Con esto de haberlos terminado un poco más tarde de lo que
pensaba, la primera semana de noviembre también la he pasado con historias de
fantasmas…por decirlo de algún modo. Porque en el primer caso, más que
historias serían casos verídicos, según dicen sus autores, y en el segundo, el
clásico de noviembre que me faltaba por leer.
Gerald
Brittle. The Demonologist: The Extraordinary Career of Ed and Lorraine Warren. A
los Warren los volvió a conocer el público a lo grande a partir del año pasado,
gracias a The Conjuring, donde se adaptaba uno de sus casos más conocidos. Pero
lo cierto es que décadas antes ellos tenían su renombre, sus apariciones en
televisión, e incluso una media docena de libros donde relataban sus
investigaciones, y especialmente, su visión de lo sobrenatural. Porque lejos
del enfoque científico, e incluso de la parapsicología, ellos creían firmemente
en la existencia de demonios que podían poseer objetos e incluso atormentar a
los habitantes de una casa.
The Demonologist recoge a grandes rasgos parte de la
biografía del matrimonio Warren, aunque en detalles muy puntuales, como su
matrimonio y sus primeros años antes de dedicarse a la investigación paranormal
a tiempo completo. El resto corresponde, además de pequeñas anécdotas sobre
determinadas situaciones, a sus casos más importantes: aquí figuran algunos de
sus casos más conocidos, como el de Amityville o Annabelle, y otros menores que
al igual que los anteriores, suelen pasar por apariciones espectrales y
embrujos bastante violentos…bueno, bastante no. Porque como te pille un
fantasma o demonio de estos que se encuentran los Warren, te destroza el
inmueble.
Lo cierto es que el libro es muy complaciente con sus
principales personajes. Al igual que en
The Conjuring, estos siempre se presentan como nobles, desinteresados, sin mácula,
profundamente creyentes y respetuosos, pero a la vez un poco desconfiados de
otras explicaciones racionales, que son demasiado científicas y descreídas. Pero
teniendo en cuenta que ha sido escrito en colaboración con ellos, era de
esperar que no fuera nada crítico ni objetivo.
En realidad es una de esas cosas que se lee una vez que se conoce a los
Warren, cuando se tiene simpatía por su particular forma de actuar y esos casos
suyos donde se encuentran con todo tipo de demonios y fenómenos paranormales,
porque se sabe que va a ser una lectura que al menos, va a ser entretenida. Los
capítulos dedicados a sus casos famosos son conocidos hasta la saciedad, y en
el de Annabelle es tal cual lo que sale en el prólogo de The Conjuring. Pero lo
que no me esperaba es que fuera una lectura tan amena y sobre todo, tan
correcta. Había leído hace algún tiempo otro volumen suyo, Graveyard, pero
exceptuando los momentos de comedia involuntaria y las historietas de segunda y
tercera mano que contaban los testigos, era muy flojo. Este, en cambio, cuenta
con un recopilador bastante más eficiente. Y para cualquiera que quiera saber
algo más de estos dos investigadores, sabiendo muy bien de qué palo va el
libro, claro, es de lo más recomendable.
José Zorrilla. Don Juan Tenorio. Lo prometido es deuda. Hace
semana y media me planteaba que el Tenorio era una obra que tenía pendiente. Llegó
el 1 de noviembre y pensé “¿y por qué no, si ya me ronda en la cabeza?”
La obra de Zorrilla recoge de nuevo al personaje de Don
Juan, unos siglos después de la versión de Tirso de Molina. Es un drama romántico
sobre conquista y redención, donde el personaje de Don Juan gana la vida eterna
gracias al sacrificio llevado a cabo por el alma de Doña Inés…bueno, poco más
hay que decir porque, o bien se ve la obra en algún momento dado, o se acaba
leyendo, o incluso es parte del conjunto de lecturas obligatorias en algún plan
educativo.
Sin duda la segunda parte, donde el aspecto sobrenatural es
el más evidente, es la más interesante (o la que más le picará el gusanillo a
los estudiantes aburridos). Las escenas del cementerio, la cena del “convidado
de piedra”, y la escena final, con la referencia a las sombras que rodean al
personaje, también son las que hacen evidente el enfoque romántico de la obra. Además,
aún estando en verso, es una lectura relativamente sencilla, como puede serla
El estudiante de Salamanca, y lejos de piezas de teatro que sí pueden hacerse más
cuesta arriba.
La principal dificultad viene más bien de estar acostumbrada
a la narrativa, porque acabé echando de menos en no verla representada, o al
menos, disfrutar de la versión de Estudio Uno, que haberla tenido como lectura.
Además, puedo asegurar que, si en lugar de impresa, se lee en versión digital,
una maquetación correcta es mucho más importante que en una novela, porque lo
contrario puede hacer la lectura bastante confusa.
Y de postre, un vídeo...de teatro. La versión de Estudio Uno que mencionaba antes:
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