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jueves, 31 de agosto de 2023

Dragón de guante blanco. Sergio S. Morán. El descanso de la detective.

 


Hace ya varios años, una investigadora privada comenzaba su carrera por las calles de Barcelona. Verónica Guerra, más conocida  en el mundo de los seres sobrenaturales como Parabellum, se encargaba de resolver todos aquellos casos en los que la policía, ni el sentido común, tenían mucho que hacer: desde ojáncanos deambulando por las carreteras de la España Vaciada, promotores inmobiliarios que utilizaban zombies  como mano de obra barata, pasando  por una red de tráfico de ambrosia , el primer caso con el que el lector conoció a la detective, esta ha pasado no solo por un cambio editorial tan drástico como  la salida de una división de Penguin a la edición (con éxito en todos los casos) por Verkami, además de un  punto de inflexión que ponía fin, en el último de sus libros, a su carrera como detective.


En Dragón de guante blanco, Parabellum ya no  es detective. Ni siquiera  es ya Parabellum, sino Verónica Guerra a secas, camarera del Rainbow´s arse, el garito  preferido por todas las criaturas fantásticas de Barcelona. Tras haber superado su dicción a la ambrosía, poner en peligro a sus  amigos, y  estar a punto de convertirse en una asesina, ha decidido retirarse y llevar una vida más tranquila sirviendo copas a una clientela compuesta por xanas, hombres lobo, algún que otro  vampiro, y aguantar a su jefe, un clurichaun que trasiega más cerveza de la que despacha. Salvo por la ocasional incursión ayudando a alguno de sus parroquianos, o recuperando objetos mágicos de las manos equivocadas, Verónica está satisfecha con una vida lejos del peligro. Aunque  muchos recuerdan a la detective y todavía acuden a ella: Alex, el  hijo  de la Gorgona al que ayudó hace ya varios años, intenta  ahora hacerse un  hueco como detective investigando a un grupo de ladrones conocido como los Dragones. El líder de l  orden de San Jorge  solicita su ayuda para recuperar el huevo de dragón, custodiado por ellos, y que ha sido robado. Y, por si fuera poco, la propia Verónica sufre un robo: su pistola, quien la acompañó durante su carrera de detective, ha desaparecido de la caja de seguridad de su casa y antiguo despacho. Y las pistas, como su naturaleza de investigador a la que intenta acallar le indican,  apuntan a que el medio utilizado es el mismo  que el de la banda de ladrones que ha sido vista en la ciudad hace poco.

Algunos extras del verkami 

La cuarta entrega de la saga, siete años después del primer caso con El dios asesinado en el servicio de caballeros, presenta a un personaje principal que ha evolucionado: más cerrado, y que intenta dar un giro a su vida. Pero también retoma el punto de inflexión que supuso el anterior libro, en el que  rompía los lazos que mantenía  Parabellum con su rutina y la ponía  al límite de sus capacidades y creencias. Esto también supone que  la historia sea un poco más in dependiente del resto, casi  un comienzo nuevo, pudiendo empezar la serie  desde la novela de Verónica la detective retirada y no Parabellum la detective: el libro da bastante información sobre los secundarios recurrentes y los que  no van a aparecer, se mencionan de pasada.


La trama viene a retomar las dudas que  planteaba la protagonista en su último caso, con un lapso de tiempo de dos años (curiosamente, el mismo que transcurre  en la escritura y salida de ambos libros) y en el que recurre, en gran parte de este, a la reticencia al la hora de retomar su anterior profesión o incluso su vida. Durante muchos capítulos esta se niega a volver a ser detective, a abrirse a  los demás o enfrentarse a si misma, aunque se acaba  viendo arrastrada, en más de una ocasión, voluntariamente, hacia todo lo que está pasando.

Salvo por este punto de inflexión, la estructura es similar a las aventuras anteriores: varios casos que tienen lugar de forma simultánea y que acaban relacionados entre sí, mientras que  cada pieza va encontrando su lugar en el desenlace. Una estructura  que también es habitual en el género de los detectives   sobrenaturales y la fantasía urbana , como lo son también los recursos que ha utilizado en esta entrega:   hacer que un protagonista toque fondo al final de una de sus aventuras para ofrecer la posibilidad de que todo mejore en la siguiente. Algo que aquí también sucede: verónica no solo consigue un equilibrio entre su vida y su profesión sino que encuentra un lugar, tanto físico como emocional, estable, algo que puede llamar hogar…e incluso  una mascota y una vivienda propia, algo que teniendo en cuenta que la historia transcurre en Barcelona, si que es más fantástico que todo lo de los dragones y las sirenas.




Es difícil  en este género esperar algo novedoso o exigir que un personaje se salga de una serie de tramas  que se han leído previamente, pero la Parabellum de Moran ha conseguido su público, y lo mantiene gracias a un personaje muy  pragmático que, salvo un arsenal conseguido por sí misma, no  esconde ningún pasado misterioso ni ningún poder oculto. Verónica, como explica  varias veces, es autónoma, tiene que pagar un alquiler y Hacienda le da más miedo que un vampiro. Tampoco tiene un trasfondo extraordinario, sino que a su familia, bastante normal, se la va conociendo en persona o por referencias, en cada libro. N en este, el turno  ha sido de su padre, quien se supone que ha sido su mentor a la hora de convertirse en detective y que, tras  su encuentro, es fácil imaginar  por qué la protagonista no ha hablado de él hasta ahora. Pero también  tiene un sentido del humor que continúa presente, y sin que  la narración se convierta  abiertamente en una comedia, hace que esta no resultar excesivamente dramática. Los antagonistas pueden ser ambiciosos o sociópatas despiadados, pero no están libres de  tener  los mismos errores absurdos que cualquier otra persona o cometer los mismos que estas.

Si Se vende alma suponía  un cierre de las anteriores aventuras de Parabellum, Dragón de guante blanco es un nuevo comienzo para esta.  Morán describía esta historia como “el abrazado  que necesitaba el personaje”, y es una buena analogía  para una cuarta parte donde Parabellum  sigue recibiendo tantos golpes como en las entregas anteriores, pero esta vez puede esquivarlos.

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