Comparado con el año anterior, hoy no podría decirse que se trate de un aniversario especial. A fin de cuentas el mayor reto tuvo lugar el año pasado cuando el Barrilete, dos gatas y la que escribe conseguimos sobrepasar la década escribiendo sobre lo primero que me venía a la cabeza y subiendo fotos de mininos a juego. El undécimo año no parece tan especial salvo por empezar una década nueva, con dos números y...bueno, por tener lugar nada menos que el comienzo de los años veinte de este siglo. Que más vale que pase algo igual de interesante que hace cien años, como la aparición de un estilo musical rompedor, un escritor que suponga un cambio en la concepción del fantástico o...bueno, mejor la próxima gran depresión nos la podemos saltar, que ya bastante tuvimos con la del 2.007 y todavía ni estamos asomando el hocico, y ya nos están anunciando otra.
Las series, aunque breves, siguen teniendo su sitio. Pero sobre todo, breves, porque si algo ha supuesto el streaming y el aumento de los valores de producción ha sido que los formatos televisivos de cinco, ocho, diez capítulos a lo sumo se hayan convertido en algo habitual. Y ha servido para poder traer de vuelta, aprovechando lo breve de la estación de Halloween, a la antología de Creepshow, ahora convertida en miniserie, e incluso al Club de Medianoche, con un argumento y medios mucho más ambiciosos que los que tenía el original cuando lo emitían en Canal + entre codificado y codificado. Y de paso, para ver como no todos tienen la misma suerte en la carrera por las renovaciones, y que quizá Blood Drive era demasiado loca, mucho más que Z Nation, como para poder seguir adelante un año más. Claro que esta lo hacía deliberadamente. Con los zombies de syfy, en cambio, nunca lo tuvimos claro.
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La propuesta de reducir la lectura de papel escrito por motivos de espacio y presupuesto, como mucho, solo sirvió como mucho para que las entradas sobre varios libros se redujeran (si, vamos a echarle a la culpa a esto y no a que haya más lecturas voluminosas o menos tiempo). Aunque justo cuando pensaba que había superado el querer todas y cada una de las antologías que sacaba Valdemar, que entre relatos de suspense, en algunos casos, o colecciones de temática mucho más específica me llevaban por la calle de la amargura, van los de Dilatando mentes y se dedican a sacar libros de señores de los que no había oído ni hablar, con tirada limitada, playlist disponible y una preferencia por el terror extraño y cósmico. Aportando publicaciones con títulos como Oscuridad, Vacío, y a un tipo que es nada menos que el continuador directo del estilo de Thomas Ligotti, no podían faltar periódicamente por aquí. Y un par de sagas recientes, española una, británica la otra, confirmaron que ser una detective paranormal o la encargada de una rama del espionaje británico dedicada a lidiar con todo lo extraño y sobrenatural, no exime de cumplir sus responsabilidades con Hacienda. O eso, o que son un departamento más peligroso que cualquier enemigo con poderes.
El cine ha tenido un carácter un tanto retro, lo quisiera o no: junto a revisar unas cuantas series B de los sesenta, ochenta, y más de una película que recordaba de los estantes de los videoclubs, también ha habido una versión en imagen real de clásicos de los noventa como fueron El rey León o Aladdín. Igual que los comics, releyendo a Mortadelo, con las aventuras un tanto surrealistas de Philémon, y de nuevo, porque el tiempo pasa para todos, despedir a Chicho Ibañez Serrador y Rutger Hauer.
Un año más al que por suerte, le he sacado partido pudiendo dedicarme a y disfrutar de todo lo que me gusta, me atrevería a decir sin complejos también, de lo que me hace feliz y, de nuevo, con un poco de suerte, dentro de un año escribiré algún chascarrillo sobre los doce años y la edad del pavo.
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