jueves, 4 de mayo de 2017

Catwoman (2004). Cualquier parecido con el original es pura coincidencia


Aunque ahora cualquier película de superhéroes (bueno, parece que los de DC lo están teniendo un poquito más crudo) tenga papeletas para salir bien y recaudar, es una tendencia reciente. No hace falta irse hasta los noventa donde algunas adapciones se hicieron como buenamente pudieron, sino hace solo una década una película acabó siendo, medio en broma medio en serio, el ejemplo de lo que no debe hacerse con un personaje de comic. Ya entonces tuve bastante con algún estreno un poco decepcionante, y entonces el tema de los superhéroes no me interesaba mucho. Por lo que no llegué a ver la película de Hale Berry que habían recibido bastantes críticas. Tampoco esperaba quedarme a verla en un pase de televisión, pero antes de poder coger el mando, dos gatas se me habían sentado en el regazo impidiendo todo movimiento. Aún ahora sospecho que esa semana la película del sábado la eligieron Sabela y Narnia...



La Catwoman que vimos en cine no es Selina Kyle, sino Patience, una apocada ilustradora publicitaria que trabaja para una firma de cosméticos. Tan apocada, que es un poco extraño que su jefe llegue a darse cuenta de su existencia para dedicarse a echarle broncas monumentales. En realidad esto es más bien porque él es el malo oficial de la película: no contento con gestionar a su plantilla de una forma bastante arbitraria, pretende lanzar al mercado un cosmético provoca graves lesiones cutáneas y una completa dependencia de su uso para evitarlo. Tras descubrir accidentalmente lo que el producto estrella de la empresa oculta, Patience es atacada por orden de sus jefes y dada por muerta. Es a partir de entonces cuando su vida sufrirá una trasformación: despierta, sin recordar lo sucedido, rodeada de gatos, comprobando que sus sentidos y su agilidad han se han agudizado como los de un felino. A partir de entonces empleará sus nuevas habilidades para actividades tan dispares como descubrir que es lo que pasó esa noche, vengarse de sus asesinos...y cambiar totalmente su estilismo.



Pese a tener los derechos del personaje de DC, la adaptación es muy libre. Tanto, que en realidad se trata del origen del personaje en cuestión, del que solo tiene en común el nombre, y donde no aparece Gotham, Batman ni una sola mención a cualquier otro elemento de los comics. Algo que en realidad no es negativo, sino una aproximación distinta, y bastante arriesgada, a una supervillana o heroína con mucha historia a sus espaldas. En realidad, el problema viene de ser una producción donde parece que el equipo puso todo su esfuerzo en que esta fuera lo peor que pudiera estrenarse.



Vista hoy, la película cuenta con todos los defectos típicos del cine de esa década: un montaje de secuencias de acción demasiado acelerado y un poco de videoclip, una banda sonora que machaca a base de piezas de rythm and blues electrónico, unos estilismos que pretenden ser modernos y que hoy desentonan tanto como las hombreras y la laca de los años ochenta, y un total abuso de los efectos digitales. Tan presentes que llegan a generar con ellos secuencias que podrían haberse filmado de forma artesanal, y es que ver a unos gaticos generados por ordenador hace que se me caiga el alma a los pies. O, donde directamente, las acrobacias de la protagonista son sustituidas por infografías que saltan, rebotan y hacen piruetas en lugar de esta o de su doble. Y que, como muchas películas de presupuesto alto de esa década que cometieron el mismo error, hoy chirrían o dan un poco de vergüenza ajena.


 
No sé si estoy viendo una de superhéroes o una comedia romántica

El guión tampoco ayuda. No es tanto por la premisa, que perfectamente podría haber sido una empresa de chocolates malvada, y habría funcionado igual, sino por la ejecución. Esta consiste un montón de tópicos y lugares comunes hilados para contar una historia que no aporta mucho, de los que se van echando mano cuando hace falta: no llega a quedar claro si es una historia de venganza, porque la protagonista parece bastante feliz con su nueva condición superheróica, ni de villanos, porque solo es en el último momento en el que se inventan propiedades inverosímiles para justificar que el antagonista final dure más de lo que debería (en este caso, la crema mutante del principio genera piel de acero e insensibilidad al dolor. O que se te derrita la cara. Lo que necesite el guionista en cada caso) ni de evolución de la protagonista, porque en realidad, no existe.

 
Vamos a poner gatetes que es a lo que vinimos

Hale Berry estaba en un buen momento durante esa época, después de haber interpretado a Tormenta en dos entregas de X- Men, y su elección como protagonista parecía prometedora o una apuesta segura. Pero tal y como la conciben, esta pasa de ser una mosquita muerta a moverse literalmente como una gata, que es practicamente a lo que destinan sus apariciones como Catwoman. Una heroína a la que en este caso le dan un origen sobrenatural, directamente vinculado al arquetipo del felino, y cuya trasformación tratan en algunos momentos de manera cómica, con una protagonista colocándose con nébeda o bufando a un perro, y lo ridículo. Que más o menos es el resto: poses pretendidamente sexys, secuencias destinadas a verla caminar, un par de maullidos y juegos de palabras con “purr” que dan vergüenza ajena y uno de los trajes más absurdos e injustificados que se pudieron conseguir para cualquier héroe basado en un comic. Porque no hay nada más confortable para moverse por los tejados que un sujetador con correas de cuero y unos pantalones de campana con tacones. Mientras tanto, Sharon Stone probablemente se pregunta como ha podido pasar de su carrera en los noventa a acabar ahí, y el resto de secundarios, se limita a aparecer y cumplir su parte del guión.



El desastre que supuso Catwoman acaba por no serlo tanto por su alejamiento del original del comic sino por tratarse de una película muy floja. Un enfoque donde aparentemente nada podía salir mal hasta que acabó por verse en pantalla el resultado, como también pasó con Van Helsing ese mismo año. Aunque al menos en la primera salían un montón de gaticos.




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