Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

lunes, 10 de noviembre de 2014

Doctor Who y la llegada de Peter Capaldi



Este sábado terminó la octava temporada de Doctor Who. Octava si contamos la serie desde su vuelta en 2005, claro. Y esta vez es cuando han planteado la mayor cantidad de cambios en la serie: no solo un nuevo doctor, sino una situación completamente nueva donde las claves anteriores, como las Guerras del Tiempo y la desaparición de Gallifrey, su planeta, habían sido resueltas. Por no decir de todo lo relativo a Amy Pond y River Song. En principio, se trata de un doctor renovado que no arrastraría la carga de los conflictos que lo definieron hasta el especial del año anterior…Pero eso no quiere decir que el doctor número Doce vaya a ser un tipo simpático.



El mayor cambio que ha dado la serie, al menos en estas ocho temporadas, es tanto el actor como el carácter de su personaje. Peter Capaldi ha sido el más mayor en interpretarlo desde el 2005, lo que para algunos podía resultar chocante. Igual hay por ahí alguna fangirl despistada quejándose de la decisión, pero este no ha sido ni de lejos el más mayor, teniendo en cuenta a los once anteriores. Y ha sido una buena opción el recordarnos que el Doctor puede ser cualquiera, en cualquier momento, y más teniendo en cuenta que en los últimos años, el incluir algo de flirteo entre el protagonista y sus acompañantes empezaba a ser la norma.

El cambio de generación no ha sido lo único que ha aportado Capaldi. Porque su Doctor es el más abrupto que se ha visto en años. Todavía conserva a veces la actitud un poco marciana de Matt Smith, pero su carácter seco y poco amable recuerda mucho al que William Hartnell presentó en los años sesenta. Eccleston había sido un poco cortante, pero solo a veces. David Tennant fue entrañable de principio a fin y Matt Smith acabó consiguiendo el punto entre su actitud un poco estrafalaria y una ternura bastante auténtica tanto con sus seres queridos como con la humanidad en general. Capaldi, en cambio, recuerda más a un viejo excéntrico, gruñón, y especialista en levantamiento de cejas, cosa que hace durante doce episodios a base de mantener el ceño fruncido en distintas medidas. También se le ha visto ser aparentemente indiferente con lo que pudiera pasarle a la humanidad, desagradable con quienes estuvieran en peligro, y bastante ácido con Clara, su acompañante, con quien acaba construyendo una rutina de respuestas ingeniosas a lo largo de la temporada. Por el momento, ha conseguido que este cambio me pareciera desconcertante: iban ya siete años de unos Doctores con una actitud similar, y aunque tenía muchas ganas de ver al nuevo, este en los primeros episodios me parecía bastante chocante hasta que conseguí acostumbrarme. Pero a partir de situaciones como sus cómicas discusiones con Robin Hood, o el plantear a la humanidad el dilema de destruir o no la Luna, acabó gustándome este giro, en el que si el Doctor salva la humanidad no quiere decir que esta le caiga especialmente bien.



La parte más floja se la ha quedado su acompañante, Clara Oswald. En los últimos años parecía la norma que, además de incluir tensión entre el doctor y amigas, estas tuvieran un secreto clave para cada temporada, y una salida de la serie dramática. Clara fue la que más pagó el pato, porque desde que terminó la trama de la Chica Imposible con la que ayudó a Matt Smith en el especial del 50 aniversario, no quedaba muy claro qué podía hacer. En principio, viajar con el Doctor, viajar con los codos, y tener un par de habilidades aleatorias cada vez que hace falta algo específico. La intención parecía ser plantear que su trabajo como maestra la convertía en una buena psicóloga, y que su habilidad de mentir bien podía salvarla en más de una ocasión, pero esto solo funciona a veces y ahora la Chica imposible se ha quedado en una acompañante bastante estándar: mona, ingeniosa y no va a ser un lastre para el Doctor. Además, lo de ir entremezclando su vida personal con los viajes del doctor tampoco ha funcionado: la aparición de su clase en uno de los episodios constituye uno de los más flojos de la temporada, y demuestra que por algún motivo, los críos no terminan de funcionar en esta serie.

Al menos esta vez ha conseguido librarse de parte del gafe de las anteriores: la salida dramática por siempre jamás. El incluirle una pareja acabó resultando un acierto, tanto por los piques con el Doctor como el incluir una constante para la temporada, que ha sido las referencias a los soldados y a los ejércitos. Además, la despedida final de Clara demuestra que una acompañante no tiene que acabar perdida en una dimensión, ni quedarse sin memoria, para no volver a ver al Doctor jamás. Solo basta una frase que no se pronuncia y un Doctor que, además de ser menos amable que antes, cuenta con una nueva esperanza de encontrar su planeta.



Para el final de temporada han optado por una solución clásica, en este caso, recurrir a enemigos de los de toda la vida. Lo cierto es que tras los finales anteriores era muy difícil rizar el rizo, y ahora no me esperaba volver a ver a The Master o a los Cybermen sembrando el pánico por el mundo. Ni a UNIT, que desde hace un par de años vuelve a ser la organización secreta oficial que conoce al doctor. Una suerte, la verdad. Porque menos en la miniserie de Children of Earth, me parecía que nunca supieron muy bien qué hacer con Torchwood. Comparado con los anteriores, es cierto que se queda un poco en un final de temporada bastante básico, aunque con buenos momentos como las secuencias en el cementerio y los Cybermen un tanto zombies (Steve Moffat es especialista en hacer que el Doctor Who de miedo, y lo demuestra en cuanto puede). Pero en realidad lo más llamativo de este es, tanto la despedida entre el Doctor y Clara como el desenlace, que de no ser por el adelanto de cara al especial de Navidad, perfectamente podría ser un cierre definitivo para la serie.


La octava temporada ha sido un cambio de principio a fin. A lo largo de los doce episodios hubo que amoldarse a un nuevo doctor, irse planteando que Clara tenía que irse sí o sí, y abriendo un nuevo camino de cara a la siguiente, que, pese a ese final un tanto desengañado, sí va a rodarse. Y por lo pronto, me he divertido con ellos como no me había imaginado (bueno, el final me dio algo de bajón). Tanto por las ganas de ver cómo continuará, como por esos primeros episodios en los que me costaba acostumbrarme a Capaldi. Porque parte de la gracia de Doctor Who consistía en el ciclo de irse adaptando a cada nuevo personaje. 

2 comentarios:

María Florencia dijo...

No quiero (puedo) leer la entrada porque me faltan unos capítulos aún, pero me encanta el gato con el Dalek. Eso me recuerda que tengo un Dalek que "camina" solo y que tengo unos cuantos gatos como para probar qué pasa. ¿Me ha dado la inspiración!

Que viva el Doctor, Capaldi y Clara Oswald :)

PD: Yo también soy cat-friendley yme gusta el blog gatificado =^_^=

Renaissance dijo...

Yo también tengo un par de daleks en casa. Uno es reproducción y el otro un muñequillo de tela que dice "Exterminate!!" cuando lo aprietas, y que es el enemigo favorito de Narnia. Aunque ahora me he planteado bajarle el otro a ver qué hacen las dos.
Quedé un poco saturada de Clara, pero Capaldi me ha gustado y sí, que vivan los dos, que ha sido una buena temporada.

Este es un blog cat-friendly

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