Alex de la
Iglesia siempre ha tenido una visión muy particular a la hora
de rodar fantástico. Este siempre ha estado mezclado con elementos típicos de
la vida española más cutre, aunque tratados con ironía y cierto cariño, y sobre
todo, por un humor negrísimo y bastante bestia también. Si en Acción Mutante y
el Día de la Bestia
la ciencia ficción y el terror se planteaban desde esa perspectiva, unos
personajes de la historia poco conocidos no iban a tener un tratamiento más
serio. En este caso, Las brujas de Zugarramurdi se plantean desde una
posibilidad bastante sarcástica: las brujas son mujeres. Pero muchos sospechan
que las mujeres son todas unas brujas.
La historia comienza con unos tipos dando un golpe y haciéndose
con un botín. La crisis se nota y el botín consiste en los anillos de boda
empeñados en un local de compro oro, y uno de los ladrones tiene que llevarse a
su hijo al atraco por ser su turno de custodia. Durante la huida en un taxi,
con un conductor aficionado a las revistas de parapsicología y un señor que
solo quería ir a Badajoz, tanto los autores del robo como sus rehenes llegan a
una conclusión: las mujeres son la principal causa de sus desgracias. Algo que
será bastante cierto cuando durante su intento de huir a Francia se encuentran
con un aquelarre de brujas, que han interpretado la llegada de los
protagonistas como la venida de su Elegido y el fin del mundo tal y como lo
conocemos.
Esta noche cenamos con Shub-Niggurath
Pese al nombre, poco hay en estas brujas sobre mitología o
una interpretación seria de la leyenda: es una comedia muy negra, en la que no faltan
escenarios que pueden tomarse como la continuación de El día de la bestia: la
calle madrileña atestada, los artistas callejeros, y el local de compra de oro
donde la gente hace cola para empeñar joyas. Todo igual de sórdido que podía
ser en los noventa, pero adaptado a lo que se convirtió hoy la ciudad. Para el
pueblo de Zugarramurdi se opta por una escenografía más antigua, aprovechando
todo tipo de cosas: desde una televisión, un vhs y cintas de Jose Luis Moreno,
hasta un patio donde se guardan unos Cabezudos de las fiestas. Las brujas
tampoco se libran de esta visión casera y tirando a cómica, y es que las hay un
poco de todo: desde la vieja de aspecto inquietante, hasta concejalas, niñas, e
incluso señoras de su casa. En el caso de estas últimas, con más intención cómica
que otra cosa, y bastante conseguida gracias a la aparición de Carlos Areces y
de Santiago Segura, que tienen los diálogos más absurdos y divertidos de toda
la película. Además, ayuda bastante a desviar la atención de actores que no
quedan muy bien en los papeles que se les han adjudicado: a Secun de la Rosa es imposible tomarselo
en serio como policía, y el caso de Carolina Bang es bastante más flagrante:
esta mujer es completamente nula, y sus secuencias enseñando modelitos de
cuero, lencería y haciendo posturas de bruja malota tampoco ayuda a tomársela
en serio. Hasta Mario Casas, interpretando a un personaje un tanto cani, pero
muy entrañable, resulta más gracioso y creíble.
Aunque la intención principal sea tirar por la comedia, y tanto las apariciones de las brujas como sus conversaciones lo demuestren, la parte fantástica está bastante cuidada. Muy breve, para lo que es el guión, pero probablemente lo mejor de todas las escenas de acción sea la representación de un aquelarre, en el que se reconocen elementos tan distintos como las referencias a las tradiciones populares o los grabados de Goya. Y especialmente, la aparición de la criatura a la que adoran las brujas como
Media cabeza afeitada y botas de tacón...mírala que malota...
Todo lo interesante que podía tener el guión se queda bastante escaso, y llega tarde, por culpa del principal defecto de este: el punto de partida parece un chiste alargado. Y es que toda la película está dedicada a hacer chistes sobre lo arpias que son las mujeres, hasta el punto de que, más que una comedia fantástica, parece un skecth de Escenas de Matrimonio de 112 minutos. Todas las referencias, los chascarrillos, y por supuesto, las apariciones de las brujas del pueblo están destinadas a personificar el chiste aquel de “no importa que sean guapas o feas. En realidad todas las mujeres son unas brujas”. Y aunque esto se intenta suavizar mediante unos protagonistas bastante pringados, y con tendencia a culpar a los demás de sus fracasos, pierde cualquier posibilidad de hacer gracia a los quince minutos. Igual es una broma del director acerca de su propia situación personal, pero lo cierto es que la estira tanto, que acaba pareciendo más una especie de pataleta que una película pensada en serio.
2 comentarios:
El problema de esta película es que parece pensada solo para amiguetes o para convencidos de antemano. Si el arranque tiene bastante gracia, desde que se convierte en una versión de "Abierto hasta el amanecer" ya solo queda esperar que la película se acabe. De los actores, me ha convencido Silva más que Casas (éste me parece un no-actor: por buena voluntad que le echa nunca consigo creérmelo... al menos, esta vez no se quita la camiseta).
Lo peor de la peli, en fin, es que al verla uno se replantea si otras del director que le gustaron ("El día de la bestia", "Balada triste de trompeta") no serán también pompas de jabón...
Sí, resulta un proyecto un poco "personal" en el mal sentido: parece que la intención es hacerle gracia a cuatro que le van a pillar el chiste. Y nunca pensé que llegaría a escribirlo, pero todo el leivmotiv de "las mujeres son todas unas brujas ñañaña" alcanzó un punto en que se me hizo muy irritante (cosa muy extraña porque no suelo buscarle los tres pies a los chistes de género).
Hace años que vi Acción Mutante y El día de la bestia, por lo que es un poco difícil compararlas tirando de memoria. Aunque la impresión general es que estas no tienen nada que ver con su última película: su visión ácida y su afición a incluir todo tipo de elementos "típicos españoles" sí parecen mucho más auténticas.
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