jueves, 8 de noviembre de 2018

Channel Zero: Dream Door (2018). Cuidado con lo que visualizas porque puede cumplirse


No es raro empezar y terminar un año con dos temporadas de una misma serie, teniendo en cuenta la distribución de los episodios y planes de emisión. Pero sí es una novedad el que estas se emitan de forma completa en ese mismo año. Raro, sí, pero no tan difícil de llevar a cabo cuando cada temporada no sobrepasa los seis episodios. En todo caso, no podría estar más contenta después de disfrutar con frecuencia bimestral de una de mis series de terror favoritas..Y encima esta vez, en una sola semana al hacer coincidir la emisión con el 31 de octubre.



La puerta del sueño adapta, como es norma de la antología, un creepypasta de forma muy libre del que toma determinados elementos para construir una historia. En este caso, es la aparición de una puerta en el sótano de una casa, el punto de partida para que una pareja de recién casados descubra aspectos muy inquietantes de su pasado y que afectan a la confianza y convivencia entre estos. Tom y Jillian comienzan su matrimonio como una pareja que empezó a formarse como amigos de la infancia. Pero el trauma no superado del abandono del padre, y la posible existencia de un hijo de una relación anterior, parecen tener un vínculo con una puerta aparecida de ningún lugar en el sótano de la casa, y la presencia de un personaje de aspecto siniestro, al que Jillian identifica como un amigo imaginario de sus primeros años, capaz de asesinar a todo aquel que suponga una amenaza para ella. Un vínculo que también podría estar relacionado con el estado de ánimo de Jillian, y su capacidad de manifestar sus temores de forma física, aunque quizá ella no sea la única con ese don.



En general, esta temporada ha estado a la altura de las anteriores. La calidad de los guiones ha ido en aumento desde la primera temporada, y si bien con cuatro es posible elegir ya la historia que más le guste al público en comparación con las otras (en mi caso, Butcher´s Block ha sido la mejor con diferencia), han seguido manteniendo un nivel estable y desarollado una estética y lenguaje propio que es fácil identificar: Channel Zero se ha hecho especialista en hacer virguerias con cuatro perras, y en aprovechar el aspecto siniestro que puede proporcionar un personaje con un maquillaje pobre, o una calle anormalmente desierta. Porque, después de cuatro entregas, también es fácil fijarse en unos exteriores vacíos de figurantes y que siempre explican de una manera entre peregrina y coherente: al área rural de Candle Cove, la dimensión fantasma de No End House y al barrio en decadencia de Butcher´s Blockd se le une ahora un vecindario recién construido, abandonado en parte y a cuyas viviendas unifamiliares vacías es fácil encontrarle una explicación al otro lado del charco en la crisis imobiliaria que todavía pasa factura.



A una atmósfera un tanto irreal (o de no tener un chavo para exteriores, depende de como queramos verlo), se le une el personaje principal de estos episodios: una criatura irreal, identificada por la protagonista como el payaso contorsionista que inventó en su infancia y que se mueve de una manera pesadillesca en el escenario constituyendo un monstruo en toda regla, o siendo capaz de cambiar por completo de registro en uno de esos giros argumentales que también son habituales en la serie. Y donde no falta tampoco un punto sangriento que ya empezaba a asomar en la temporada anterior: sin llegar al exceso, los asesinatos son un tanto truculentos donde no faltan aquellas agresiones que pueden resultar más grimosas...y en este caso, no van a faltar unos cuantos destornilladores, cuchillos mecánicos y algunas tripas de más, aunque estas sigan conservando un aspecto plasticoso un poco raro, y que las aleja de una visión más realista.



Esta vez, el número de episodios sí ha estado ajustado a lo que querían contar y a los personajes que querían desarrollar. Estos han sido suficientes para presentar a unos protagonistas y resolver, sin atropellos, tanto la trama más realista, despachándola cuanto antes, como la sobrenatural, a la que le dedican más tiempo pero que quizá acaba chocando demasiado con el enfoque realista que le intentan dar al principio, en forma de una pareja de policías que, además de no enterarse de mucho y desaparecer pronto, parecen dedicados a poner cara de sospecha a todo el mundo. Bastante mejor suerte corren los personajes principales, donde aciertan a la hora de definir sus características y cómo estas acaban afectando a la trama.

Dream Door es una entrega más de una serie que, entre su brevedad, lo sencillo de su aproximación al fantástico, y quizá poca ambición a la hora de contar una historia, ha acabado por hacerse un hueco cada vez que se estrena. Lo del creepypasta en el que se base cada vez, solo es un aspecto más.


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