Hay algunos libros por los que desde hace años paso por
alto: la lengua gallega también tiene tradición en el género fantástico, y de
hace varias décadas. Desde la ironía y la amargura de Memorias dun esquelete de
Castelao, hasta O caso que lle aconteceu ó doutor Alveiros de Vicente Risco,
muchos de ellos se quedaron en el cajón desde que las clases obligatorias de
literatura se terminaron. Estos se fueron quedando como algo pendiente, que
debería leer, y que seguramente, me gustaría mucho más sin las normas impuestas
por un plan de estudio. Y, a base de pasar por delante de varios estantes de la
biblioteca, volví a acordarme de un par de escritores, ambos con libros de
relatos muy breves, de los que me había olvidado.
Anxel Fole. Á lus do candil. El título es bastante adecuado
para las historias que recoge: la mayoría de ellas, ambientadas en pueblos
pequeños, en los caminos del bosque, y en muy pocas ocasiones, en alguna
ciudad, hablan de las historias que los tratantes se contaban en las posadas, las
anécdotas de los pueblos recitadas una y otra vez, todas planteadas de una
forma muy verbal, más narrada a una audiencia que un lector. Este empieza con
un texto describiendo la sierra y el valle del Courel (tiene su gracia que
describan Quiroga como un sitio de clima benigno porque cuando se pone a hacer
frío, lo hace de verdad…¡Cómo será la sierra!), y cuenta con alguno humorístico
que también consiguió sacarme una sonrisa por su espontaneidad y ese aire de
ser algo que perfectamente podría haber pasado.
Pero la mayoría de los cuentos,
y los mejores, son las historias cercanas a lo sobrenatural, o a esa parte del
mundo en el que lo real y lo fantástico están muy cerca: puede ser un relato
sobre los lobos que deambulan por la sierra, sobre aparecidos, o incluso, sobre
una maldición que, sin ser demasiado grave, se cumple inesperadamente. Estas, aún
entrando en el terreno de lo fantástico, o del cuento popular, son las que más
cercanas resultan, por la sencillez con las que las narra y por el empleo de un
lenguaje y de unas descripciones que para los sus lectores todavía resultan
conocidas.
Rafael Dieste. Dos arquivos do trasno. Además de un título
muy bonito, los relatos de este libro también parecen sacados de ese cajón:
entre ellos es posible encontrar historias, no de terror, pero sí un tanto
desconcertantes, algunas donde juegan un poco con lo sobrenatural, otras llenas
de melancolía y fatalismo y algunas, las menos, con un toque de humor. No hay
ninguna temática específica, y en ellas se mezclan el relato planteado de una
forma más objetiva, con otros, escritos en primera persona, a modo de recuerdos
de su narrador. Aunque, si hubiera que encontrar un rasgo común entre ellos,
sería, al menos, la importancia de las coincidencias en el desenlace de estos,
y especialmente, la subjetividad del narrador. El componente fantástico viene
por la poca fiabilidad en la memoria de quien lo cuenta: ¿Había realmente
alguien tras la puerta? ¿Los niños vieron a alguien que los vigilaba? Es
imposible de saber, y el narrador siempre recurre a esa poca fiabilidad para
que las cuestiones queden en el aire…aunque esto precisamente es lo que las
hace mucho más creíbles y memorables.
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