lunes, 30 de marzo de 2015

El Ministerio del Tiempo. Los viajes temporales del sector público




Desde la semana pasada, hay un determinado grupo de fans que respira aliviado: Televisión Española ha decidido renovar El Ministerio del Tiempo, una serie de ciencia ficción de la que se temía su cancelación a partir del segundo capítulo. Una medida un poco exagerada teniendo en cuenta el poco tiempo que llevaba en antena (junto al esfuerzo que supuso esta producción). Además, tampoco tenía mucho sentido centrarse en los índices de audiencia tradicionales cuando claramente esta funcionaba mucho mejor en los nuevos sistemas de televisión..Y, bueno, quizá muchos aún tememos que la televisión española en general seguía escapando del género fantástico como de la peste.



El caso es que al Ministerio le han dado el visto bueno, junto con todo el apoyo que mostraron sus seguidores, por lo que de momento continúan las aventuras de Amelia Folch, Julián Martinez y Alonso de Entrerríos en un organismo público dedicado a mantener el orden dentro de la historia española. Porque los empleados de este tiene como cometido que esta continúe tal y como se la conoce hoy en día. Debido a que el edificio sirve como entrada o salida a distintas épocas en la que sus empleados deben actuar. Estos pueden ser contratados en cualquier época imaginable, al igual que le ha pasado a los protagonistas: Amelia es una de las primeras universitarias a finales del Siglo XIX, Alonso es un soldado de los Tercios de Flandes y Julián es un enfermero en la actualidad. Desde que entren a formar parte del Ministerio deberán trasladarse a la Guerra de la Independencia, el Siglo de Oro e incluso a principios de los ochenta corrigiendo las alteraciones que tienen lugar en ellas. Algunas de ellas, provocados por quienes también conocen la existencia del Ministerio.



Las primeras noticias de la serie empezaron con el sambenito de ser “un Doctor Who a la española”. Lo cierto es que el primer trailer, entre la música y el logotipo, resultaba un poco engañoso y hacía pensar en la etapa más reciente y el éxito de la producción británica. De hecho los propios guionistas bromearon diciendo que no era tal, porque este último viajaba al espacio y salían extraterrestres, cosa que aquí no había. Pero lo cierto es que este fue suficiente como para llamarme la atención y ver el primer capítulo, aunque sin confiar mucho en él y un poco pensando “a ver qué han hecho los de tve ahora”. La sorpresa fue mayúscula, pero no como había esperado, y no me arrepiento de haber empezado ese primer capítulo por pura curiosidad. Ese primer piloto sirvió para presentar de una forma ágil a los protagonistas, secundarios, el funcionamiento del ministerio y establecer el particular sentido del humor de la serie. Estos cuentan con una personalidad muy específica, propia de cada época, y que si en algunos momentos produce situaciones cómicas, en ningún momento los convierten en personajes ridículos o en bufonada. Estos también se caracterizan por ir avanzando con cada capítulo y adaptándose tanto a las distintas épocas como a la que los tres comparten en el ministerio.

 


Precisamente este es un elemento que sirve tanto de punto de partida como para establecer algunos gags recurrentes. El diseño de este, con escaleras y puertas inacabables, y con la historia sobre sus orígenes, es mucho más cercano a la fantasía que a una ciencia ficción más tecnológica. Pero como organismo público, sus empleados tienen que sufrir recortes salariales, de material, y de Moscosos, de lo que se han quejado centuriones romanos, encargados de reclutamiento en la Armada Invencible o el mismo Velásquez, uno de los secundarios más divertidos. Este humor cotidiano también se ha convertido en un elemento recurrente, y uno de los mejores explotados…aunque precisamente se agradezca que este venga enfocado de esta manera más cercana, y que obvien un poco los tópicos habituales sobre vagancias y descansos interminables. Pese a que también había algún guiño, bastante efectivo, a la costumbre de juntar puentes y días de asuntos propios a la primera de cambio.

 


Estos escenarios hacen también muy patente el nivel de la producción y el interés invertido en la realización de la serie: los efectos especiales, o más bien, la recreación de los escenarios históricos, vestuarios y especialmente, un reparto muy competente y capaz de hacer que exista química entre personajes tan distintos. O lo que es todavía más complicado: que uno de ellos pueda ir adaptando un lenguaje propio del siglo XVII al actual, sin que esto resulte forzado y que en todo momento el espectador pueda creérselo.

 


Pese a que es un error el compararla continuamente con Doctor Who, sí hay un detalle que la hace más cercana a esta: el interés didáctico que, sin ser una serie con parrafadas  educativas, está muy presente en todos los episodios, donde se dedica tiempo a describir los acontecimientos y, por el éxito que está teniendo entre algunos profesores de historia, en convertir fechas y hechos de los libros en una buena historia de aventuras. Pero también hay otras, lo que tampoco es tan extraño: muchas novelas o series de ciencia ficción cuentan con guiños o influencias. En este caso, Tim Powers es una de las más llamativas, pero otros elementos, como el funcionamiento del Ministerio, y especialmente, algunos gags y diálogos son muy cercanos a cómo plantea el humor, e incluso un departamento de viajes en el tiempo, Jasper Fforde en los libros de Thursday Next.

 


El Ministerio del Tiempo es una serie que no me esperaba. Y que hace solo unos pocos años, tampoco hubiera imaginado. Pero después de cuatro capítulos ha demostrado que se ha ganado el apoyo de sus seguidores e incluso el contar con sus propios memes.

jueves, 26 de marzo de 2015

La espada de los cincuenta años. Venganza y espectros, según Mark Danielewski



Los libros no tienen por qué servirse solo de la palabra escrita para contar algo. Pero tampoco tienen que recurrir al apoyo visual de las ilustraciones. Las palabras, las frases e incluso el orden de los párrafos, pueden utilizarse para crear algo que pueda verse y  no leerse. Las imágenes tampoco están obligadas a servirse unicamente de la tinta: la tela y las costuras pueden sustituirlas perfectamente. Pero…¿Qué pasa cuando todo esto se junta en un libro, hasta el punto que estas forman parte de la historia?

 

Algo así se le ocurrió a Mark Danielewski en La espada de los cincuenta años. Este ha demostrado ser  un autor muy particular cuya primera novela, La casa de hojas, llegaba a manejar varias líneas narrativas al mismo tiempo y  se servía de la disposición de los textos como parte de estas. Técnica que ha mantenido en este libro, mucho más breve que La casa de hojas, y en el que las palabras llegan a tener más peso a la hora de crear dibujos que por su propio significado. Las frases se cortan de forma brusca para continuar en la siguiente línea, aparecen impresas en colores distintos y se distribuyen en cada espacio de las páginas de forma aleatoria. Esto no se ha quedado solo en la parte escrita, sino que las ilustraciones que acompañan a cada página no son nada tradicionales: estas reproducen los dibujos que unos hilos forman en una tela. Pero lejos de reproducir un bordado o un tapiz, estos son esquemáticos, compuestos de puntadas desiguales, zurcidos y cortes en la tela que de una forma muy sutil, crean un paisaje tan extraño como el que reproducen las palabras que acompañan a cada una de ellas.

 


Danielewski no sería Danielewski sin su sombrero y su gato

¿Y por qué esa fijación con los colores, la presentación de la frase, y sobre todo, los hilos? Porque estos forman parte de la historia que quiere contarnos. O más bien, un cuento, debido a su brevedad y a la naturaleza del argumento. El escenario es tan extraño como una fiesta de cumpleaños organizada en un hogar para niños huérfanos. Chintana, una costurera cuya historia sirve de hilo conductor, acude a esta sin muchas ganas: la anfitriona es la última persona a la que le gustaría ver , y los niños están demasiado inquietos a la espera del cuentacuentos que les han prometido. Pero este no parece el entretenimiento más adecuado para unos pequeños: el cuento prometido es el de un viaje a través de paisajes imposibles, al final del cual su protagonista conseguirá una espada que puede matar todo aquello que cumpla cincuenta años. Chintana quiere creer que este solo se trata de una fábula.  Pero la caja  que el cuentacuentos trae consigo hace pensar que esto puede no tratarse de una fantasía.

 


Los textos dibujados, o caligramas, no son algo nuevo: solo hace falta ver los textos de  Apollinaire. Pero es algo que quedó más ligado a la poesía, y más concretamente, a una corriente artística determinada, que a lo que podría esperarse en un libro del 2005. Además, técnicamente no se trata solo de caligramas sino de dibujos cosidos…algo que, evidentemente, en las ediciones impresas tienen que quedarse como reproducciones fotográficas. Esto no le resta nada de validez a lo creativo de esos dibujos, porque en ellas se aprecia fácilmente lo que son en un principio: puntadas y telas rasgadas. Y es solo junto al texto que tienen a su izquierda cuando estas se convierten en algo distinto: no son hilos y nudos, sino montañas, bosques, tormentas…e incluso una colección de espadas de todo tipo. Nunca me hubiera imaginado que alguien podía inventar una espada que matara el color verde, o las olas del mar, y en cambio, ha sido esa técnica de ilustración tan peculiar la que ha podido prestarles una imagen. Y, aunque no fuera posible reproducir estas imágenes tal cual, la edición sí incluye en su portada una referencia a este elemento: esta está llena de puntitos, o más bien, de agujeros muy pequeños…como los que podrían hacerse con una aguja de coser.

Al igual que en estas ilustraciones, en este cuento los sucesos van encontrando su lógica y su lugar de una forma muy sutil: es la vida de la protagonista, y lo que va sabiéndose de ella, lo que sirve para enlazar la trama del cuentacuentos y algo tan fantástico como las espadas que va describiendo en cada página. A menudo se describe La espada de los cincuenta años como una historia de fantasmas con forma de libro para niños. Esto último es muy acertado: la importancia de la parte visual, y especialmente, un estilo narrativo muy conciso, es muy útil para dotarlo de una estructura similar a la de una fábula. Lo primero, no tanto: el componente sobrenatural es muy importante, pero también lo es el del drama, la melancolía del personaje principal, lo poético de sus escenarios y la trama sobre la venganza que va tomando forma hasta el desenlace.

Este puede ser un libro muy corto, especialmente hacia las últimas páginas, donde muchas de ellas cuenta solo con una o dos palabras. Pero no sencillo: su contenido, su aspecto, los colores con los que se imprimieron las palabras y las líneas de hilo que forman las ilustraciones exige mucha atención y cuidado. Atención que es capaz de captar a partir de sus primeras frases.

Además, también cuenta con una versión escénica: como buena historia de fantasmas, cada 31 de octubre suele hacerse una lectura en directo, contando con música y algunos efectos de luces.
 

lunes, 23 de marzo de 2015

Los pingüinos de Madagascar (2014). El comando de lo adorable




Hay algunos personajes secundarios que acaban teniendo más popularidad y fans que la que cualquier guionista hubiera imaginado. Bobba Fett llegó a tener todo tipo de novelas y comics en la franquicia de Star Wars, Daryl Dixon era el personaje mejor cocido de todo Walking Dead (claro que esa serie es como los zombies: hay que darle de comer aparte) y en breve los minions se independizarán  de Gru para tener su propia película. Pero un poco antes de estos últimos hubo unos secundarios que, con un trasfondo igual de absurdo e improbable acabaron siendo lo más exitoso de una franquicia: los pingüinos de Madagascar. Lo que había empezado como poco más que un gag en una película sobre un grupo de animales de zoo perdidos en una isla, fueron adquiriendo más peso en las secuelas. El protagonismo les llegó con la serie de animación que compartían con los lémures, otros bichos que también se las arreglaron para robar todo el interés de Madagascar. Y es ahora, con la historia de los anteriores personajes principales cerrada, cuando disponen de una película para ellos solos.

 

Lejos de ser una precuela, o un guión independiente como podía serlo el de la serie de televisión, esta retoma por un momento el final de Madagascar 3: los animales del zoo tienen su propio circo, del que los pingüinos se encargan de conducir por el mundo. Pero para un comando de aves la vida del artista es aburrida, y con motivo del cumpleaños de Soldado, el miembro más joven del grupo, deciden llevar a cabo una nueva misión: infiltrarse en Fort Nox..para conseguir la última máquina que vende aperitivos de queso. Pero otro animal se les ha adelantado: Dave, un pulpo que, además de aficionado al queso, ha jurado vengarse de todos los pingüinos del mundo, ya que esos adorables pájaros bobos le robaron todo el protagonismo del que había disfrutado en el zoo. Por suerte, otro comando formado por animales lleva tiempo vigilando los planes de ese cefalópodo reconvertido a científico loco. Y aunque aprecian toda la información que el grupo de Skipper, Kowalski, Rico y Soldado pueden proporcionarles, no creen que estos puedan serles de mucha ayuda más.

 




La película se caracteriza por dos cosas: por un lado, se aleja por completo de la idea principal de Madagascar, donde todo el tema de los animales parlantes estaba mucho más relacionado con el tema de la diferencia entre los criados en cautividad y los salvajes. Esta tiende más hacia la fantasía, con muchos visos de comedia absurda, donde estos se comportan como humanos, pueden interactuar con ellos y en la que se ha suprimido cualquier intención de acercarse a la realidad a favor de una historia independiente. Por otro, la trama podría definirse en una sola frase: los pingüinos son muy monos. Porque desde que hacen su primera aparición como crías, gran parte de los skecthes, y especialmente, todo el guión gira en torno a esta característica de los pájaros bobos: en realidad el planteamiento inicial es un macguffin, un poco pillado por los pelos, para poner en marcha a los protagonistas y establecer un universo para la película completamente distinto al que se vio en Madagascar…hasta el punto en el que de los personajes principales de esta solo se llega a ver su silueta, lo que no puede ni llamarse cameo. Curiosamente, el Rey Julien y Mort sí aparecen durante un momento, quedando claro quienes han sido los ganadores en esta franquicia.

 


Lo cierto es que intentar borrar de un plumazo cualquier aparición de los personajes anteriores ha sido un acierto, debido a lo alejado de esta película respecto de la franquicia de Madagascar. Además, tuvieron bastante tiempo gracias a la serie para ir dotando de más rasgos característicos a sus protagonistas y que estos pudieran funcionar por si solos sin estrellarse, rasgos que también van desarrollándose a lo largo de la historia. Y basicamente, esta es una comedia, además de una muy absurda: además del planteamiento, cuenta con secuencias directamente pensadas para provocar la risa tonta, por lo que lo mismo pueden verse a un grupo de pingüinos disfrazados de tiroleses que a un grupo de sicarios pulpo tarareándoles la música a coro. Durante la primera parte esto funciona bastante bien, al no dar descanso al espectador con todo tipo de situaciones, pero como suele pasar cuando un guión se sostiene a base de sketchs, llega un punto en que estos se alargan y no es hasta los últimos diez o quince minutos cuando consiguen retomar el interés que habían conseguido al principio. Es una suerte que se hubieran ceñido al formato de hora y media porque es muy difícil mantener una película tan de broma más tiempo. Aunque entre los secundarios puedan oírse las voces de John Malkovich y Benedict Cumberbatch.

 


Podría decirse que Los pingüinos de Madagascar no es más que un chiste alargado…pero uno muy bueno. Pasó el suficiente tiempo como para comprobar que estos podían funcionar en una producción independiente, donde esta se adaptara a las características de estos personajes, y donde consiguen explotar con mucho éxito la primera frase que estos dijeron en Madagascar: “Recordad, chicos: somos cucos y monos”.

jueves, 19 de marzo de 2015

Obituario: Terry Pratchett



Empezamos este año perdiendo a dos personajes muy queridos en el mundo de la ficción. El primero fue Leonard Nimoy: señor Spock para unos y William Bell para otros. Y el pasado jueves nos despedimos Terry Pratchett.

 
Aunque sus lectores recibieron el primer golpe en 2007, al hacer oficial su diagnóstico de la enfermedad de Alzheimer, la noticia resultó igual de impactante, ya que este había continuado escribiendo y desde entonces, habían aparecido unas cuatro novelas, más la que tendrá que publicarse póstumamente. Una buena forma de afrontar su enfermedad, y aún teniendo en cuenta que este siempre se había planteado la eutanasia como una posibilidad. Algo que tampoco resulta demasiado extraño, teniendo en cuenta que en su serie de Mundodisco, la Muerte es uno de los personajes más cabales, afables y queridos por los fans. Y algo que también tuvo en cuenta su hija cuando el 12 de marzo subía el siguiente twitter a su cuenta:
 
 
Pratchett cuenta, entre otros, con relatos cortos e incluso novelas de ciencia ficción. Pero su mayor aportación fue a la fantasía y al género humorístico con la serie de Mundodisco. Un planeta, universo o como queramos definirlo donde, en su primer libro, no había ningún mapa. Porque en palabras del propio Pratchett, “cada lector puede dibujar el suyo propio”.  Y donde la tierra es plana, está sujeta por cuatro elefantes y a su vez viaja a lomos de una tortuga (a donde se dirija esta, es una de las mayores preocupaciones de los filósofos de Mundodisco) ¿Suena raro? No tanto en un mundo donde hay magos, una universidad de magos tan burocrática como cualquier centro educativo real, guerreros bárbaros de la tercera edad y el matemático más genial de todo el disco es un camello.
 

En un mundo así, más ancho que…bueno, esférico, era inevitable que aparecieran todo tipo de escenarios. Además de todo tipo de personajes, que pueden ir desde magos incapaces de hacer magia hasta la Personificación Antropomórfica de la Muerte, este cuenta con paises igual de variopintos. Quizá se deba a que en un principio, Ankh Morpork, la ciudad principal, fuera una parodia de la fantasía al uso, y que después pasara a ser un entorno en plena revolución industrial, pero esto sirvió para ampliar la geografía y que muchos de sus países fueran reflejo de otros escenarios. El aspecto más medieval de Lancre y sus brujas, los faraones de  Djelibeybi o el imperio Agateano, de donde viene el primer turista que hubo en Mundodisco y que a la vez, sirvió para que los lectores pudieran también viajar con él.
 

Tampoco es extraño que todos estos países tengan un sospechoso parecido con los reales: Mundodisco y sus personajes, son en cierto modo, una parodia, a veces con más afecto, a veces más ácida, de todas las tonterías que las sociedades pueden llevar a cabo. A lo largo de 41 libros a Mundodisco llegó el cine, la música rock, la revolución industrial e incluso las estafas financieras. Y también por eso, aunque muchos de sus párrafos (y notas a pie de página) hagan reír, también hacen pensar en lo estúpido que resulta muchas veces la contrapartida real en la que se basan.
Podría decirse que nos quedan sus libros, y que no son pocos…pero tras leer unos cuantos, es más adecuado pensar que lo que le dio Pratchett a sus lectores no fue solo una saga literaria, sino un mundo completo.
 

lunes, 16 de marzo de 2015

Aniversarios felinos



Esta semana es muy importante para el Barrilete: es el cumpleaños de Sabela y Narnia. Esto es algo estrafalario para quien no conviva con animales ni..bueno, tenga el bastante sentido del humor y ganas como para marcarse una fecha. Y  también es  bastante complicado, porque ¿Cuándo es exactamente su aniversario? ¿Cuándo nace o cuando se la adopta?


En el caso de las dos, se trata de las dos situaciones: Sabela se vino a casa un 18 de marzo, cuando tenía unos meses. Narnia, en julio. Pero ella fue algo más afortunada y vino de una camada casera que había nacido el 15 de marzo también. Vamos, que celebramos un casi aniversario.

 


Generalmente esto se queda en poco más que una anécdota, pero el de este año también es muy especial: el anterior fue el primer año de Sabela en casa. Este es el primero de Narnia. un año en el que la he visto pasar de una miniatura blanca con un bultito en la tripa a una minina muy robusta a la que se le han ido oscureciendo las manchas del pelo hasta volverse color café con leche. Lo que, junto a las que tiene en su cara, hace que más de una vez la llamara en broma Doña Cejas o Señorita Starbucks.

 


En realidad en este año, exceptuando todo lo que ha crecido, sigue teniendo el mismo carácter que cuando llegó a casa. Inquieta, muy afectuosa, despierta, pero quizá un poco más torpe que su hermana, a la que solo le sigue ganando en los combates diarios por cuestión de envergadura corporal. Sabela, por suerte, tiene las patas mucho más largas y le alcanza de lejos. En realidad estos enfrentamientos son más cómicos que dramáticos, en parte porque las dos tienden a resultar un poco ridículas, y en parte, también, porque a los diez minutos están acicalándose o durmiendo la siesta juntas.

 
 


Narnia, siendo utilizada vilmente como sofá por su hermana

Gracias a Narnia he empezado a sospechar que todo eso de la elegancia, altiveza y calma filosófica, por citar a H. P. Lovecraft cuando se refería a los gatos, es más bien una astuta propaganda felina. Sabela es muy buena y quizá un poco tontorrona, y pensaba que esto era una coincidencia. Narnia es capaz de saltar hacia una pared cinco o seis veces seguidas intentando cazar un colgador, rendirse, y volver a repetir la rutina de saltos media hora más tarde. Y cuando aparece un punto rojo en el pasillo, es capaz de marearse después de correr tras él en círculos. Ninguna de las dos se ha dado cuenta de quien es la mano que mueve el puntero laser.

 

Pero han sido las persecuciones, los manotazos, las siestas, la costumbre de amasar mi ropa con las patas, de tirar los bolígrafos al suelo porque sí y asombrarse al descubrir que ruedan, y en resumen, de hacer mi vida más feliz, lo que ha hecho que el primera año de Narnia, y el segundo de Sabela, sean igual de inolvidables. Espero que sigan cediéndome un hueco en el sofá de casa por muchos años.

 

 

jueves, 12 de marzo de 2015

Lecturas de la semana. Autores conocidos y sus libros que igual no lo son tanto


Hoy es otro de esos meses en los que tardaban en llegar las lecturas de la semana. Algunos de los libros que terminé pedían a gritos una entrada para ellos solos, y estos también compartían tiempo con los comics, por lo que ha sido difícil juntar dos para una entrada. En este caso, la semana va de autores que cuentan con obras muy populares, pero que también tienen otras que, sin serlo tanto, tienen el mismo mérito que sus hermanas famosas.

 


Georges Simenon. El gran Bob. Después de haber leído unos cuantos libros suyos, he llegado a la conclusión de que  me gustan muchísimo más sus novelas sueltas que las de Maigret. Quizá porque el género policíaco no me apasione especialmente, pero su talento a la hora de plasmar ambientes y personajes de una época concreta es mucho más evidente en las primeras...aunque lo de calificarlo como un Balzac moderno, como lo describían en la contraportada de este libro, es picar un poco alto.

Si en 45º a la sombra presentaba un cuadro bastante claustrofóbico sobre el choque de sus personajes y sus clases sociales a bordo de un viaje entre las colonias en el Congo y el continente, El gran Bob traslada la acción a París. La historia es tan simple como la del Bob del título, un tipo muy apreciado por los habitantes de una calle en el barrio Latino, y su súbita muerte en un accidente de pesca. Tras esto queda su viuda, el pequeño taller que ambos llevaban y todos aquellos que se conocían entre sí. En los siguientes capítulos, que abarcan el entierro y los meses posteriores, el Doctor Coindreau sirve de hilo conductor para conocer la vida de este personaje y el secreto que escondía.

En ningún momento se trata esta de una investigación detectivesca: en realidad se reduce al interes del protagonista por descubrir la historia que ocultaba alguien tan particular, y que a su vez hace que este llegue a involucrarse y tomar decisiones poco acertadas a causa de su extraña amistad con la viuda. Amistad que sirve para conocer un catálogo de personajes variopintos, algunos más complejos que otros, que suponen lo más apasionante de la historia: poco importa quien fuera realmente Robert Dandurand, o lo que sucedió el día de su muerte. Pero es imposible no quedar fascinado ante lo que en realidad, es un cuadro de un Paris de postguerra un tanto decadente pero atractivo.

 


Carlos Ruiz Zafón. Las luces de septiembre. Aunque el éxito le llegara con La sombra del viento, la carrera de Zafón empezó en los noventa con la narrativa juvenil. Su intención, según exponía en el prólogo, era recrear las novelas de misterio que le habían gustado como lector entonces. Lo que en un principio es todo un acierto porque el escenario y los elementos con los que cuenta Las luces de septiembre son muy interesantes: la ambientación poco antes de la II Guerra Mundial, en un pueblo de la costa de Normandía, con una familia mudándose para trabajar en la mansión de un fabricante de juguetes. Además de estar permanentemente envuelta en nieblas, la casa está poblada por las creaciones de su propietario: autómatas inquietantemente parecidos a un ser humano real, mecanismos de relojería y un gigantesco ángel que resulta más amenazador de protector. Es entonces cuando la muerte de una de las asistentas hace que el interés de Irene Sauvelle, la hija de la nueva ama de llaves, por la mansión y la historia de Lazarus Jann, su propietario, se convierta en algo personal y a la vez en un peligro para ella y su familia.

A Zafón le encantan los escenarios de principios y mediados de siglo, un tanto siniestros, las historias familiares ocultas y el misterio que recuerda a los folletines clásicos. Vamos,  que trabaja con el 90% de cosas que me gustan y sin embargo, no he pasado de leer solo dos libros suyos y sin que me emocionaran demasiado. Probablemente, porque para este tipo de lecturas acabo yéndome a novelas de época, que con todos sus defectos y virtudes, me resultan más divertidas. En este caso cuenta además con la desventaja de querer narrar una historia que debería resultar más compleja, pero que no puede explotar todo su potencial debido al número de páginas que parece limitado por imposiciones exteriores. Así, todos los secretos que han ido acumulándose en la primera mitad tienen que desvelarse a base del correspondiente monólogo que imparte el antagonista en las últimas páginas. Y que hace que todo el cuidado con el que se construyó un escenario que debería haberse aprovechado más, quede muy deslucido.

Además, es uno de estos casos en los que la caracterización de los personajes sale perdiendo a costa del argumento y la ambientación. Pese a un intento de darles algo de trasfondo en los dos primeros capítulos, no es que la actitud de la protagonista respecto a lo que sucede en la historia tenga mucho sentido. Bueno, sí: que es el personaje principal, por lo que a ella y a su interés romántico (porque no puede faltar el chico aventurero, solitario y de aspecto melancólico) no les queda otra que pasearse todos los escenarios posibles a la espera de que les pase algo. Y en más de una ocasión el lector se queda un poco con cara de “ehm…si no hubieran metido las narices ahí, nadie les hubiera molestado. Ni sus familiares correrían peligro..”. Quizá por eso, al igual que La sombra del viento, se ha quedado en uno de esos libros que pasan las páginas con interés gracias a una premisa tan interesante como los caserones góticos, los autómatas y los dobles malvados, pero que le falta el punto para que se convierta en algo apasionante de verdad.

 

lunes, 9 de marzo de 2015

Los boxtrolls (2014). Monstruitos, personajes esperpenticos y animación tradicional



Echo de menos el stop motion. Junto a los dibujos animados, fue una de las grandes formas de animación artesanal, quizá mucho más trabajosa pero con unos resultados más sorprendentes. Dependiendo de la pericia, esta podía resultar más estática y amateur, o darle una completa apariencia de vida a los muñecos que se movían en pantalla. Pero siempre quedaba cierto punto de inmovilidad en las marionetas, que junto a lo limitado de los escenarios, hacía que esta siempre tuviera un aspecto mucho más artesano e imperfecto, que la hacía fascinante. La animación por ordenador es más fluída y perfectamente podría sustituírla, cosa que ha acabado haciendo en producciones más grandes donde el tiempo y el acabado apremian. Pero esto no hizo que el stop motion desapareciera, quedándose para unas cuantas películas que, aunque el PC sirva de ayuda,  prefieren mantener un carácter más pequeño o tradicional, y donde aún se conserva ese aspecto algo más mecánico que muchos asociamos con los primeros efectos especiales. Por eso no parece tan extraño encontrarla en películas como El apóstol, mucho más personal, pero sí en otras destinadas al público infantil donde en principio, podrían ahorrarse trabajo y ofrecer un acabado más impresionante…o quizá no.

 

Los Boxtrolls son unas criaturas que viven en Cheesebridge, una ciudad que vive aterrorizada por ellos tras el secuestro hace algunos años del bebé Trubshaw. Desde entonces, tras el toque de queda, Archibald Snatcher y sus secuaces recorren las calles capturando a todos los boxtrolls que deambulan por ellas mientras sus habitantes duermen. Exceptuando una fiesta anual donde se conmemora el triste destino del pequeño desaprecido, las otras grandes preocupaciones de la ciudad son las apariencias, el dinero, y el queso, un bien muy apreciado por sus gobernantes. Algo a lo que Snatcher podrá acceder una vez que el último boxtroll haya sido eliminado de Cheesebridge. Pero cuando Winnifred, la hija del alcalde ve a un niño acompañando a los boxtrolls, empieza a sospechar que estos tal vez no son las sanguinarias criaturas por las que tenía un interés un tanto truculento. Aunque su padre siga sin interesarle más que el queso y las próximas fiestas en memoria del bebé Trubshaw, ella tiene otras preguntas: ¿Quién es ese niño al que los boxtrolls llaman Eggs? ¿Qué esconde Snatcher en su fábrica? Y sobre todo…¿Por qué el mayor objetivo en la vida de un alérgico a la lactosa es acudir a una degustación de quesos?




Los créditos de la película indican que esta está basada en un libro llamado Here Be Monsters. Que, además de venderse solo con semejante título, poco tiene que ver con la película que lo adapta. Al igual que Lluvia de albóndigas, o incluso Guardianes de la noche, tiene en cuenta solo algunos elementos a partir de los cuales desarrolla un guión muy distinto. En este caso, serían los propios boxtrolls, su protagonista disfrazado como ellos, y especialmente, la estética un poco siniestra de sus dibujos, llenos de detalles absurdos, maquinarias un tanto steampunk y una ciudad imaginaria, de influencia victoriana, cuyos habitantes recuerdan un poco a algunos sketchs de los Monty Python. De hecho, es Eric Idle el que escribe una de las canciones de la banda sonora.

 


Al igual que muchas películas infantiles, esta cuenta con un trasfondo positivo que se va haciendo más evidente a medida que avanza la  historia: parte de esta gira en torno a el miedo a los que son diferentes, aceptarse a uno mismo, enfrentarse a los problemas en lugar de huir de ellos o el valor de escuchar a los demás. Cosas que en papel pueden parecer muy didácticas y pesadas pero que en el guión, al mezclarlas con unas película de estética tan extraña y llena de secuencias y situaciones la mar de desconcertantes, funciona mucho mejor. Además, no se queda solo en una moraleja limitada, sino que se atreven a incluir secundarios con capacidad para redimirse, o más bien, para pensar de una forma que uno no esperaría en una película infantil: si no es lo bastante extraño el ver toda la ciudad de Cheesebridge y sus personajes, además los secuaces del villano se pasan la mitad de la película planteándose dilemas sobre el bien, el mal, e incluso una escena postcréditos donde discuten sobre teología.

 


No son estos los únicos detalles que se saltan todo el tema de los gags por edades: la película está llena de referencias a lo macabro y lo truculento, e incluso el vodevil, donde no se cortan de incluir escenas donde una niña de aspecto repollesco se indigna porque esperaba ver “ríos de sangre y montañas de huesos de bebé” o donde el suceso supuestamente dramático del principio se convierte en un número musical. De hecho, todos los personajes mantienen estas características tanto en diseño como en carácter, y pese a lo cuidado de estos y los escenarios, la estética se caracteriza por lo exagerado y lo esperpéntico. Puede que los boxtrolls parecen unos bichos desagradables, pero su fondo es entrañable y noble, y con mucha más profundidad que la que podrían tener los minions de Despicable Me, con su aspecto más limpito y mono (aunque también me gustan un montón y se trata de un tipo de cine distinto). Pero el mejor, en este caso, es el personaje del villano, donde no se cortan un pelo a la hora de incluirle todo tipo de características extrañas. No solo en su aspecto, repulsivo como podía esperar, sino su carácter: este cuenta con todas las características negativas que un antagonista puede tener, junto a otras que no menciono por no estropear la sorpresa pero que me han hecho preguntarme cómo fueron capaces de colar semejante idea en una película para niños.

 


Practicamente no hay nada malo que decir de su aspecto visual y de unos personajes que le encantarían a Edward Gorey…pero el guión tiene momentos muy poco pulidos. Si el personaje de Snatcher es de los más divertidos, toda la trama relativa a sus planes queda un poco por los pelos, como si lo que hace fuera necesario para que el guión pudiera tener un desenlace con enfrentamiento final como el de cualquier otra película de aventuras, y no algo adecuado para la propia historia. De todas formas, son detalles menores en una producción que se disfruta mucho más por su aspecto visual y por los elementos acertados del guión, teniendo más peso lo primero que los fallos que puedan ser evidentes.


 


Boxtrolls es una película rara. No es de extrañar, teniendo en cuenta que viene de la misma productora que Coraline y Paranorman, por lo que no va a tratarse de una comedia ligera como otras de animación. Tampoco está pensada para que la disfruten solo los adultos, sino que es, simplemente, una película rara para niños raros. De esos que disfrutan mucho  más con Agallas el perro cobarde que con Monster High.

jueves, 5 de marzo de 2015

Big Hero 6 (2014). Robots, cosas japonesas y algunos superhéroes


 

Disney empieza a recordarme al chiste de “Google y Hacendado dominarán el mundo”. Con los derechos de Marvel, de Star Wars, y tras el éxito de Frozen, se han vuelto a poner a la cabeza en el ámbito del entretenimiento. Aunque es curioso que en cuanto a estrenos en cine, acaben apostando más por la animación digital que por los dibujos tradicionales a los que siempre estuvieron asociados. Y, si hace dos años el estreno navideño fue una versión libre de La reina de las nieves, ahora le toca el turno a una historia propia.

 


Big Hero 6 resulta en principio un título un poco ajeno al punto de partida de la historia (al menos para mí, que apenas leí nada sobre la película y la conocía por un par de trailers). Hiro es un chico huerfano que vive con su  hermano y tía en San Fransokio, una ciudad donde conviven la estética oriental y la tecnología imposible. Este prefiere dedicar su inteligencia y habilidad con la robótica a ganar peleas callejeras de robots. Una visita a la facultad de su hermano, donde los estudiantes son capaces de fabricar todo tipo de inventos, le hace cambiar de opinión y a su vez le sirve para conocer la última creación de este: Baymax, un asistente médico personalizado. Gracias a su diseño de unos microrrobots guiados por ondas cerebrales, consigue entrar en la facultad. Pero ese mismo día, esta se incendia y Hiro pierde a su hermano. Unos días después descubre que no fue solo Baymax y uno de sus microrrobots los que se salvaron del incendio, sino que todo su proyecto fue sacado de allí, y que un personaje oculto tras una máscara los está utilizando en su propio beneficio.



Lo que más llama la atención en las primeras secuencias es la estética de la película. Esta es deudora de la cultura japonesa, al menos de la cultura popular: la ciudad del protagonista es un lugar imaginario, pero con un nombre en el que se reconocen perfectamente los escenarios. Hay peleas callejeras como podría haberlas en una “de chinos”, pero reconvertidas a algo tan cómico como apuestas en peleas de robots. Pero el guiño más evidente es la actitud de los personajes una vez se plantea la trama. Esta recuerda directamente a las series “Sentai”. O lo que es lo mismo, a los grupos de héroes uniformados y robots gigantes que conocimos gracias a la adapción que se hizo con Power Rangers…o a Bioman, si se es un poco más mayor y más purista. No es que aquí haya muchos robots gigantes, y el diseño de los personajes es más variado y original que los uniformes de colorines que se veían en la tele. Pero los otros elementos, como las armas específicas, y especialmente, algunos detalles cómicos, como el ponerse a anunciar a gritos los ataques que lanza un personaje, son tal cual. De hecho, es uno de ellos el que se encarga en todo momento de incluir algún gag respecto a estos clichés, llegando a incluso a contar con un disfraz muy similar a los monstruos de goma que aparecían en estas series.

 


Junto a estos guiños a lo que muchos recordamos como “cosas japonesas”, hay también otros dos muy presentes: la ciencia ficción, tomada de una forma muy libre, e incluso los superhéroes. La primera se toma de una forma también bastante ligera, al presentar una universidad de genios donde todos y cada uno de los inventos están al servicio de lo que el guión necesita. Y donde llega a aparecer también un aparato que es verlo y acordarse un montón de Stargate. La referencia a los superhéroes va haciéndose más presente a medida que avanza la trama: si lo del grupo formado por los protagonistas empezaba como algo más cercano a la televisión, va haciéndose más cercana a otro tipo de héroe, hasta el punto de que el propio guión llega a bromear con la posibilidad de que esta se trate de una “historia sobre los orígenes de un superhéroe”. Lo cierto es que esta última parte, aunque está bien integrada en el guión, y hace que todo resulte una mezcla bastante divertida, es la que menos cómica me pareció. Parece que están demasiado empeñados en exprimir el tema de los superhéroes, hasta el punto de que aquí también acaba apareciendo un cameo de Stan Lee, un guiño a los uniformes de Marvel y un personaje destinado unicamente a incluir todos los chistes referenciales posibles y de paso, incidir algo más en estos últimos. No es raro que una película de entretenimiento incluya a alguien que sirva de alivio cómico, pero, ¿Realmente hace falta en una de animación que siempre va a tener una mayor carga humorística?

 

Estoy a favor de toda película que incluya un gato tricolor (por cierto, se llama Mochi)

Aunque el comienzo me hacía pensar que me encontraba ante una más de animación, el guión juega bastante bien con los giros (aunque se ponga un poco pesado con los chistes referenciales), lo que pensaba que se trataría de una historia sobre un chico, su robot abrazable y un malo que estaba cantado desde el principio, toma un camino muy distinto. Parece que desde Frozen o incluso Brave descubrieron que esto de jugar con el guión ofrece más posibilidades, y esta no es una excepción. Hiro y Baymax son los protagonista, y de hecho, la película destina mucho tiempo a caracterizarlos y construir la relación entre ambos. También es el personaje de Baymax el más llamativo desde un principio, y al que le han dedicado un mayor esfuerzo para que fuera la cara visible de la promoción. Lo cierto es que ambas cosas funcionan, consiguiendo que los momentos dramáticos sean bastante emotivos y que el personaje de Baymax sea cómico y entrañable: entre su voz robótica, sus pasitos un tanto torpes, y que incluso el que su inventor lo describa como “una apariencia poco amenazadora y abrazable” hace que se convierta en uno de los chistes más divertidos de la película.

 


Pero en realidad no es solo una película sobre un chico y su robot, porque a medida que esta avanza, se hace más coral, incluyendo al resto de personajes que, sin llegar a ser protagonistas, cuentan con la caracterización y la utilidad suficiente como para que cada uno cuente con su parte en el guión. Bueno, menos al que pusieron ahí para ser alivio cómico, que parece que solo sirve para hacer chistes de Godzillas y supervillanos. Y es también gracias a estos por los que el guión acaba contando con una sorpresa final bastante curiosa, aunque también recuerda bastante a la división que ahora le está dando a Disney más beneficios, y que acaba enlazando con la mención a las historias de orígenes de superhéroes que hacían mención en un momento.

 
No sé si esto último les servirá para hacer secuela, algo que a Disney, en cuanto a animación se refiere, no les suele salir nada bien. Pero sí he comprobado que Big Hero 6 es una película muy distinta a lo que esperaba. En algunos momentos esos giros me han gustado, en otros no..pero en tondo momento me han pillado por sorpresa y me han mantenido pendiente de lo que pasaba.

 

lunes, 2 de marzo de 2015

Titus Awakes. La novela incompleta, perdida y encontrada de Mervyn Peake y Maeve Gilmore



Los apuntes no utilizados por un escritor son demasiado tentadores como para no emplearlos. Especialmente, cuando su obra quedó incompleta y el recurrir a sus notas es una opción. Pero también puede ser una forma de sacar dinero gracias a su éxito. Y es que no es raro que acaben apareciendo manuscritos con todo lo necesario para sacar un libro: pasó con el Millenium de Stieg Larsson (aunque ahora nadie se acuerde del boom que fue), al igual que el último volumen de La rueda del tiempo, y en el caso de Tolkien, solo deben quedar ya por publicar sus listas de la compra.

 
Sin embargo, Gormenghast se había mantenido hasta ahora al margen, quizá por ser una saga mucho menos conocida que las anteriores, y por lo personal de su narración y su estilo. Pero la intención original de Mervyn Peake había sido escribir al menos cinco volúmenes, que se quedaron, a causa del Parkinson de su autor, en una trilogía. Pero fue precisamente su forma de narrar lo que hizo que el desenlace de Titus Solo pudiera ser abierto, incluso onírico, pero sin llegar a resultar algo incompleto.

 


De los dos siguientes solo llegó a escribirse un capítulo y unas cuantas palabras sueltas, que la mujer del autor empleó para completar una posible cuarta novela. Esta, mucho más breve que la anterior, continúa el viaje de Titus Groan, ahora convertido en un personaje en busca de libertad e incapaz de atarse demasiado tiempo a un solo lugar o a una sola persona o grupo. Este lo llevará por diversos escenarios, tan distintos y separados entre sí que apenas tienen un nexo de unión que no sea el propio protagonista. Una cabaña y una comunidad de leñadores, planicies, una familia, un grupo de soldados, una isla y sus habitantes, muy similares a cualquier pueblo de Inglaterra, e incluso una clínica, son parte del mundo que Titus recorre.

 

La principal particularidad de Titus Awakes la explican en un prólogo donde exponen qué sucedió con este manuscrito y sobre todo, cual parece ser su intención. Es su mujer quien terminó la historia de Titus en ese cuaderno, que a la vez estuvo perdido hasta que sus herederos lo encontraron hace unos años. Y este, más que una continuación, es una traslación de la vida de Peake y su familia a la ficción, retomando escenarios tales como la isla donde vivió durante varios años, o las referencias a la guerra, donde el protagonista va identificándose cada vez más con la figura del autor que lo ideó.

 


Posiblemente es este el principal problema de la historia: no se trata de la novela perdida de Gormenghast, sino una pieza escrita por un familiar, que, si se considera cierto lo que se expone en el prólogo, no pretendía continuar una narración sino ser la forma de expresarse de un allegado. De hecho, Maeve Gilmore era pintora y se nota, porque el planteamiento de los escenarios es muy similar a los de un cuadro: son secuencias completamente distintas unas de otras, separadas por cada capítulo, y que si bien pertenecen a la misma etapa, poco tienen que ver unas y otras. Además, su visión resulta muy personal, y sabiendo un par de detalles, es imposible no sospechar que el personaje de la pintora y sus gatos (uno de esos capítulos donde la novela ganó puntos a velocidad de vértigo. Por motivos evidentes) no sería una versión de si misma, y si esa fijación en hacer que el protagonista repita una y otra vez que busca la libertad y no atarse, algún tema personal, o quizá una forma de tratar con la muerte prematura de su marido.


En todo caso, esa última parte es la menos conseguida: a menudo se interpreta el personaje de Titus Groan como la búsqueda de libertad del hombre al margen de las convenciones, pero el exceso de salto de escenarios, y esa insistencia con la que el personaje lo dice en todos los capítulos hace que resulte bastante afectado, y que pierda toda la simpatía que los lectores podían haberle tenido, para convertirse en un tipo bastante intragable.

La desolación y la extrañeza del mundo exterior que Mervyn Peake había planteado en Titus Solo queda muy lejos. Al igual que todo el absurdo con el que describía el castillo de Gormenghast, y aquí es inútil buscar todo lo extraño de las habitaciones y personajes del palacio, que recordaba sin ser obvio al mundo de la aristocracia, ni lo grotesco de un país lleno de maquinarias, donde se hablaba de una guerra y de sus víctimas. La sensación que produce Titus Awakes, con su la identificación de su protagonista, y la insistencia en mencionar a secundarios de los dos primeros libros, es el de un fanfic. Un fanfic escrito como una muestra de afecto por una persona cercana a Peake y que todos los seguidores de Gormenghast acabaremos leyendo, pero que precisamente por ese carácter tan personal, también nos planteamos si ese manuscrito no debería haber seguido guardado.