Aunque las películas rodadas cámara
en mano hace mucho que ya no funcionan haciéndolas pasar como algo
real, se han hecho un nicho dentro del género. Son uno de los
formatos más baratos que pueden realizarse, y ni siquiera necesitan
actores demasiado profesionales (con que griten un poco y parezcan
histéricos, sirven). Van casi veinte años en los que no falla
alguna película directa a vídeo o a plataforma digital que recurre
a este truco, y salvo algunas que realmente consiguieron hacer algo
original o darle la vuelta a un género tan trillado, cosas como Rec,
VHS o As Above, so Below fueron la excepción y no la norma. Ahora,
con cámaras portátiles disponibles al alcance de cualquiera,
parecía que ya era hora de renovarse y enterrar la Panasonic y el
tembleque en favor del cambio de gustos.
En Gonjiam, el hospital psiquiátrico
que da título a la película, no son un grupo de cineastas en
prácticas los que se acercan a investigar la leyenda y los fenómenos
paranormales que tienen lugar, sino un youtuber, propietario de un
canal dedicado al terror y las leyendas urbanas, quien reúne a un
grupo con el objetivo de documentar lo que realmente sucede allí y
comprobar si la leyenda de la habitación 402, el único recinto
cerrado del antiguo hospital, es cierta. Al menos, un lugar donde se
produjo el suicidio masivo de los pacientes y la desaparición de su
directora, es lo suficientemente inquietante como para asegurarse los
miles de visitas necesarios para conseguir beneficios, que, a fin de
cuentas, era su objetivo como youtubers. O, incluso, alcanzar el
millón, aunque para ello sea necesario falsear la grabación e
incluir unos cuantos efectos falsos sin el conocimiento de algunos
miembros. Aunque, como suele pasar cuando alguien se mete con una
cámara en un manicomio abandonado, las apariciones trucadas no serán
necesarias durante mucho tiempo porque lo que habita en el hospital
no tardará en manifestarse.
Lo primero que se agradece de la
película es el recurrir al cambio de formato. Tanto narrativo como
en la calidad de imagen. La historia, montada en su mayor parte como
el vídeo de un yotuber profesional, cubre la realización de un
stream en directo de la que el público ve a través de las cámaras
lo emitido en la plataforma, y lo que comienza a sucederle a sus
personajes. También es cierto que desde la secuela o remake de El
proyecto de la bruja de Blair le perdí un poco la pista a este
género y no sé si este cambio es reciente o se ha dado ya en más
estrenos. En este caso, la localización escogida es un entorno que
no solía faltar en las listas de lugares macabros, y que los
personajes mencionan junto a el bosque de los suicidios en Japón o
la isla de las muñecas. Un sitio en el que no faltarían realities
de corte paranormal o documentales de viajes curiosos para
documentarlo.
El nivel de realización es algo que
viene parejo a adaptar el registro a las tendencias actuales. Cuando
la cámara de un iphone es un formato más de viable para grabar un
corto, y tanto los drones como las gopro pasaron de ser una novedad a
una pieza de tecnología asequible, ya no tenía sentido escudarse en
la falta de luz y la escasa calidad de una grabación doméstica para
justificar la falta de medios, y muchas veces, de calidad de la
película en cuestión. El número de planos y puntos de vista no
tiene ahora nada que envidiar a una filmación tradicional, salvo el
mantener el uso de la primera persona, y en este caso no queda otra
que jugar mejor con los escenarios y desarrollar unos personajes que,
sin que sean algo sobresaliente, sí sean un complemento adecuado al
guión. Algo que sí consiguen frente a otras producciones del
género: el grupo genérico, chillón e intercambiable se ve aquí
sustituido por uno, también muy impersonal, pero justificado por las
circunstancias. Los protagonistas no desarrollan otra cosa que un
trabajo, son poco menos que desconocidos entre sí, y su actitud
acaba resultando profesional y coherente durante la primera parte del
guión. Un guión que aprovecha muy bien una de las características
del mundo de youtube: los vídeos virales, los fakes, la
competitividad entre youtubers y los ingresos derivados de la
publicidad, que sirven para motivar la permanencia de los
protagonistas en el el escenario, y sobre todo, aporta un giro
bastante curioso al final.
Las novedades terminan ahí, porque en
realidad, la película poco más tiene que ofrecer. El guión,al
final, se ha visto mil veces y ya a la media hora se sabe que lo que
se ha visto hasta ese momento era falso, que en breve empezarán los
fenómenos paranormales de verdad y que en ese manicomio no va a
quedar vivo ni el apuntador, y que lo mejor que puede pasar a partir
de ahora es que, lo que tengan que contar, que al menos lo cuenten de
forma entretenida. Lo consiguen, pero la mayoría de escenas acaban
recordando a otras famosas. Los personajes de cara a la pared de La
bruja de Blair, los montajes de Grave Encounters, aunque allí se
mostraran como humor negro y en este caso, se tomen más en serio, al
igual que ese manicomio que parece alterar el espacio a su antojo. Y
la estética de los fantasmas asiáticos que, teniendo en cuenta la
nacionalidad de la película, también era de esperar, hacen que,
aunque bien ejecutada, resulte algo poco original y que, salvo los
noventa minutos durante los cuales se le prestará atención, no
tardará mucho en olvidarse.
De Gonjiam se dijo en algún sitio que
podría ser la próxima Tren a Busan, comparación muy exagerada
tanto en contenido del guión como en calidad de este...Se le
reconoce, al menos, el ser entretenida, aunque acabe en el cajón de
las cintas rodadas en primera persona idénticas entre sí.
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