense y los flashbacks de la protagonista funcionan igual de bien sin que
todo tenga que ser deliberadamente siniestro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario