Cada pocos meses es habitual ver en
cualquier cine (bueno. Cuando estaban abiertos. Quizá no era un buen
momento para pensar esto) como fórmula segura dos cosas: superhéroes
y efectos espectaculares. Casi todos ellos, al menos los de Marvel y
DC son ya conocidos por el público y cada vez que se anuncia una
nueva adaptación lo habitual es la correspondiente historia de cómo
el próximo héroe obtiene sus poderes, unas cuantas dudas durante la
trama, y decide utilizarlos para el bien. Pero, ¿y si alguien dotado
de habilidades sobrehumanas decidiera hacer lo contrario? Si, para
eso están su contrapartida los supervillanos, que, o bien son malos
por sistema, o tienen sus motivos. La diferencia está cuando de ese
punto de partida, del que se esperaría un héroe, surge lo
contrario.
Brightburn se propone jugar con esa
premisa, donde un escenario familiar, quizá demasiado si se piensa
en determinado personaje, lleva a la situación contraria: un
matrimonio sin hijos descubre, en una cápsula estrellada en la
tierra, un bebé de aspecto humano al que crían como suyo. Doce años
después, el que había sido un niño normal y corriente empieza a
experimentar cambios. Su carácter se vuelve más huraño, comienza a
interesarse por una chica de su clase y la actitud ante las bromas de
sus compañeros se hace más agresiva. Lo que parecía algo normal en
alguien a punto de entrar en la adolescencia viene acompañado por el
desarrollo de capacidades sobrehumanas. Y a la fuerza, velocidad e
incluso la capacidad de volar lo acompañan las extrañas voces que
surgen de los restos de la nave donde fue encontrado, hoy oculto en
el granero de su granja. Pero sus padres adoptivos no se llaman Kent,
y él no es Clark, sino Brandon Breyer. Y las voces que resuenan cada
noche, adquieren finalmente significado en su cabeza: somete al
mundo.
Cuando el nombre más reconocido en la
producción es la de James Gunn, que antes de Guardianes de la
Galaxia ya había demostrado buen hacer en el cine de terror con
Slither, la idea de una versión terrorífica del género de
superhéroes era prometedora. Esta resultó estar a la altura, pero
llevando a cabo todo lo contrario a lo que suele ser la norma en este
tipo de películas: sin humor, salvo la vertiente más negra que
puede tener lugar en algunas escenas, sin heroes, sin batallas ni
escenas de acción espectaculares, y sobre todo, con una brevedad que
hace que sus 90 minutos podrían encajar en cualquier película de
terror efectiva, pero poco publicitada.
Desde el primer momento, el desarrollo
de la trama y su protagonista es tan reconocible que podría
considerarse una parodia del hombre de acero, pero donde el humor se
ve sustituido por una serie de situaciones muy parecidas a las
conocidas previamente, pero que toman un giro más oscuro: Brandon,
el protagonista, no se presenta como un futuro villano con motivos
comprensibles, ni digno de compasión, sino como un personaje que en
todo momento toma las decisiones más oscuras hacia un entorno que en
ningún momento le ha dado un motivo para tomar ese camino. Su
desarrollo está muy cercano a otros arquetipos infantiles del cine
de terror como el asesino o el enviado del diablo, y a partir de ahí,
el resto del guión continúa mostrando una serie de situaciones
donde este termina mostrándose como un personaje irredimible. Y, al
igual que en estos casos, no se trata de la historia de los
protagonistas contra el monstruo sino de la historia del monstruo.
Como pasa a menudo en este tipo de
tramas, gran parte de este desarrollo se basa en una sucesión de
asesinatos que el protagonista lleva a cabo con un arma reconocible.
En este caso, todo tipo de tropelías para las que utiliza su
capacidad de volar, fuerza e incluso su visión de rayos laser. Donde
resulta llamativo ver ese tipo de poderes propios de superhéroes, y
que, como tal, tampoco falta una referencia a su punto débil, o a su
propia Kriptonita, dando lugar a una serie de muertes que, si bien
han sido editadas para obtener una calificación menos restrictiva,
siguen siendo el punto fuerte por lo gráfico de estas.
Al tener un objetivo tan claro, como
era el de ser una versión oscura de Superman, la película acaba
teniendo poco que ofrecer: una sucesión de lugares y arquetipos
reconocidos, y su utilización para narrar una versión en negativo
de estos. El desenlace es de esperar, y en conjunto, puede parecer
que el guión no pretendía hacer más que un “superman malvado”,
pero lo que quiere hacer, lo hace bien. Tenía un objetivo claro y
una duración tan limitada que hacen que la mejor forma de definirla
es la de una película pequeña y sólida, que funciona como versión
macabra del nacimiento de un superhéroe.
Brightburn consigue funcionar como
película independiente. Pero como buena serie B, también es capaz
de ofrecer la posibilidad de una secuela, haciendo referencia a una
serie de personajes cuyos rasgos los hacen perfectamente
reconocibles.
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