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sábado, 6 de marzo de 2010

La segunda temporada de Being Human o Como irse a rodar a un sitio más barato el año que viene


El pasado 21 de febrero terminó la segunda temporada de Being Human, de la que comencé a hacer reseñas semanales junto con Fringe y Big Bang Theory pero me detuve por pura vagancia. Finalmente he decidido hacer una entrada hablando de esta, así, en conjunto.

Para empezar, Being Human es la serie que ha dado el chiste más recurrente de toda la historia de la tele, y del que todavía no he conocido blog que lo haya evitado. Vampiro, hombre lobo y fantasma que comparten piso. Lo que nadie se esperaba es que semejante argumento fuera a dar uno de los mayores éxitos de la BBC entre geeks y aficionados: hay tercera temporada y, para entretenerse en verano, un remake estadounidense de la serie por parte del syfy channel, que desde que se les acabó Galáctica andan como almas en pena.
Tras una primera temporada en la que borran del mapa a los antagonistas y dejan un cliffhanger bastante atractivo, la serie empieza enfrentando a los personajes con nuevos aspectos de la vida que intentan llevar:



Annie ha renunciado a atravesar la puerta al Otro Lado, y libre del asunto que la retenía, decide continuar con la vida que perdió, empezando por buscar un trabajo. Su objetivo no sale bien parado, ya que la posibilidad de ser visible para los seres humanos está muy sujeta a su estado anímico…que no va a ser muy bueno cuando los del Otro Lado parecen empeñados en que cruce la susodicha puerta. Durante la historia irá encontrando a otros fantasmas en su misma situación, y especialmente a uno que la ayudará a escapar a la muerte de los fantasmas.
Durante esta temporada Annie es el personaje cómico por excelencia, debido a haberse librado ya de la carga dramática, y en más de una ocasión se nota que no saben muy bien qué hacer con ella, otorgándole en los episodios papeles más bien menores. Por suerte, acaba encargándose de uno de los finales más inesperados que recuerdo.




Mitchell ha acabado con el plan de los vampiros, parece haber superado su adicción a la sangre e intenta integrarse en el mundo de los humanos. En su trabajo conocerá a Lucy, una médico con la que irá iniciando una relación. Lo que no contaba era con los restantes vampiros, a quienes ha dejado sin un líder tras la muerte de Herrick, y se verá obligado a convertirse en jefe de la comunidad. Por suerte, este papel tiene un aspecto positivo, como es el tener a todos los chupasangres de Bristol a sus órdenes, por lo que decide abrir un programa de “vampiros anónimos” y llevarlos a todos por el sano camino de la abstinencia y la decencia.



George sigue siendo un pupas. Empieza el primer episodio recibiendo leña (fisicamente hablando) y la sigue recibiendo durante toda la temporada a nivel emocional y metafórico: Nina, recién contagiada de licantropía, lo abandona, no sin antes confirmar que este usa la desventaja de ser un hombre lobo para evitar responsabilidades. Y parece que funciona, pero demasiado: se hace profesor de idiomas, intenta controlar su problema de licantropía (con Touretticos resultados) y se busca una novia puente. Finalmente, tanto él como sus amigos y Nina decidirán acudir a quienes les ofrecen una cura para sus problemas.

A estas alturas de la película os estaréis preguntando ¿Y los malos? Porque no hay serie fantástica sin malos. Pero esta no es serie al uso, así que “malo” es un decir:



Tras la muerte de Herrick, Ivan y Daisy, dos vampiros, deciden volver a Bristol. Si bien esta pareja chungoinquietante tenía todas las papeletas para ser los villanos de la temporada, acaban convirtiéndose en personajes meramente anecdóticos de esos que sirven para que una trama avance.



Nobody expects the British Inquisition!!

Desde el final de la primera temporada, los protagonistas han sido observados por una organización conocida unicamente como CENSSA (siglas para “centro raro que investiga bichos sobrenaturales en Inglaterra”. O algo por el estilo), compuesta por un científico conocido únicamente como Professor Jaggat, Kemp, un tipo con pinta de conserje siniestro que resulta ser un sacerdote, Lloyd, un tipo encargado de la monitorización de los experimentos, y un medium del que se sirven para localizar actividad paranormal. Las intenciones de esta organización, así como su tamaño, no empiezan a aclararse hasta los últimos episodios: ¿es una organización científica? ¿Cristiana? ¿Estatal? (¿se contrata personal mediante oposición?) ¿Hay otras ramas? La información acerca de este grupo se proporciona casi con cuentagotas, aunque su participación acabe siendo definitiva para la trama central de esta temporada.

Una vez terminada, esta ha sido una continuación muy diferente, en cuanto a argumento, de la primera Being Human, ya que incluso arriesgan a cambiar la localización de la historia de Bristol a Cardiff. Que sí, en la serie se explica de forma coherente, pero en realidad lo han hecho porque es más barato rodar allí. Que se lo pregunten al Doctor Who. Diferente, pero igual de interesante, ya que abandonan el tema de “vampiros vs. Mundo” para centrarse en la humanidad de los personajes e incluso añadir algo más de comedia.
Entre lo que más me ha gustado se encuentra:

  • Se desarrolla un poco más el mundo sobrenatural que insinúan en la primera parte: el tema de las puertas al Otro Lado y los “hombres con palos y cuerdas” tiene más presencia, así como la aparición de seres humanos sensitivos y médiums.
  • Mitchell oscila de intentar ser humano a toda costa a convertirse en jefe de los vampiros a su pesar. En sus primeros pasos protagoniza una de las mejores muestras de humor negro, cuando uno de los vampiros le ofrece a una emo/gótica para que de un trago, explicando feliz que como ella “los hay por docenas”.
  • En la serie nada es seguro: no se ciñen obligatoriamente al tema de “no matar personajes principales” o “matar personajes secundarios para dañar a los protagonistas”: han sido capaces de hacerlos desaparecer o forzar un cambio de aires si era necesario.

Por el contrario, he encontrado algunos fallos:

  • Ocho episodios siguen siendo poquitos, pero la serie parece haber sido “estirada” en algunos casos: al menos dos episodios transmitían la sensación de haberse hecho de relleno, fruto de la contratación de esta segunda temporada.
  • Se pierde cohesión del grupo: mientras en la primera temporada los protagonistas solían tener tramas interrelacionadas, o interactuaban a menudo, cada uno parece ir a su bola, con sus problemas o tramas separadas.
  • ¿Dónde están los vampiros malotes? Porque de un episodio prometedor en el que Ivan y Daisy aparecían como unos nuevos Spike y Drusilla, acabaron por ir cada uno por su lado: Iván se compromete con el proyecto de desintoxicación de Mitchell, y Daisy, simplemente desaparece hasta los últimos episodios. Como si el guionista dijera “eh, ¿no tenía yo en los borradores a una vampira loca? Ah, sí, voy a sacarla ahora a escena..”.

Con todo (y especialmente por lo cortita), ha mantenido muy bien el nivel, y ha dejado un enooorme cliffhanger para la tercera temporada.

(A todo esto, si alguien se pregunta qué puede ofrecerle Being Human, que consulte aquí)

2 comentarios:

arcibel dijo...

Me has dado ganas de retomarla y ver el final de la primera temporada, pronto lo haré gracias!

Renaissance dijo...

arcibel: eso me alegra. Being Human es una serie que me ha sorprendido mucho y no dudo en recomendársela a todos.

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