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jueves, 2 de mayo de 2024

El guerrero americano (1985). Hic sunt ninjas


 El mayor problema de la sociedad en los ochenta no fue la amenaza nuclear. Ni la capa de ozono, la aparición del SIDA, la política conservadora  de la era Tatcher y Regan, ni la reconversión industrial. Ni el terrorismo. Ni de lejos. Lo peor, fueron los ninjas. Clanes de guerreros silenciosos dedicados a actividades ilegales de extorsión, tráfico de drogas y…bueno, al menos lo fueron ese espacio mucho más seguro que la realidad como lo fue el cine de serie B y las películas de acción de la Cannon, que  llenarían las estanterías de los videoclubs  de todo un subgénero en el que  actores especializados en peleas que no tenían el cacheé  de un Van Damme o Schwarzenegger se enfrentaban a todo tipo de organizaciones mafiosas y guerreros mercenarios que amenazaban la seguridad del país. Entre todos, una puede considerarse la más conocida dentro de estas cintas de señores embozados  que lanzaban bombas de humo. Una producción que convertiría a Michael Dudikoff en protagonista de varias de  las entregas de una saga de militares, corrupción, tráfico de armas...y ninjas.


Este guerrero americano es Joe Armstrong, un soldado de origen desconocido, que destinado a en una base militar de algún lugar de Asia, consigue salvar a varios de sus compañeros y a la hija de su coronel del intento de secuestro perpetrado por unos enmascarados. Estos, como confirmarán después  a partir de los testimonios de los supervivientes, se trata de un clan de ninjas, quienes trabajan como mercenarios para un traficantes de armas local. Pese a haberse enfrentado a ellos con una habilidades marciales superiores a sus adversarios, la fama de Joe en la base dista de ser la de un héroe. Solo Patricia, la hija del general, y el capitán, Curtis, muestran simpatía por ese enigmático soldado que, incapaz de recordar su pasado, parece tener amplios conocimientos de lucha. Algo que también despertará el recelo de Ortega, el traficante de armas y  de los miembros del clan de la Estrella negra, que no están dispuestos a ser vencidos por ningún occidental.



La película sería una de las más populares de la Cannon, especialista en este tipo de producciones entradas en ofrecer acción y peleas por encima de todo, sin que el argumento importe (algo así  como Michael Bay, pero en honrado), y la primera de una serie de cinco entregas en las que mezclan de una forma bastante loca al ejército, narcotraficantes y  clanes de ninjas que se ofrecen al mejor postor (la reconversión  industrial afectó a todos, por lo visto), así como un personaje principal que une lo mejor de ambos mundos, por decirlo de algún modo. Michael Dudikoff es Joe Armstrong, del que unos flashbacks hacia  el desenlace explican  todo lo que el público necesita saber sobre su pasado:  entrenado de niño  por un soldado jampones en las artes ninjas, pierde la memoria en una explosión y es rescatado para, con el paso del tiempo, reencontrarse con su maestro y recordar todo lo aprendido en el noble arte de…bueno,  ponerse un buzo de color negro y hacer unos cuantos movimientos de jiu jitsu, disciplina que Dudikoff conoce y que sirvió para labrarse una carrera en el mundo  del cine de acción de segunda fila.


Un trasfondo tan  cogido por los pelos como el resto del argumento, donde mezcla sin ningún complejo  el  tono patriótico  de ese entorno militar y militarizado, con los peligros del exterior como son esos traficantes de armas que parecen convivir pacíficamente con las fuerzas del orden, y el toque exótico con unos ninjas de habilidades sobrehumanas, mercenarios que  combaten al protagonista a base de saltos y ataviados con buzos de distintos colores. Un enemigo que solo puede considerarse como memorable, y entrañable a dia de hoy: la interpretación pop de esa figura de la historia japonesa que ya nació como leyenda (cuando descubrí que los ninjas, tal y como los conocíamos, no habían existido, fue un golpe más duro que los Reyes Magos y el Tio de Nadal juntos). Y que en la película se convierte en un recurso  pensado para añadir algo más a un a producción donde el número de explosiones y vehículos militares está limitado  por motivos presupuestarios. En este caso, las peleas de artes marciales aquí combinadas con muchos saltos y efectos de sonido añadidos  en post producción.


La felicidad era esto, y no lo sabíamos


Una película que, lo mejor que puede decirse de ella es que  tiene planteamiento, nudo y desenlace, o al menos, no es demasiado incoherente dentro de lo alocado de su argumento. Los actores son muy básicos, Dudikoff es completamente inexpresivo, pero no más que Chuck Norris y  otras estrellas de la misma época, Steve james, como secundario, casi tiene más carisma que el resto de personajes, y los antagonistas son un conjunto de señores con traje de indiano y ninjas anónimos. A estos se le añade una banda sonora entre anodina y chirriante, con una especie de trompetilla de fondo que hace que  sea olvidable pero que haga pensar ”¿Quién ha compuesto esto?”. Y una serie de giros finales donde no faltan traiciones y venganzas que…bueno, acaban olvidadas ante una de las secuencias más absurdas y divertidas que se hayan podido filmar. Una batalla campal en la que comparten espacio tanquetas militares, lanzacohetes, helicópteros y ninjas de varios colores peleando contra solados con metralletas. Un escenario tan incoherente como involuntariamente cómico, y que se parece más a la idea que se le habría ocurrido a un niño jugando con sus muñecos que a un guionista de carrera. Pero que por eso este Guerrero americano quizá sea una película inolvidable. No es una producción buena, más bien al contrario, la falta de argumento y lógica campan a sus anchas, pero en ningún momento fue una cinta para se reseñada según los criterios de otras producciones, o para ser reseñada en absoluto.

Se ve primero, con ojos de niño que asiste asombrado al despliegue de artes marciales, años después con ironía y un poco de desdén, y finalmente, con simpatía. Es probable que el público pocas veces se divierta (por emoción o carcajadas) tanto como con una película como esta. Y seguramente, viviríamos un poco más tranquilos si solo tuviéramos que preocuparnos de los ninjas.

 


2 comentarios:

Anacrusa dijo...

Menos mal que no estaba con una magdalena de Proust, porque con esto "algo así como Michael Bay, pero en honrado" me hubiera atragantado xD.

Tengo un vago recuerdo de la película, como de las de Delta Force que algún iluminado programador de televisión compró y que emitía TVE por las tardes junto a las de vaqueros de La 2. La fiebre ninja (léase "ninja" pronunciando esa jota con ganas) me pilló un poco tarde a comienzos de los noventa, aunque casi influyó más la serie de las Tortugas Ninja que las pelis de la Cannon. Y la fiebre Jean-Claude Van Damme, que pegó bien fuerte por esa época.

Después del giallo, me dio este verano-otoño por el cine de Hong Kong de los 70 y 80. Ahora entiendo mejor a Carperter y la fascinación de Tarantino por las artes marciales xD. A lo mejor ha llegado el momento de revisitar las pelis de la Cannon.



Renaissance dijo...

Me estoy acordando del chiste de South Park "Pero señor Bay, eso no es un guion, es una sucesión de explosiones - Ah, pero no es lo mismo? " XD.

Las películas de la Cannon y de golpes en general, las estoy redescubriendo ultimamente, no es que entonces les hiciera demasiado caso, pero al final, la magdalena está ahí y siempre me acabo acordando de alguna. Además hoy, salvo Filmin y similare, son relativamente difíciles de pillar en televisión: la mayoría de las que emiten en Paramount son ya de la época de 2009 en adelante, filmadas en Rusia en su mayoría, y con actores que desconozco, o directamente, con Steven Seagal ahora que ha completado su transformación en Vladimir Harkonnen XD. Ya me gustaría volver a pillar Cyborg de Jean Claud Van Damme en algo que no fuera plataforma o torrent..

La fiebre ninja fue algo tangencial, una cosa que estaba ahí, pero al menos a principios de los noventa por Galicia, la sección de peleas la había copado Dragon Ball en la época de los combates interminables. No sé por ahí adelante, pero si no has puesto cara de estreñimiento mientras intentas convertirte en un super guerrero, no has tenido infancia xD.

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