Este sábado terminó la octava temporada de Doctor Who.
Octava si contamos la serie desde su vuelta en 2005, claro. Y esta vez es
cuando han planteado la mayor cantidad de cambios en la serie: no solo un nuevo
doctor, sino una situación completamente nueva donde las claves anteriores,
como las Guerras del Tiempo y la desaparición de Gallifrey, su planeta, habían
sido resueltas. Por no decir de todo lo relativo a Amy Pond y River Song. En
principio, se trata de un doctor renovado que no arrastraría la carga de los
conflictos que lo definieron hasta el especial del año anterior…Pero eso no
quiere decir que el doctor número Doce vaya a ser un tipo simpático.
El mayor cambio que ha dado la serie, al menos en estas ocho
temporadas, es tanto el actor como el carácter de su personaje. Peter Capaldi
ha sido el más mayor en interpretarlo desde el 2005, lo que para algunos podía
resultar chocante. Igual hay por ahí alguna fangirl despistada quejándose de la
decisión, pero este no ha sido ni de lejos el más mayor, teniendo en cuenta a
los once anteriores. Y ha sido una buena opción el recordarnos que el Doctor
puede ser cualquiera, en cualquier momento, y más teniendo en cuenta que en los
últimos años, el incluir algo de flirteo entre el protagonista y sus
acompañantes empezaba a ser la norma.
El cambio de generación no ha sido lo único que ha aportado
Capaldi. Porque su Doctor es el más abrupto que se ha visto en años. Todavía
conserva a veces la actitud un poco marciana de Matt Smith, pero su carácter
seco y poco amable recuerda mucho al que William Hartnell presentó en los años
sesenta. Eccleston había sido un poco cortante, pero solo a veces. David
Tennant fue entrañable de principio a fin y Matt Smith acabó consiguiendo el
punto entre su actitud un poco estrafalaria y una ternura bastante auténtica
tanto con sus seres queridos como con la humanidad en general. Capaldi, en
cambio, recuerda más a un viejo excéntrico, gruñón, y especialista en
levantamiento de cejas, cosa que hace durante doce episodios a base de mantener
el ceño fruncido en distintas medidas. También se le ha visto ser aparentemente
indiferente con lo que pudiera pasarle a la humanidad, desagradable con quienes
estuvieran en peligro, y bastante ácido con Clara, su acompañante, con quien
acaba construyendo una rutina de respuestas ingeniosas a lo largo de la
temporada. Por el momento, ha conseguido que este cambio me pareciera
desconcertante: iban ya siete años de unos Doctores con una actitud similar, y
aunque tenía muchas ganas de ver al nuevo, este en los primeros episodios me
parecía bastante chocante hasta que conseguí acostumbrarme. Pero a partir de
situaciones como sus cómicas discusiones con Robin Hood, o el plantear a la
humanidad el dilema de destruir o no la Luna, acabó gustándome este giro, en el
que si el Doctor salva la humanidad no quiere decir que esta le caiga
especialmente bien.
La parte más floja se la ha quedado su acompañante, Clara
Oswald. En los últimos años parecía la norma que, además de incluir tensión
entre el doctor y amigas, estas tuvieran un secreto clave para cada temporada,
y una salida de la serie dramática. Clara fue la que más pagó el pato, porque
desde que terminó la trama de la Chica Imposible con la que ayudó a Matt Smith
en el especial del 50 aniversario, no quedaba muy claro qué podía hacer. En
principio, viajar con el Doctor, viajar con los codos, y tener un par de
habilidades aleatorias cada vez que hace falta algo específico. La intención
parecía ser plantear que su trabajo como maestra la convertía en una buena
psicóloga, y que su habilidad de mentir bien podía salvarla en más de una
ocasión, pero esto solo funciona a veces y ahora la Chica imposible se ha
quedado en una acompañante bastante estándar: mona, ingeniosa y no va a ser un
lastre para el Doctor. Además, lo de ir entremezclando su vida personal con los
viajes del doctor tampoco ha funcionado: la aparición de su clase en uno de los
episodios constituye uno de los más flojos de la temporada, y demuestra que por
algún motivo, los críos no terminan de funcionar en esta serie.
Al menos esta vez ha conseguido librarse de parte del gafe
de las anteriores: la salida dramática por siempre jamás. El incluirle una
pareja acabó resultando un acierto, tanto por los piques con el Doctor como el
incluir una constante para la temporada, que ha sido las referencias a los
soldados y a los ejércitos. Además, la despedida final de Clara demuestra que
una acompañante no tiene que acabar perdida en una dimensión, ni quedarse sin
memoria, para no volver a ver al Doctor jamás. Solo basta una frase que no se
pronuncia y un Doctor que, además de ser menos amable que antes, cuenta con una
nueva esperanza de encontrar su planeta.
Para el final de temporada han optado por una solución clásica,
en este caso, recurrir a enemigos de los de toda la vida. Lo cierto es que tras
los finales anteriores era muy difícil rizar el rizo, y ahora no me esperaba
volver a ver a The Master o a los Cybermen sembrando el pánico por el mundo. Ni
a UNIT, que desde hace un par de años vuelve a ser la organización secreta
oficial que conoce al doctor. Una suerte, la verdad. Porque menos en la
miniserie de Children of Earth, me parecía que nunca supieron muy bien qué
hacer con Torchwood. Comparado con los anteriores, es cierto que se queda un
poco en un final de temporada bastante básico, aunque con buenos momentos como
las secuencias en el cementerio y los Cybermen un tanto zombies (Steve Moffat
es especialista en hacer que el Doctor Who de miedo, y lo demuestra en cuanto
puede). Pero en realidad lo más llamativo de este es, tanto la despedida entre
el Doctor y Clara como el desenlace, que de no ser por el adelanto de cara al
especial de Navidad, perfectamente podría ser un cierre definitivo para la
serie.
La octava temporada ha sido un cambio de principio a fin. A
lo largo de los doce episodios hubo que amoldarse a un nuevo doctor, irse
planteando que Clara tenía que irse sí o sí, y abriendo un nuevo camino de cara
a la siguiente, que, pese a ese final un tanto desengañado, sí va a rodarse. Y
por lo pronto, me he divertido con ellos como no me había imaginado (bueno, el
final me dio algo de bajón). Tanto por las ganas de ver cómo continuará, como
por esos primeros episodios en los que me costaba acostumbrarme a Capaldi.
Porque parte de la gracia de Doctor Who consistía en el ciclo de irse adaptando
a cada nuevo personaje.
No quiero (puedo) leer la entrada porque me faltan unos capítulos aún, pero me encanta el gato con el Dalek. Eso me recuerda que tengo un Dalek que "camina" solo y que tengo unos cuantos gatos como para probar qué pasa. ¿Me ha dado la inspiración!
ResponderEliminarQue viva el Doctor, Capaldi y Clara Oswald :)
PD: Yo también soy cat-friendley yme gusta el blog gatificado =^_^=
Yo también tengo un par de daleks en casa. Uno es reproducción y el otro un muñequillo de tela que dice "Exterminate!!" cuando lo aprietas, y que es el enemigo favorito de Narnia. Aunque ahora me he planteado bajarle el otro a ver qué hacen las dos.
ResponderEliminarQuedé un poco saturada de Clara, pero Capaldi me ha gustado y sí, que vivan los dos, que ha sido una buena temporada.