Los libros fuera de la edad para la que estaban pensados son
bastante paradójicos. A veces uno puede
quejarse de que son demasiado simples, quedarse con cara de tonto por protestar
por algo que en principio, tiene que ser
así…y en otros casos, quedarse también con la misma cara, pero por motivos
distintos: ¿Cómo es posible que algo destinado a lectores tan pequeños pueda
tener semejantes matices? Este último es el caso de estos dos libros. No son
demasiado recientes, y en el caso de uno de ellos, es directamente un clásico. Pero
ambos han conseguido saltarse a la torera la franja de lectura, y de paso,
hacer que los aprecie mucho más en este momento.
J. M. Barrie. Peter Pan. Junto a Alicia es uno de los
personajes emblemáticos de la literatura infantil clásica que ha tenido más adapciones,
siendo la más conocida la de Disney. Esta es la historia del niño que no quiso
crecer, de los hijos de la familia Darling y su viaje a Nunca Jamás, donde se
encuentran las aventuras, y su regreso al hogar. Historia que, además de
versiones, ha dado lugar a muchas interpretaciones. E incluso a un síndrome en
psiquiatría.
Con el texto
original, no es extraño que sirviera para tantos trabajos posteriores: pese a su
forma de narrar simple, precisamente pensada para los niños, cuenta con un
trasfondo mucho más complejo, y a ratos inquietante. Hoy es imposible no
entender la relación entre el Capitán Garfio y el miedo que le produce escuchar
el sonido de un reloj, ni el enfrentamiento con su antagonista. Pero también
sorprende por este último: lejos de las versiones amables del personaje y de
sus aventuras, la caracterización de Peter Pan es mucho más amoral y negativa
que la de un niño sin más. No solo se lo presenta como alguien egoísta e
inconsciente, sino que el narrador cuenta con toda ligereza cómo él mismo se
encarga de matar a los niños perdidos que crecen o le llevan la contraria. Caracterización
que, por el momento, solo he llegado a ver en su aparición en la cuarta
temporada de Érase una vez.
El argumento, como tal, resulta igual de anárquico que sus
personajes: se compone principalmente de aventuras sueltas, apenas descritas en
muchos casos, que los niños tienen en la isla junto a los indios o enfrentándose
a los piratas, hasta llegar al capítulo que sirve de desenlace. Pero es el epílogo
lo más interesante y lo que aporta más matices, aunque a menudo se quede fuera:
los niños regresando, excepto Peter, que solo regresará esporádicamente para
visitar, según pasa el tiempo, y sin darse cuenta de ello, a las descendientes
de Wendy Darling.
Aunque a algunos de sus matices se les nota también el paso
del tiempo, especialmente en lo relativo a los papeles de algunos personajes,
es la forma de reflejar la actitud infantil, o más bien, su trama en torno al
paso a la madurez, lo que la convierte en un libro que hoy es más comprensible
para los lectores adultos.
Lois Lowry. El dador. Esta autora lleva varias décadas
escribiendo para niños y jóvenes, y aunque cuenta con algunas novelas que, como
Quien cuenta las estrellas, sí son
conocidas, o incluso recomendadas en los colegios, no había llegado a sonar
tanto para el público hasta que una de sus obras se llevó al cine. El dador
presenta un mundo sin enfermedades ni sufrimiento. Pero también sin
sentimientos, color ni posibilidad de cambio. La única forma de mantener este
sistema es gracias a la figura del Receptor, quien conserva en su memoria los
recuerdos de toda la humanidad. O lo que es lo mismo, la sabiduría y la
capacidad de aprender de los errores. Jonas es el niño elegido como próximo
receptor, y a medida que recibe la memoria de los colores y de la felicidad,
pero también del dolor y la muerte, empieza a plantearse que su Comunidad, sus
unidades familiares y lo que había vivido hasta entonces no es tan perfecto ni
correcto como pensaba.
Si hoy no es una rareza encontrar series sobre futuros distópicos,
esta, publicada un par de décadas antes, es una de las más originales y
profundas. En ella se plantean temas como la eutanasia, la manipulación o la
necesidad de un lenguaje complejo como medio de expresión, reflejando este último
elemento de una forma muy sutil al principio, pero que adquirirá una
importancia decisiva con la evolución del personaje.
Junto a la complejidad de las cuestiones que trata, se
aprecia también un detalle, sobre todo en comparación con las publicaciones
actuales: la ausencia de trama romántica, cosa que, dado el contenido del
libro, se agradece y que solo hubiera servido para lastrarlo. Aunque el
protagonista sea un niño de doce años, al que empiecen a gustarle las chicas,
esto es solo un elemento más de su caracterización, además del de la sociedad
en el que vive. Porque por suerte no va a haber interés romántico, ni triángulo
amoroso ni nada con lo que ganar lectores fácilmente o dar dramatismo absurdo. Por
supuesto, también es una historia de amor. Pero de amor a la familia, a los
amigos y la incapacidad o capacidad de expresarlo, cosa que el protagonista va
recuperando según avanza en su papel como Receptor.
Si se considera una historia de ciencia ficción, habría
bastante que decir: que si el mundo no está lo suficientemente desarrollado,
que si se salta a la torera la explicación relativa a la recepción de memorias…Pero
lo cierto es que no hace falta. Porque es imposible fijarse en cosas como esas
cuando lo más importante son los personajes, lo que sienten y cómo varía la
percepción del mundo en el que viven. Un mundo que, según avanza la historia,
va volviéndose más gris y menos perfecto.
4 comentarios:
Tengo Peter Pan a medias desde hace años. Me estaba gustando, pero al mismo tiempo no. Los personajes tienen, como dices, una caracterización que no siempre se ha mostrado en Disney: la crueldad de Garfio, los celos de Campanilla... Supongo que una parte de mí prefiere la versión más light.
Conectar con el libro de Barrie es encontrar una lectura para toda la vida, que nos dice cosas distintas en distintas épocas, y que admite todas las interpretaciones posibles. Si el libro me parece, ahora, una lectura tristísima (esos capítulos finales, como bien dices, son desconocidos porque las versiones "para niños" prefieren olvidarlos), entiendo que tenga esas otras lecturas tan vitalistas. Por ejemplo, la película de Disney es para mí una obra maestra.
Kaoru: lo cierto es que las hadas que describe Barrie sí me parecen más cercanas a la mitología popular. Lo mismo son capaces de actos de gentileza como de las mayores barrabasadas. En cambio, al haber leído este libro hace poco, me han gustado todos los matices..Y eso que la versión de Disney, al igual que la de Alicia, me parecen de las mejores que han hecho la productora.
José Miguel García de Fórmica-Corsi: los capítulos finales, por lo que he visto, los pueden tener en cuenta en alguna versión (la verdad es que Hook sí retomaba el tema sobre la madurez y el miedo a envejecer, pero me resulta algo fallida). El libro, en conjunto...es al mismo tiempo bonito, poético, pero también muy inquietante y lleno de lecturas. Sigo pensando que una versión en cine todavía más adecuada, o que llegue a parecerme redonda, aún está por llegar.
Cierto, olvidaba "Hook"... porque prefiero olvidarla, claro. Spielberg, de modo indignante, aprovecha esos capítulos finales para llevar la trama a su propio terreno: la responsabilidad del padre en la armonía familiar. Y Robin Williams, qué horror...
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