La película
de Robin Williams sobre un juego de mesa dotado de poderes, capaz de
reproducir cada una de sus casillas en el mundo real, fue uno de los
clásicos infantiles de los noventa. Casi 20 años después, se llevó
a cabo una nueva versión. Versión, porque sería lo más adecuado
en lugar de hablar de secuela o de remake, ya que con el original
compartía solo el nombre. Pero esta consiguió no solo librarse de
comparaciones con la primera sino ser una cinta de
aventuras muy bien adaptada a los cambios en el público, referencias
y espectacularidad de los medios. Un éxito que supuso que la llegada
de una secuela en un periodo de tiempo muy breve, queriendo
aprovechar, seguramente, el tirón que esta había tenido.
El siguiente
nivel de Jumanji comienza un tiempo después de la aventura de sus
protagonistas dentro de un videojuego. Pese a tratarse de un grupo
dispar, han superado sus diferencias y su amistad ha superado el
cambio que supone la entrada a la universidad y el abandonar un
entorno conocido. Al menos, para la mayoría: Spencer se encuentra
perdido con sus estudios, su trabajo en Nueva York y con una relación
a distancia en la que ha decidido “darse un tiempo”. Durante las
vacaciones de Navidad decide, movido por lo que supuso el
descubrimiento de aquel misterioso videojuego, regresar una vez más
a Jumanji. Pero este fue destruido por el mismo para evitar que otros
pudieran acabar perdidos en su interior, y sus conocimientos de
electrónica no son suficientes para que este funcione
correctamente. Ha conseguido volver, pero eso
obliga a sus amigos a regresar en su búsqueda, y con ellos dos
jugadores inesperados: su abuelo y el antiguo socio de
este, quienes todavía no tienen muy claro que está pasando y por
qué se han convertido en alguien completamente distinto.
Este nuevo
Jumanji ha conseguido, para bien o para mal, lo que la película de
los noventa no hizo: contar con una secuela y quizá con una
franquicia. Algo discutible en términos creativos dado que esta
había conseguido mantener un carácter, en cierto modo, único, y ya
en la entrega previa habían procurado cerrar la trama en ese
sentido. Lo único que se podía pedir en este caso, es que de haber
una secuela, es que se hiciera bien, y al menos lo han conseguido. En
esta ocasión, aportando una nueva historia (es un videojuego mágico,
¿por qué no iba a tener segunda parte?) y con ella algunos
personajes con potencial cómico, como podía ser la idea de esos dos
abuelos metidos en un entorno ajeno a ellos y con el que sacan todo
el partido posible a los tópicos de la tercera edad enfrentados a
una tecnología lúdica, que gracias a contar con Danny deVito y
Danny Glover, hacen que sea uno de los aportes más divertidos,
aunque gran parte de su aparición sea a través de los avatares que
se dieron a conocer dos años antes. Karen Gillan, Jack Black y sobre
todo, Dwayne Johnson repiten papel y vis cómica, pero en una
situación distinta dado que ahora sus aspecto físico corresponde a
unos personajes distintos, siendo este cambio también una de las
novedades de la trama, y bastante bien llevada en la mayor parte del
tiempo. El desconcierto inicial del cambio de caras, y la ligereza
con la que asumen este cambio es todo un guiño a la naturaleza
ficticia de un videojuego, donde en el fondo, un personaje u otro no
importan tanto (aunque eso no impida que se les pueda tomar cariño),
aunque finalmente opten por lo seguro y devolverlos a sus jugadores
originales a través del correspondiente deus ex machina y quedándose
con lo seguro de cara al desenlace.
Tratándose
de una cinta de aventuras, han optado en mayor medida que en su
predecesora por la comedia. En este caso, derivada en una gran parte
de los cambios de aspecto de sus protagonistas y el potencial que
supone que dos de ellos estén mucho más fuera de lugar que el
resto. Un enfoque que también evita en la medida de lo posible
cualquier atisbo dramático. Este existía en la Jumanji original,
donde por comparación, afrontaba una premisa similar de una forma
mucho más dramática y teniendo en cuenta las consecuencias de esta.
La versión nueva optaba por un tono más ligero y su secuela, pese a
venir desencadenada por una motivación más seria, como los cambios
en la vida de su protagonista, el sentirse fuera de lugar y el
regreso a lo familiar, se olvida rápido a favor de un tono muy
similar a su entrega previa.
La
importancia de la comedia hace que también lo que pueda suceder
dentro del escenario quede un poco en segundo plano. Algo normal,
dado que un argumento abiertamente de videojuego retro no es más que
un macguffin para la trama principal, pero aquí se hace muy evidente
lo que se desaprovechó dado que el “jefe final” era nada menos
que Rory McCann, estupendamente caracterizado y que tiene tan poco
peso como el resto de figurantes de unos escenarios a los que hay que
reconocer que han cuidado mucho. No hay mucho que decir de selvas o
desiertos que pueden generarse por cgi, pero la particular
mezcla de vehículos, figurantes y vestuarios que pueden verse en los
entornos urbanos es de lo más variado, detallado, y recuerda a lo
abigarrado que podían resultar los diseños de muchos rpgs de los
noventa.
El siguiente
nivel de Jumanji es una secuela que llegó muy rápido, y esto podía
suponer que el resultado fuera apresurado o descuidado en el peor de
los casos. En cambio, sigue siendo una comedia de aventuras muy
ligera, donde quizá eviten demasiado todo tipo de conflicto o
situación dramática, pero a veces, lo más sencillo funciona.
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