En el cineclub se han tomado bastante en serio el tema de hacer un ciclo de comedia, y aunque en la selección que hicieron incluían varias películas con tema social o problemáticas de pareja como trasfondo, esta vez se han tirado a la piscina y optar por una película que ni hace crítica, ni tiene drama, y que hasta incluye temas tan poco sesudos como las comedias de policías. En la presentación juraban y perjuraban que también incluía referencias de actualidad como los sobornos y la corrupción, pero, hay que reconocerlo, hasta los intelectuales y cinéfilos necesitan de vez en cuando un descanso y una película con la que divertirse sin complejos.
El irlandés es el guardia Gerry Boyle, un policía de Connemara que, además de encargarse de un pueblo bastante tranquilo, es un elemento que no da muy buen nombre a la policía: no se corta en robar drogas de los escenarios de un delito (y utilizarlas), hace la vista gorda al tráfico de armas del IRA, es asombrosamente racista y orgulloso de ello, hasta el punto de responder todo tipo de burradas al agente negro del FBI que llega a Irlanda investigando el destino de un alijo de droga que, en unos días, debería desembarcar en la costa Oeste del país. No parece precisamente el mejor tipo con el que trabajar, pero tampoco queda otro remedio cuando uno de los narcotraficantes implicados aparece muerto en su pueblo, y por lo que se sabe, los otros tres andan cerca.
El agente Everett deberá ponerse a trabajar con un policía que se marcha a Dublín de picos pardos en su día libre e intentar obtener información de unos paisanos que pasan de él ampliamente, mientras gran parte de las fuerzas del orden son sobornadas por los narcotraficantes…Pero tiene algo a favor con su compañero: es el único policía al que estos no han conseguido comprar, ni con chantaje ni con dinero. Y no está muy contento desde que estos delincuentes han asesinado a uno de sus agentes (bueno, al que tenía, que el pueblo es pequeño).
Todo el público coincide en lo mismo: ese niño es raruno e inquietante a partes iguales
La película es una versión, más extrema y con mucha más mala idea, de las comedias en las que dos polícias completamente opuestos tienen que colaborar. Y aunque el agente del FBI sea un policía de los serios, que podría aparecer en cualquier otra, a los chistes para todos los públicos los sustituye un humor más negro, que no solo no se corta con los tacos sino con situaciones más escabrosas como el consumo de drogas, el terrorismo, y especialmente, la corrupción policial. Tampoco se cortan en pasar de los estereotipos del país que tanto se promocionan en las oficinas de turismo: el paisaje irlandés será bonito, pero la gente puede estar igual de pasada de vueltas, corrupta y delincuente que en cualquier otro sitio.
El personaje de Boyle, pese a los puntos desagradables, está lejos de ser la versión irlandesa de Torrente, sino que es un tipo nada grimoso, mucho más estoico y metódico, con unas opiniones muy suyas e incluso una parte sensible cuando visita a su madre a la que le quedan semanas de vida. Los narcotraficantes, siendo unos tipos que recurren a las mañas típicas de su oficio como el asesinato, el soborno y cualquier otro comportamiento regulado en el código Penal, llegan a plantearse qué están haciendo con sus vidas durante una visita al acuario de Galway, e incluso se ponen a discutir sobre sus filósofos favoritos, cosa que recuerda un poco a otras películas de mafiosos peculiares como In Brugge o Snatch. Seguramente la cara más conocida de estos tres es la de Mark Strong, que desde la versión de Guy Ritchie de Sherlock Holmes, parece que se ha abonado a hacer de malo (además de quedarse cada día más calvo).
Su principal fallo es un comienzo un poco confuso. El hilo conductor de la película es un argumento que podría valer para un guión dramático, pero el tema de la primera investigación se diluye un poco al dedicarse a presentar a su particular protagonista, la trama sobre la desaparición de su compañero, y sobre todo, la colaboración del agente del FBI con el sargento Boyle resulta bastante forzada. Incluso algunas situaciones pueden resultar un poco difíciles de entender como las referencias a las actividades del IRA que, presuntamente, ha abandonado las armas. Pero, tratándose de referencias hechas por, y para irlandeses, no son precisamente un problema.
Tratándose de una comedia negra, principalmente, no va haber situaciones abiertamente cómicas, pero sí diálogos bastante ácidos y una total falta de prejuicios a la hora de meterse con muchos estereotipos, lo que da para unos noventa minutos que, después del principio un poco desorientado, son de lo más aprovechable.
2 comentarios:
Me parece que Mark Strong no se va a quitar la etiqueta de malo maloso de turno.
Ahora es el Calvo Malvado por excelencia...Aunque en Sherlock Holmes tenía pelo, claro.
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