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jueves, 10 de abril de 2025

Laird Barron. The Beautiful Thing that Await us All. Puños y Primigenios



La sombra de Lovecraft sigue estando presente en el terror. Afortunadamente,  sin la necesidad de caer en el pastiche,  muchos autores conservan algo de este como primera influencia, quizá  transformado, diluido y reinterpretado por su propio estilo narrativo, y para qué negarlo, también por los cien años  de diferencia que  han pasado desde que Cthulhu  se asomara a la las páginas de Weird tales por primera vez. El horror cósmico, en nuestro siglo, varía mucho entre la visión pesimista de un Thoomas Ligotti, y la más humana, desesperadamente optimista, de John Langan. A veces, su influencia se  mezcla, de forma inesperada, con referencias tan lejanas como la novela de aventuras  o el noir.  Este sería el caso de Laird Barron,  quien aunque ha aparecido en alguna antología sobre los Mitos de Cthulhu (al menos, antes de enfadarse con S. T. Joshi), y en el que  el horror es una constante  presente en  toda su narrativa, esta ser caracteriza  por un enfoque más directo:  Lovecraft hablaba  de lo innombrable e inevitable. Barron, lo afronta de forma directa, describiendo esa situación hasta el final para unos personajes que no podían  ser más distintos a  los eruditos de Nueva Inglaterra: protagonistas que usan la violencia como recurso ante lo sobrenatural,  para los que el mundo ya era un lugar lo bastante hostil ante de  que apareciera lo extraño, y  para los que la supervivencia es algo innato.

Su primera novela, The Light is the Darkness, era una auténtica locura de Primigenios, memoria genética, experimentos científicos y espías que  se suavizaría un poco en the  Croning, mucho más centrada en el terror y donde   aparecían  La Vieja Sanguijuela y las criaturas que la sirven,  quienes serían  entidades recurrentes e en sus narraciones posteriores.  Varios relatos suyos aparecerían también en distintas antologías,  antes de ser recopilados en tomos de los que  The  Beautiful Thing that Await us All sería  una de las últimas, publicada en 2013.




Esta, compuesta por nueve relatos donde Barron  recrea distintas  épocas en las que los personajes se encuentran con todo tipo de situaciones anómalas. Un guía de caza presencia  aquello que se esconde en los  bosques de Blackwoods. Un matón de la mafia se infiltra en una ceremonia ocultista  buscando al asesino de su padre, para descubrir que solo es un peón en un juego mucho mayor. Un agente de la NSA guía involuntariamente  a un grupo de especializas al nido de unas criaturas más antiguas y más peligrosas que cualquier deidad conocida. Incluso una mujer, huyendo de su maltratador, encuentra en los bosques la manera de librarse de este, pero también de su humanidad.
A Barron no lo han publicado mucho en castellano. Salvo por El rito, allá por 2016 en Valdemar, y El hombre sin nombre, en La biblioteca de Carfax, sus antologías y novelas (aunque últimamente tiende más al thriller con la saga de Isaiah Coleridge. Eso sí, muy  pasado por su filtro de lo extraño) se han quedado en el idioma original. En sus relatos se aprecia tanto la influencia de Lovecraft como la de Jack London, de Chandler y de las lecturas que lo acompañaron durante sus primeros años...una época, sobreviviendo con su familia en algún lugar perdido de Alaska, participando en varias ocasiones en una carrera de trineos, casi tan extraordinaria para los lectores como lo que pudiera contar en sus libros.




Su estilo, más cercano  al hard boiled, desarrolla a menudo esa aproximación  para acabar derivando en el terror cósmico. En ellos, sus personajes son en su mayoría  gentes que viven en el límite,  tanto  de la legalidad, siendo  matones o delincuentes, como en lo personal:  gran parte de estos  llevan o han llevado a acabo trabajo s en terrenos hostiles, desde el mundo de la caza mayor hasta el de la seguridad nacional. Unos caracteres que a menudo rozan la sociopatía pero a los que, en muchos casos, es precisamente este rasgo el que les permite asomarse al otro lado, ver lo que hay  y regresar para contarlo. En ese sentido, el cosmos descrito por Barron es   solo una forma de reinterpretar esa parte oscura del ser humano. Y aunque este tenga  cierta preferencia por esos personajes límite no impide que  a lo largo de la antología, son más variados que este arquetipo:  entre mafiosos y agentes del gobierno a parecen también  profesoras retiradas o amas de casa, como en The  Redfield Girls o  The  Carrion  Gods in their Heavens. Estas,  aunque  provengan de un entorno más familiar que el resto de personajes, tienen en común con ellos un inesperado instinto de supervivencia, que les permite salvarse, al menos temporalmente. Y que en ambos casos, recuerda un poco  a la biografía de Barron, transitando siempre entre esos entornos familiares y aquellos más hostiles.

En este sentido, sus relatos, ese a la variación de escenarios, en los que recurre a entornos   como esos años  veinte más violentos que los descritos por Lovecraft, o una época actual que parece hostil incluso en los entornos más normales, se caracterizan por esa percepción muy personal.  Barron escribe un poco sobre el mundo que el conoce, sobre  escenarios que  parecen  siempre estar  al margen de lo normal o en el límite entre ambos mundos, reales pero muy distintos, y donde la respuesta primaria de luchar o huir puede ser la única oportunidad para  sobrevivir.

Este enfoque también se aprecia en los cuentos más distintos al resto de los incluidos en la colección: Vastarien es una narración en clave de humor negro de lo que se le podría pasar por la cabeza a alguien con el poder de un dios, además de una aproximación muy caótica a  un  posible  fin del mundo propio  de los Mitos de Cthulhu.  En More  Dark no solo aparecen varios escritores conocidos de este, sino que  también le lanza un dardo a  S. T. Joshi, además de  convertir a  Thomas Ligotti en un profeta del Apocalipsis. Un relato que se mueve entre el guiño, el humor negro, y que cierra la antología con algo todavía más difícil de creer que sus historias sobre criaturas del bosque:  la posibilidad de que Thomas Ligotti salga de su casa. no es  por nada pero me parece más probable la existencia de una entidad tan tremebunda como la Vieja Sanguijuela y su prole de cambiaformas, que esto último.

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