jueves, 13 de noviembre de 2014

Lecturas de la semana. Con unos cuantos aparecidos.


Con esto de haberlos terminado un poco más tarde de lo que pensaba, la primera semana de noviembre también la he pasado con historias de fantasmas…por decirlo de algún modo. Porque en el primer caso, más que historias serían casos verídicos, según dicen sus autores, y en el segundo, el clásico de noviembre que me faltaba por leer.


Gerald Brittle. The Demonologist: The Extraordinary Career of Ed and Lorraine Warren. A los Warren los volvió a conocer el público a lo grande a partir del año pasado, gracias a The Conjuring, donde se adaptaba uno de sus casos más conocidos. Pero lo cierto es que décadas antes ellos tenían su renombre, sus apariciones en televisión, e incluso una media docena de libros donde relataban sus investigaciones, y especialmente, su visión de lo sobrenatural. Porque lejos del enfoque científico, e incluso de la parapsicología, ellos creían firmemente en la existencia de demonios que podían poseer objetos e incluso atormentar a los habitantes de una casa.

The Demonologist recoge a grandes rasgos parte de la biografía del matrimonio Warren, aunque en detalles muy puntuales, como su matrimonio y sus primeros años antes de dedicarse a la investigación paranormal a tiempo completo. El resto corresponde, además de pequeñas anécdotas sobre determinadas situaciones, a sus casos más importantes: aquí figuran algunos de sus casos más conocidos, como el de Amityville o Annabelle, y otros menores que al igual que los anteriores, suelen pasar por apariciones espectrales y embrujos bastante violentos…bueno, bastante no. Porque como te pille un fantasma o demonio de estos que se encuentran los Warren, te destroza el inmueble.
Lo cierto es que el libro es muy complaciente con sus principales personajes. Al  igual que en The Conjuring, estos siempre se presentan como nobles, desinteresados, sin mácula, profundamente creyentes y respetuosos, pero a la vez un poco desconfiados de otras explicaciones racionales, que son demasiado científicas y descreídas. Pero teniendo en cuenta que ha sido escrito en colaboración con ellos, era de esperar que no fuera nada crítico ni objetivo.

En realidad es una de esas cosas que se lee una vez que se conoce a los Warren, cuando se tiene simpatía por su particular forma de actuar y esos casos suyos donde se encuentran con todo tipo de demonios y fenómenos paranormales, porque se sabe que va a ser una lectura que al menos, va a ser entretenida. Los capítulos dedicados a sus casos famosos son conocidos hasta la saciedad, y en el de Annabelle es tal cual lo que sale en el prólogo de The Conjuring. Pero lo que no me esperaba es que fuera una lectura tan amena y sobre todo, tan correcta. Había leído hace algún tiempo otro volumen suyo, Graveyard, pero exceptuando los momentos de comedia involuntaria y las historietas de segunda y tercera mano que contaban los testigos, era muy flojo. Este, en cambio, cuenta con un recopilador bastante más eficiente. Y para cualquiera que quiera saber algo más de estos dos investigadores, sabiendo muy bien de qué palo va el libro, claro, es de lo más recomendable. 


José Zorrilla. Don Juan Tenorio. Lo prometido es deuda. Hace semana y media me planteaba que el Tenorio era una obra que tenía pendiente. Llegó el 1 de noviembre y pensé “¿y por qué no, si ya me ronda en la cabeza?”
La obra de Zorrilla recoge de nuevo al personaje de Don Juan, unos siglos después de la versión de Tirso de Molina. Es un drama romántico sobre conquista y redención, donde el personaje de Don Juan gana la vida eterna gracias al sacrificio llevado a cabo por el alma de Doña Inés…bueno, poco más hay que decir porque, o bien se ve la obra en algún momento dado, o se acaba leyendo, o incluso es parte del conjunto de lecturas obligatorias en algún plan educativo.

Sin duda la segunda parte, donde el aspecto sobrenatural es el más evidente, es la más interesante (o la que más le picará el gusanillo a los estudiantes aburridos). Las escenas del cementerio, la cena del “convidado de piedra”, y la escena final, con la referencia a las sombras que rodean al personaje, también son las que hacen evidente el enfoque romántico de la obra. Además, aún estando en verso, es una lectura relativamente sencilla, como puede serla El estudiante de Salamanca, y lejos de piezas de teatro que sí pueden hacerse más cuesta arriba.

La principal dificultad viene más bien de estar acostumbrada a la narrativa, porque acabé echando de menos en no verla representada, o al menos, disfrutar de la versión de Estudio Uno, que haberla tenido como lectura. Además, puedo asegurar que, si en lugar de impresa, se lee en versión digital, una maquetación correcta es mucho más importante que en una novela, porque lo contrario puede hacer la lectura bastante confusa.

Y de postre, un vídeo...de teatro. La versión de Estudio Uno que mencionaba antes: 




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