La sombra de Lovecraft sigue estando presente en el terror. Afortunadamente, sin la necesidad de caer en el pastiche, muchos autores conservan algo de este como primera influencia, quizá transformado, diluido y reinterpretado por su propio estilo narrativo, y para qué negarlo, también por los cien años de diferencia que han pasado desde que Cthulhu se asomara a la las páginas de Weird tales por primera vez. El horror cósmico, en nuestro siglo, varía mucho entre la visión pesimista de un Thoomas Ligotti, y la más humana, desesperadamente optimista, de John Langan. A veces, su influencia se mezcla, de forma inesperada, con referencias tan lejanas como la novela de aventuras o el noir. Este sería el caso de Laird Barron, quien aunque ha aparecido en alguna antología sobre los Mitos de Cthulhu (al menos, antes de enfadarse con S. T. Joshi), y en el que el horror es una constante presente en toda su narrativa, esta ser caracteriza por un enfoque más directo: Lovecraft hablaba de lo innombrable e inevitable. Barron, lo afronta de forma directa, describiendo esa situación hasta el final para unos personajes que no podían ser más distintos a los eruditos de Nueva Inglaterra: protagonistas que usan la violencia como recurso ante lo sobrenatural, para los que el mundo ya era un lugar lo bastante hostil ante de que apareciera lo extraño, y para los que la supervivencia es algo innato.
Su primera novela, The Light is the Darkness, era una auténtica locura de Primigenios, memoria genética, experimentos científicos y espías que se suavizaría un poco en the Croning, mucho más centrada en el terror y donde aparecían La Vieja Sanguijuela y las criaturas que la sirven, quienes serían entidades recurrentes e en sus narraciones posteriores. Varios relatos suyos aparecerían también en distintas antologías, antes de ser recopilados en tomos de los que The Beautiful Thing that Await us All sería una de las últimas, publicada en 2013.
Esta, compuesta por nueve relatos donde Barron recrea distintas épocas en las que los personajes se encuentran con todo tipo de situaciones anómalas. Un guía de caza presencia aquello que se esconde en los bosques de Blackwoods. Un matón de la mafia se infiltra en una ceremonia ocultista buscando al asesino de su padre, para descubrir que solo es un peón en un juego mucho mayor. Un agente de la NSA guía involuntariamente a un grupo de especializas al nido de unas criaturas más antiguas y más peligrosas que cualquier deidad conocida. Incluso una mujer, huyendo de su maltratador, encuentra en los bosques la manera de librarse de este, pero también de su humanidad.
A Barron no lo han publicado mucho en castellano. Salvo por El rito, allá por 2016 en Valdemar, y El hombre sin nombre, en La biblioteca de Carfax, sus antologías y novelas (aunque últimamente tiende más al thriller con la saga de Isaiah Coleridge. Eso sí, muy pasado por su filtro de lo extraño) se han quedado en el idioma original. En sus relatos se aprecia tanto la influencia de Lovecraft como la de Jack London, de Chandler y de las lecturas que lo acompañaron durante sus primeros años...una época, sobreviviendo con su familia en algún lugar perdido de Alaska, participando en varias ocasiones en una carrera de trineos, casi tan extraordinaria para los lectores como lo que pudiera contar en sus libros.
Su estilo, más cercano al hard boiled, desarrolla a menudo esa aproximación para acabar derivando en el terror cósmico. En ellos, sus personajes son en su mayoría gentes que viven en el límite, tanto de la legalidad, siendo matones o delincuentes, como en lo personal: gran parte de estos llevan o han llevado a acabo trabajo s en terrenos hostiles, desde el mundo de la caza mayor hasta el de la seguridad nacional. Unos caracteres que a menudo rozan la sociopatía pero a los que, en muchos casos, es precisamente este rasgo el que les permite asomarse al otro lado, ver lo que hay y regresar para contarlo. En ese sentido, el cosmos descrito por Barron es solo una forma de reinterpretar esa parte oscura del ser humano. Y aunque este tenga cierta preferencia por esos personajes límite no impide que a lo largo de la antología, son más variados que este arquetipo: entre mafiosos y agentes del gobierno a parecen también profesoras retiradas o amas de casa, como en The Redfield Girls o The Carrion Gods in their Heavens. Estas, aunque provengan de un entorno más familiar que el resto de personajes, tienen en común con ellos un inesperado instinto de supervivencia, que les permite salvarse, al menos temporalmente. Y que en ambos casos, recuerda un poco a la biografía de Barron, transitando siempre entre esos entornos familiares y aquellos más hostiles.
En este sentido, sus relatos, ese a la variación de escenarios, en los que recurre a entornos como esos años veinte más violentos que los descritos por Lovecraft, o una época actual que parece hostil incluso en los entornos más normales, se caracterizan por esa percepción muy personal. Barron escribe un poco sobre el mundo que el conoce, sobre escenarios que parecen siempre estar al margen de lo normal o en el límite entre ambos mundos, reales pero muy distintos, y donde la respuesta primaria de luchar o huir puede ser la única oportunidad para sobrevivir.
Este enfoque también se aprecia en los cuentos más distintos al resto de los incluidos en la colección: Vastarien es una narración en clave de humor negro de lo que se le podría pasar por la cabeza a alguien con el poder de un dios, además de una aproximación muy caótica a un posible fin del mundo propio de los Mitos de Cthulhu. En More Dark no solo aparecen varios escritores conocidos de este, sino que también le lanza un dardo a S. T. Joshi, además de convertir a Thomas Ligotti en un profeta del Apocalipsis. Un relato que se mueve entre el guiño, el humor negro, y que cierra la antología con algo todavía más difícil de creer que sus historias sobre criaturas del bosque: la posibilidad de que Thomas Ligotti salga de su casa. no es por nada pero me parece más probable la existencia de una entidad tan tremebunda como la Vieja Sanguijuela y su prole de cambiaformas, que esto último.
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