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jueves, 2 de enero de 2020

Star Wars: el ascenso de Skywalker (2.019). Tú improvisa y después decimos que fue la Fuerza



Como se había prometido desde que en 2.015 Star Wars regresó a la gran partalla de la mano de J. J. Abrams, hemos tenido en determinadas fechas la entrega correspondiente de la saga. Una trilogía que empezó casi como un reboot para las nuevas generaciones, vio el relativo fracaso que suponía el pretender sacar una película anualmente, volvió a alcanzar el éxito gracias al bebé Yod…digo…a The Mandalorian, y durante cada parte de la nueva trilogía, contaba con criticas dispares. Algunas positivas, otras no tanto, y una parte, de protestas a cada cual más rara por parte de un sector de los fans.

 


El ascenso de Skywalker sería el final de la saga de nueve episodios de La guerra de las galaxias como supuestamente, habría sido pensada desde que se estrenó a finales de los setenta. Esta ha sido la historia de Rey, la joven chatarrera que descubre su condición de Jedi, y de Kylo Ren, el caballero Sith a cargo de un imperio que continúa ganando la batalla a un ejército rebelde cada vez más debilitado. Pero también del regreso de Luke Skywalker, quien fue el último Jedi, de cómo Han Solo y Leia perdieron a su hijo y como, por muy poco tiempo, el imperio pudo verse debilitado. Un tiempo después, esa victoria se ha quedado en un espejismo: Ren es ahora el lider supremo, hay noticias del regreso de Palpatine, de la existencia de una poderosa flota que podría barrer todo atisbo de resistencia en la galaxia, y Rey, cada vez más llena de dudas, continúa su entrenamiento.
 



Poco se puede decir a nivel técnico de la última parte de la serie, donde los efectos especiales no sorprenden sino que son lo que se espera de una producción millonaria. Espectaculares, y afortunadamente integrados en unas escenas de acción dinámicas de forma que pueden ser un espectáculo, pero uno pensado para asombrar al público y mantenerlo pendiente de las batallas de naves espaciales y duelos con sable láser. Destacan, entre ellos, las escenas de la nueva flota imperial, acechando en un espacio remoto donde predominan los colores oscuros y los grises, donde el carácter malvado de los sith se ve representado de una forma muy directa y muy clásica, y donde estos llegan a recordar a los hechiceros de alguna novela de fantasía. No faltan, tampoco, escenarios variados. Desiertos, selvas, e incluso ciudades de aspecto un tanto antiguo cubiertas por la nieve, e incluso una breve aparición de los ewoks de los que se ha conservado su aspecto de marioneta no digitalizada.

 


El mayor acierto han sido seguramente los dos personajes principales. La caracterización y desarrollo de Rey y Kylo Ren ha estado a la altura de los protagonistas anteriores (y parece que tanto Adam Driver como Daisy Ridley no van a tener unas carreras tan erráticas como sus predecesores) y durante la trilogía se ha mantenido la química entre ellos. Quizá con más solidez en el caso del personaje interpretado por Driver, de quien se pudo ver la evolución de un villano con ciertas rabietas infantiles a un antagonista principal con cierta complejidad. Los secundarios, al menos relativamente, porque su aparición e importancia varía bastante de una película a otra, siguen contando con carisma, siguen funcionando como equipo (y dejando a la imaginación del público la evolución de estos en el tiempo que media en cada una), pero sufren uno de los principales defectos de la trilogía: demasiados personajes, y a menudo, pocas tramas para ellos. Finn, uno de los primeros personajes que acompañó al público en el regreso de la trilogía, es ahora un personaje muy menor, Poe Dameron se ha convertido en un Han solo ahora que, finalmente, la mayoría de los protagonistas de La guerra de las galaxias han tenido su desenlace, y Rose Tyco, uno de los secundarios más controvertidos de El úlitmo Jedi (por nada en concreto, si no es por sufrir las tirrias de un sector del fandom) acaba sufriendo un destino similar al que tuvo Jar Jar Binks: está ahí, pero relegado a una aparición poco menos que testimonial  en una trama donde llega a tener más peso la presencia de una Leia recreada mediante CGI que un secundario nuevo. Uno potencialmente interesante pero que adolecía de una situación donde este pudiera ser necesario.

 


Aunque a menudo no se reconozca, la saga de Star Wars siempre vino marcada por un carácter improvisado: ninguna de las tres fue una trilogía con tramas calculadas desde un principio, sino que estas se iban pensando sobre la marcha. Los hermanos Skywalker, la identidad de Darth Vader, u ¡horror! Los midiclorianos parecían cambiar de una entrega a otra. Una tendencia que aquí se convierte definitivamente en la norma y donde deciden salvar gran parte del guión a base de deus ex machinas donde los rebeldes, y los secundarios más queridos de la trilogía clásica siempre van a salvarse: está claro, a Chewbacca y a C3PO no les va a pasar nada. Y sobre todo, donde deciden saltarse a la torera revelaciones establecidas en la segunda película para inventarse otras nuevas, más inesperadas, más grandilocuentes…y más cogidas por los pelos. Porque, el que Palpatine esté por ahí, vivo, coleando y planeando maldades galácticas solo puede ser creíble si es como artículo de fe. Del mismo modo que el trasfondo del que se dota a Rey, de forma igual de inesperada y que choca en todo momento, con una versión más humilde y cercana que había sido ofrecida en El último Jedi. Y es que, cuando todos los personajes descienden de alguien importante o tienen una misión global, el ser una chatarrera hijo de nadie en concreto era quizá lo más interesante que podía ofrecerse. Hasta que los guionistas decidieron que no era suficiente.

 

Con esta trilogía terminada, es difícil decir si ha sido la peor, superior, o un cierre normalito. Ha sido, al igual que El retorno del Jedi, un desenlace que fue capaz de mantener a alguien que no es un fan acérrimo de Star Wars pendiente de Rey, Kylo, Poe y Finn durante dos horas y pico. Que disfrutó con las escenas de lucha, con los indicios de romance y levantó un poco la ceja ante los giros de guión y revelaciones inesperadas. Pero que al final, se queda con la frase que debería recordarse cada vez que quieren complicar demasiado una historia: es solo una película, habría que sentarse y disfrutar de ella.

2 comentarios:

José Miguel García dijo...

¡Estaba esperando que sacaras por estos días tu reflexión sobre la nueva entrega de Star Wars, y casi seguro que iba a coincidir, lógico, con la mía propia :) ! Rescato de tus apreciaciones varias con las que es imposible no coincidir:

1) Ese carácter de improvisación, que creo más afortunado en esta trilogía que en la primera, sobre todo porque las "invenciones" de "El retorno del Jedi" me parecen tan ridículas como desastrosas, en especial, insisto tanto que me vuelvo cansino, la innecesaria decisión de convertir en hermanos a Luke y Leia. A día de hoy, que explique San Lucas o cualquier otro evangelista que ha aportado a la saga.

2) La espléndida interacción entre Rey y Kylo, y en especial la estupenda revelación de Adam Driver, el personaje más original y logrado de la saga. Recuerdo (¡y lo escribí en mi blog, ahora para vergüenza mía!) que me desagradó mucho este tipo al que no conocía, sin duda porque no esperaba a un villano con aspecto de jovenzuelo, fotogenia rara y con unas rabietas propias de uno de los androides. Y sin embargo, ha sabido convertirse en el personaje más imprescindible, y demostrar versatilidad en sus otras interpretaciones (hay una en concreto, en la película "Paterson", de Jim Jarmusch, donde está genial, pues su actuación y personaje se hallan en las antípodas de Kylo).

3) El obligado descuido de los otros personajes, por fortuna bien interpretados. Así, Poe Dameron (vaya nombrecito... que recuerda al "héroe" encarnado por Nicolas Cage en "Con Air", que se llamaba Cameron Poe) queda como una combinación de Han Solo (por aires y humor) y la misma Leia (por entrega a la causa aliada), y Finn, que en la primera película era un personaje de lo más original, por su condición de ex soldado de asalto, termina por no ser nada más que... el silencioso enamorado de Rey. Al menos, impagables en esta última película los momentos en que Poe intenta sacar punta a los intentos de Finn por declararse a Rey cuando parecen a punto de morir.

Renaissance dijo...

Jajaja, es verdad: desde que empezó la trilogía nueva no pasa un enero sin que coincidamos con las reseñas de Star Wars. Y es que, defectos, aciertos e irregularidades, ha conseguido que recuperara una costumbre que había perdido: acudir al cine en Navidades. Me atrevería a decir, que hasta con la misma ilusión por ver algo en pantalla grande que cuando era niña.

1) El retorno del Jedi, a menudo pasamos por encima muchos de sus fallos (yo incluida, al tratarse de "película fantástica clásica que como encuentre en televisión, me quedo a verla por enésima vez"), por nostalgia, por fascinación o lo que sea, pero la norma acabó siendo el pasar por alto lo sacado de la manga que era el lazo familiar entre Luke y Leia para aceptarlo como un canon ineludible, gracias a San Lucas.

2) Kylo, sorprendentemente, gracias a Adam Driver, ha sido un acierto. de Jim Jarmusch también recuerdo su papel en Los muertos no mueren (olvidemos a Lucio Fulci, esta sí que ha sido la peli de zombies más rara de la historia. Y sale Tom Waits). Un personaje inesperadamente interesante que no había imaginado cuando, en diciembre de 2.015 salí del cine bromeando sobre sus rabietas, su aspecto un tanto acelgoso, y el sonado "¡Vaya por dios, es bien feo!" que una señora pronunció en la sala de cine. Bien interpretado y con una sorprendente química con su antagonista. Cosas por las que esta trilogía no tiene nada que envidiar a la anterior.

3)Salvo que esos dos personajes, o quizá, la mala gestión del guión, hizo que Poe y Finn quedaran relegadas a copias de los protagonistas originales o secundarios que poco tenían que ver con el soldado de asalto desertor que nos introdujo en la nueva saga.

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