Si a Disney se le achaca entre otras cosas, la producción continuada de live actions con la excusa de no perder los derechos de sus obras, es curioso que en una de sus épocas más extrañas (pero de las mejores para los que nos gustaba ese tono oscuro), aprovechaba una obra ya libre de derechos para saltar por encima de una película tan conocida como El mago de Oz de 1939. Con la intención, en principio, de ser la continuación de las aventuras de Dorothy Gale una vez derrotada la malvada Bruja del Este, el resultado quedaba muy lejos de aquel musical que aparentemente continuaba y del favor del público, pero se convertiría en una de esas rarezas que la compañía estrenó durante una década que podría considerarse la menos "disney".
Han pasado meses desde que un tornado destruyera la granja en la que Dorothy y Totó vivía con sus tíos Em y Henry. La construcción de la nueva casa apenas avanza, Dorothy casi no duerme y tía Em, preocupada por la salud de una niña que continua hablando de un lugar imaginario llamado Oz, decide llevarla a un centro médico conocido por e uso de una moderna terapia basada en la electricidad. Una tormenta interrumpe el tratamiento y aprovechando el desconcierto de los empleados del hospital, es salvada por una niña que deambula por los pasillos del centro. Su fuga la llevará una vez más a acabar en medio de las fuerzas de la naturaleza: esta vez, arrastrada por una riada que la devuelve a Oz, donde apenas queda nada del país que recorrió junto a sus amigos. El camino de baldosas amarillas ha sido destruido, los habitantes del palacio esmeralda convertidos en piedra, el espantapájaros ha desaparecido y unos extraños seres montados en ruedas se mueven entre las ruinas cumpliendo las ordenes de la princesa Mombi, ahora al mando del palacio desde que el rey Nome atacara la ciudad, Sin sus amigos para ayudarla, Dorothy tampoco estará sola esta vez: Tik Tok, el guardia mecánico, Jack la calabaza parlante, un Gump, o al menos, la cabeza disecada de este, reanimada magicamente y Billina, una de las gallinas de la granja, dotada de la capacidad de hablar, la acompañarán en búsqueda del espantapájaros y de una forma de salvar Oz.
La película adapta libremente las siguientes libros de la serie de L. Frank Baum, de los que toma varios elementos (no se hasta que punto de literal, solo leí el primer libro íntegro, y las continuaciones en la versión adaptada de Cuenta Cuentos de Salvat), destaca especialmente por un tono bastante más siniestro que su predecesora o oficial y en el que el mundo real resulta desolador: en este, la actitud de Dorothy, ojerosa y recordando Oz, es más parecido a alguien con estrés post traumático tras perder su casa que el de la aventura que vivió la encarnación de Judy Garland. Sin recurrir al juego entre blanco y negro y color, los paisajes de Kansas resultan mucho más apagados, ayudados por las secuencias de páramos abiertos, de lo que serán los escenarios de Oz, aún que estos queden lejos de su brillo anterior. Y sobre todo, los pasillos de un hospital de principios de siglo, donde si bien la orientación para todos los públicos hace que Dorothy se salve por muy poco de una sesión de Electroshock, pero del que el público puede imaginarse la peor situación posible que una niña podría sufrir a manos de aquella medicina moderna. Esta primera parte, que muestra esa realidad tan poco acogedora de la que su protagonista desea escapar, utiliza como recurso la dualidad en el reparto: el doctor y la siniestra enfermera que aseguran poder curarla no son otros que los antagonista de Oz, una princesa con una colección de cabezas que intercambia a su antojo, y dispuesta a añadir la de la protagonista en el futuro, y un rey despiadado hecho de piedra que ansía convertirse en humano.
El regreso a Oz tampoco va a ser una visión más acogedora. Este está más cerca de los escenarios de Dentro del laberinto que de la película de 1939. Aún salvando las distancias con los decorados y marionetas de Henson, y que pese al presupuesto que contaba la película, esta última es superior, los personajes que acompañan a Dorothy oscilan entre lo entrañable y lo siniestro, y si bien un guardia de latón a cuerda, o un espantapájaros con una calabaza por cabeza resultan curiosos, lo es todavía más que uno de sus acompañantes sea la cabeza disecada de un animal al que han animado mediante una fórmula mágica. Unos personajes y decorados que se mueven en esa línea tan fina entre lo amable y lo siniestro, o que conducen directamente a secuencias que pondrían los pelos de punta a muchos niños, como una mujer sin cabeza eligiendo una de una vitrina, los rostros de los espías del rey Nome que se deslizan en las paredes de las montañas, o unas criatura cuyas extremidades son ruedas... y desde luego, han sido una adición mucho más inquietante que los monos alados.
Esta cinta fue una de los desastres de la compañía, y para Fairuza Balk, en su primer papel, sin duda una lacra al ser la protagonista de esa película que "no se parecía al Mago de Oz". Esta, a quien se recordaría durante mucho tiempo por su papel en Jóvenes y brujas, desempeña una labor adecuada junto al resto de un reparto en el que hay caras reconocibles como Piper Laurie, pero en el que la ambientación y las criaturas diseñadas para la historia acaban siendo más recordados que sus protagonistas.
Este regreso a Oz fue una de esas ocasiones en las que se cumple lo de que el tiempo pone a todos en su sitio. Considerada un fracaso, hoy se la recuerda con el mismo cariño que a Taran y el Caldero mágico o El dragón del lago de fuego. Y empiezo a pensar que la época oscura de Disney fue la de Hannah Montana y High School Musical, y no los ochenta.
Siempre le he tenido gran simpatía a esta "secuela" de "El mago de Oz". Me parece que desaprovecha un tanto el fantástico material que maneja, pero posee un interés propio que, creo, deja atrás el clásico de Judy Garland, demasiado cursi y ñoño. Por otra parte, es una lección para la "Alicia" de Tim Burton, con la que comparte el planteamiento: la muchacha que tiempo atrás visitó un país fabuloso no puede adaptarse del todo a la vida por ese recuerdo y acaba regresando al mismo porque dejó una deuda pendiente y de ella depende su salvación. Solo que en la película esto no paran de recordárselo a Alicia, sin que acabemos teniendo muy claro por qué a ella le está reservado ese papel, mientras que en "Oz" sí hay un motivo muy claro: aun involuntariamente, es a Dorothy y a sus zapatos abandonados a los que se debe la eclosión del Rey Gnomo.
Por cierto, ¿qué habrá sido de Fairuza Balk? Esta actriz me gustaba bastante, con ese aspecto salvaje que hizo lógico que interpretara a una chica-animal en "La isla del doctor Moreau". Pero no sé nada casi desde esa película, y hace un cuarto de siglo de ella...
Con el tiempo que ha mediado desde que se estrenó la Alicia de Tim Burton, y que haya pasado ya la moda temporal del 3d, cuesta mucho menos que de la comparación entre ambas, salga mejor parada esta secuela de Oz. La relación entre la deuda de la protagonista con el país imaginario está mucho más clara, juega mucho mejor con la dualidad entre el mundo real, desolado, gris, y mucho más amenazador con ese hospital psiquiátrico como defensa de la razón, y sobre todo, consigue ese punto un tanto más macabro que le falta a Alicia. Además, reconozco mi debilidad por estas películas un poco distintas con las que Disney parecía estrellarse en los noventa y que son mucho mas recuperables que la mayoría de producciones del 2000.
A Balk la recuerdo más por su papel en Jóvenes y brujas, aunque su aparición en La isla del doctor Moreau también destaca mucho (otra película de estas que pusieron verde y es de lo más rescatable). Al parecer en los últimos años se dedica más a la música y a aparecer en papeles pequeños. La actriz dijo que estaba un poco quemada de su encasillamiento como gótica rebelde.
2 comentarios:
Siempre le he tenido gran simpatía a esta "secuela" de "El mago de Oz". Me parece que desaprovecha un tanto el fantástico material que maneja, pero posee un interés propio que, creo, deja atrás el clásico de Judy Garland, demasiado cursi y ñoño. Por otra parte, es una lección para la "Alicia" de Tim Burton, con la que comparte el planteamiento: la muchacha que tiempo atrás visitó un país fabuloso no puede adaptarse del todo a la vida por ese recuerdo y acaba regresando al mismo porque dejó una deuda pendiente y de ella depende su salvación. Solo que en la película esto no paran de recordárselo a Alicia, sin que acabemos teniendo muy claro por qué a ella le está reservado ese papel, mientras que en "Oz" sí hay un motivo muy claro: aun involuntariamente, es a Dorothy y a sus zapatos abandonados a los que se debe la eclosión del Rey Gnomo.
Por cierto, ¿qué habrá sido de Fairuza Balk? Esta actriz me gustaba bastante, con ese aspecto salvaje que hizo lógico que interpretara a una chica-animal en "La isla del doctor Moreau". Pero no sé nada casi desde esa película, y hace un cuarto de siglo de ella...
Con el tiempo que ha mediado desde que se estrenó la Alicia de Tim Burton, y que haya pasado ya la moda temporal del 3d, cuesta mucho menos que de la comparación entre ambas, salga mejor parada esta secuela de Oz. La relación entre la deuda de la protagonista con el país imaginario está mucho más clara, juega mucho mejor con la dualidad entre el mundo real, desolado, gris, y mucho más amenazador con ese hospital psiquiátrico como defensa de la razón, y sobre todo, consigue ese punto un tanto más macabro que le falta a Alicia. Además, reconozco mi debilidad por estas películas un poco distintas con las que Disney parecía estrellarse en los noventa y que son mucho mas recuperables que la mayoría de producciones del 2000.
A Balk la recuerdo más por su papel en Jóvenes y brujas, aunque su aparición en La isla del doctor Moreau también destaca mucho (otra película de estas que pusieron verde y es de lo más rescatable). Al parecer en los últimos años se dedica más a la música y a aparecer en papeles pequeños. La actriz dijo que estaba un poco quemada de su encasillamiento como gótica rebelde.
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