Aunque ahora cualquier película de
superhéroes (bueno, parece que los de DC lo están teniendo un
poquito más crudo) tenga papeletas para salir bien y recaudar, es
una tendencia reciente. No hace falta irse hasta los noventa donde
algunas adapciones se hicieron como buenamente pudieron, sino hace
solo una década una película acabó siendo, medio en broma medio en
serio, el ejemplo de lo que no debe hacerse con un personaje de
comic. Ya entonces tuve bastante con algún estreno un poco
decepcionante, y entonces el tema de los superhéroes no me
interesaba mucho. Por lo que no llegué a ver la película de Hale
Berry que habían recibido bastantes críticas. Tampoco esperaba
quedarme a verla en un pase de televisión, pero antes de poder coger
el mando, dos gatas se me habían sentado en el regazo impidiendo
todo movimiento. Aún ahora sospecho que esa semana la película del
sábado la eligieron Sabela y Narnia...
La Catwoman que vimos en cine no es
Selina Kyle, sino Patience, una apocada ilustradora publicitaria que
trabaja para una firma de cosméticos. Tan apocada, que es un poco
extraño que su jefe llegue a darse cuenta de su existencia para
dedicarse a echarle broncas monumentales. En realidad esto es más
bien porque él es el malo oficial de la película: no contento con
gestionar a su plantilla de una forma bastante arbitraria, pretende
lanzar al mercado un cosmético provoca graves lesiones cutáneas y
una completa dependencia de su uso para evitarlo. Tras descubrir
accidentalmente lo que el producto estrella de la empresa oculta,
Patience es atacada por orden de sus jefes y dada por muerta. Es a
partir de entonces cuando su vida sufrirá una trasformación:
despierta, sin recordar lo sucedido, rodeada de gatos, comprobando
que sus sentidos y su agilidad han se han agudizado como los de un
felino. A partir de entonces empleará sus nuevas habilidades para
actividades tan dispares como descubrir que es lo que pasó esa
noche, vengarse de sus asesinos...y cambiar totalmente su estilismo.
Pese a tener los derechos del personaje
de DC, la adaptación es muy libre. Tanto, que en realidad se trata
del origen del personaje en cuestión, del que solo tiene en común
el nombre, y donde no aparece Gotham, Batman ni una sola mención a
cualquier otro elemento de los comics. Algo que en realidad no es
negativo, sino una aproximación distinta, y bastante arriesgada, a
una supervillana o heroína con mucha historia a sus espaldas. En
realidad, el problema viene de ser una producción donde parece que
el equipo puso todo su esfuerzo en que esta fuera lo peor que pudiera
estrenarse.
Vista hoy, la película cuenta con
todos los defectos típicos del cine de esa década: un montaje de
secuencias de acción demasiado acelerado y un poco de videoclip, una
banda sonora que machaca a base de piezas de rythm and blues
electrónico, unos estilismos que pretenden ser modernos y que hoy
desentonan tanto como las hombreras y la laca de los años ochenta, y
un total abuso de los efectos digitales. Tan presentes que llegan a
generar con ellos secuencias que podrían haberse filmado de forma
artesanal, y es que ver a unos gaticos generados por ordenador hace
que se me caiga el alma a los pies. O, donde directamente, las
acrobacias de la protagonista son sustituidas por infografías que
saltan, rebotan y hacen piruetas en lugar de esta o de su doble. Y
que, como muchas películas de presupuesto alto de esa década que
cometieron el mismo error, hoy chirrían o dan un poco de vergüenza
ajena.
No sé si estoy viendo una de superhéroes o una comedia romántica
El guión tampoco ayuda. No es tanto
por la premisa, que perfectamente podría haber sido una empresa de
chocolates malvada, y habría funcionado igual, sino por la
ejecución. Esta consiste un montón de tópicos y lugares comunes
hilados para contar una historia que no aporta mucho, de los que se
van echando mano cuando hace falta: no llega a quedar claro si es una
historia de venganza, porque la protagonista parece bastante feliz
con su nueva condición superheróica, ni de villanos, porque solo es
en el último momento en el que se inventan propiedades inverosímiles
para justificar que el antagonista final dure más de lo que debería
(en este caso, la crema mutante del principio genera piel de acero e
insensibilidad al dolor. O que se te derrita la cara. Lo que necesite
el guionista en cada caso) ni de evolución de la protagonista,
porque en realidad, no existe.
Vamos a poner gatetes que es a lo que vinimos
Hale Berry estaba en un buen momento
durante esa época, después de haber interpretado a Tormenta en dos
entregas de X- Men, y su elección como protagonista parecía
prometedora o una apuesta segura. Pero tal y como la conciben, esta
pasa de ser una mosquita muerta a moverse literalmente como una gata,
que es practicamente a lo que destinan sus apariciones como Catwoman.
Una heroína a la que en este caso le dan un origen sobrenatural,
directamente vinculado al arquetipo del felino, y cuya trasformación
tratan en algunos momentos de manera cómica, con una protagonista
colocándose con nébeda o bufando a un perro, y lo ridículo. Que
más o menos es el resto: poses pretendidamente sexys, secuencias
destinadas a verla caminar, un par de maullidos y juegos de palabras
con “purr” que dan vergüenza ajena y uno de los trajes más
absurdos e injustificados que se pudieron conseguir para cualquier
héroe basado en un comic. Porque no hay nada más confortable para
moverse por los tejados que un sujetador con correas de cuero y unos
pantalones de campana con tacones. Mientras tanto, Sharon Stone
probablemente se pregunta como ha podido pasar de su carrera en los
noventa a acabar ahí, y el resto de secundarios, se limita a
aparecer y cumplir su parte del guión.
El desastre que supuso Catwoman acaba
por no serlo tanto por su alejamiento del original del comic sino por
tratarse de una película muy floja. Un enfoque donde aparentemente
nada podía salir mal hasta que acabó por verse en pantalla el
resultado, como también pasó con Van Helsing ese mismo año. Aunque
al menos en la primera salían un montón de gaticos.
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