No es raro empezar y terminar un año
con dos temporadas de una misma serie, teniendo en cuenta la
distribución de los episodios y planes de emisión. Pero sí es una
novedad el que estas se emitan de forma completa en ese mismo año.
Raro, sí, pero no tan difícil de llevar a cabo cuando cada
temporada no sobrepasa los seis episodios. En todo caso, no podría
estar más contenta después de disfrutar con frecuencia bimestral de
una de mis series de terror favoritas..Y encima esta vez, en una sola
semana al hacer coincidir la emisión con el 31 de octubre.
La puerta del sueño adapta, como es
norma de la antología, un creepypasta de forma muy libre del que
toma determinados elementos para construir una historia. En este
caso, es la aparición de una puerta en el sótano de una casa, el
punto de partida para que una pareja de recién casados descubra
aspectos muy inquietantes de su pasado y que afectan a la confianza y
convivencia entre estos. Tom y Jillian comienzan su matrimonio como
una pareja que empezó a formarse como amigos de la infancia. Pero el
trauma no superado del abandono del padre, y la posible existencia de
un hijo de una relación anterior, parecen tener un vínculo con una
puerta aparecida de ningún lugar en el sótano de la casa, y la
presencia de un personaje de aspecto siniestro, al que Jillian
identifica como un amigo imaginario de sus primeros años, capaz de
asesinar a todo aquel que suponga una amenaza para ella. Un vínculo
que también podría estar relacionado con el estado de ánimo de
Jillian, y su capacidad de manifestar sus temores de forma física,
aunque quizá ella no sea la única con ese don.
En general, esta temporada ha estado a
la altura de las anteriores. La calidad de los guiones ha ido en
aumento desde la primera temporada, y si bien con cuatro es posible
elegir ya la historia que más le guste al público en comparación
con las otras (en mi caso, Butcher´s Block ha sido la mejor con
diferencia), han seguido manteniendo un nivel estable y desarollado
una estética y lenguaje propio que es fácil identificar: Channel
Zero se ha hecho especialista en hacer virguerias con cuatro perras,
y en aprovechar el aspecto siniestro que puede proporcionar un
personaje con un maquillaje pobre, o una calle anormalmente desierta.
Porque, después de cuatro entregas, también es fácil fijarse en
unos exteriores vacíos de figurantes y que siempre explican de una
manera entre peregrina y coherente: al área rural de Candle Cove, la
dimensión fantasma de No End House y al barrio en decadencia de
Butcher´s Blockd se le une ahora un vecindario recién construido,
abandonado en parte y a cuyas viviendas unifamiliares vacías es
fácil encontrarle una explicación al otro lado del charco en la
crisis imobiliaria que todavía pasa factura.
A una atmósfera un tanto irreal (o de
no tener un chavo para exteriores, depende de como queramos verlo),
se le une el personaje principal de estos episodios: una criatura
irreal, identificada por la protagonista como el payaso
contorsionista que inventó en su infancia y que se mueve de una
manera pesadillesca en el escenario constituyendo un monstruo en toda
regla, o siendo capaz de cambiar por completo de registro en uno de
esos giros argumentales que también son habituales en la serie. Y
donde no falta tampoco un punto sangriento que ya empezaba a asomar
en la temporada anterior: sin llegar al exceso, los asesinatos son un
tanto truculentos donde no faltan aquellas agresiones que pueden
resultar más grimosas...y en este caso, no van a faltar unos cuantos
destornilladores, cuchillos mecánicos y algunas tripas de más,
aunque estas sigan conservando un aspecto plasticoso un poco raro, y
que las aleja de una visión más realista.
Esta vez, el número de episodios sí
ha estado ajustado a lo que querían contar y a los personajes que
querían desarrollar. Estos han sido suficientes para presentar a
unos protagonistas y resolver, sin atropellos, tanto la trama más
realista, despachándola cuanto antes, como la sobrenatural, a la que
le dedican más tiempo pero que quizá acaba chocando demasiado con
el enfoque realista que le intentan dar al principio, en forma de una
pareja de policías que, además de no enterarse de mucho y
desaparecer pronto, parecen dedicados a poner cara de sospecha a todo
el mundo. Bastante mejor suerte corren los personajes principales,
donde aciertan a la hora de definir sus características y cómo
estas acaban afectando a la trama.
Dream Door es una entrega más de una serie que, entre su brevedad, lo sencillo de su aproximación al fantástico, y quizá poca ambición a la hora de contar una historia, ha acabado por hacerse un hueco cada vez que se estrena. Lo del creepypasta en el que se base cada vez, solo es un aspecto más.
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