En una de las antologías de la colección Fantasy de Martinez Roca, la contraportada resumía su contenido como “para todos aquellos que consideren que la fantasía es algo más que la lucha entre el enano, la bruja y el dragón”. Es verdad que esta es solo una pequeña parte de un género que ofrece todo tipo de positiblidades. De las cuales (aunque a veces también se de en la ciencia ficción) una es plantear lo que hubiera pasado con un cambio en la historia tal y como la conocemos. Aunque también este haya sido explotado hasta la saciedad con teorizar con cómo sería todo si el bando nazi hubiera ganado la guerra, , lo cierto es que la historia tiene momentos tan decisivos como para oder elaborar una alternativa, o bien, narrar algo que pudo haber pasado y se desconoce.
John M. Ford. Cuando el dragón despierte. Supongamos por un momento que Juliano el Apóstata acabó con el cristianismo como religión oficial. Que el politeísmo continuó, que Constantinopla no cayó en 1453 y en 1478 el Impero Bizantino domina la mitad de Europa. Y que como todos los imperios, tienen enemigos. Algunos grandes, otros pequeños y tan temerarios como para que un grupo formado por un hechicero galés, una medico florentina y un vampiro intenten detener su avance.
Dentro de su planteamiento de historia alternativa, esta puede considerarse como fantasía en el sentido estricto: la magia existe, al igual que los vampiros, que son una realidad en una Europa hipotética que se describe con precisión y escenarios detallados de los movimientos del imperio, y lo que seguramente resulte más llamativo, encontrar situaciones como la de tener a Thoth como patrón del gremio de dentistas. Lo que hoy se llamaría worldbuilding y que a menudo, si está sobredimensionado, entra en conflicto con la narración. Algo que acaba pasando aquí, donde la impresión es que esta ucronía puede resultar tan precisa como una novela histórica pero hace que las tramas de los personajes resulten un tanto inconexas, y el cambio de punto de vista entre cada uno, un tanto forzado: estos desaparecen tras su presentación para aparecer un tiempo, meses o años después, haciendo un uso excesivo de la elipsis. Y donde estos, aunque quizá fuera la intención del autor, dan la impresión de ser meros pasajeros en un escenario mayor, que es el verdadero protagonista y, aunque la magia tenga un papel clave, algunos elementos fantásticos resulten un poco arbitrarios: parece imposible que aparezca Inglaterra sin una referencia velada a la figura de Arturo, y la existencia de los vampiros en este mundo parece deberse más a que fueran toda una corriente en la década y no a tratarse de algo que forme una parte necesaria del mundo descrito por Ford.
Tim Powers. Las puertas de Anubis. Una de las primeras novelas, y seguramente una de las más conocidas, comienza con un viaje en el tiempo para asistir a una conferencia de Samuel Coleridge. Al menos, es lo que se le ha prometido a Brendan Doyle, el académico protagonista de la historia, y tras cuyo viaje, cuya explicación queda escondida entre la teoría fantástica o una referencia velada a que eso no es lo más importante de la trama, se ve interrumpido por un secuestro, una carrera accidentada por los bajos fondos de Londres, sus intentos por encontrar al elusivo poeta William Ashbless, gremios de magos y perseguidores de magos, homúnculos, experimentos fallidos villanos grotescos…todo ello, como parte de la conspiración que un grupo de hechiceros pretende llevar a cabo con el objetivo de recuperar la grandeza del Antiguo Egipto frente al auge del imperio británico.
Si solo el resumen produce vértigo ante la cantidad de conceptos, personajes y tramas que Powers es capaz de mezclar, resulta increíble que esto pueda llevarlo a cabo en un libro que no llegaba a las 400 páginas, y donde realiza una particular mezcla de ciencia ficción no demasiado estricta con sus premisas, fantasía e historia oculta, que en más de una ocasión se ha tomado como un referente de la cultura steampunk (aunque poco vapor hay) y que, a veces, de tan trepidante, resulta acelerado.
Es imposible no reconocer su capacidad como narrador, así como sus dotes fabuladoras y que una serie de personajes y escenarios tan dispares puedan confluir en una misma narración. Algo que funciona porque Powers es de esos escritores capaces de manejar el concepto de sentido de la maravilla y hacer que el lector se vea arrastrado por una acción muy rápida, que llega a vapulearlo de forma similar a la de sus protagonistas. Porque Doyle, al igual que muchos surgidos de su imaginación, es secuestrado, golpeado, capturado, pateado y su actitud oscila un poco entre la de víctima de las circunstancias y héroe a su pesar, especialmente hacia la última parte de la trama.
Aunque cuente con muy buen ritmo, y que, cuando se es capaz de narrar una historia con unos elementos tan improbables que rozan el pulp, resulta en su mayor parte, un poco excesiva: Esencia oscura era su primera novela, Cena en el palacio de la discordia se considera hoy una obra menor, metida de lleno en la ciencia ficción, pero en Las puertas de Anubis parece estar experimentando con todo lo que se puede permitir incluir en una sola historia, de forma que la cantidad de personajes altamente extraños, con trasfondos improbables y actitudes todavía más vistosas, acaba resultando agotador, y a veces innecesario (como incluir de nuevo un viaje en el tiempo brevísimo para que los protagonistas consigan una pieza de la trama), que hace que pese a todo, esta lleve en algún momento al aburrimiento por exceso de fantasía. Algo que en conjunto, se queda más bien como una parte de un viaje que, pese a lo accidentado, se recuerda con afecto. Aunque siga pareciéndome muy relativo el objetivo de los antagonistas ¿Recuperar la grandeza de Egipto? ¿De una civilización que sabía tratar a los gatos como se merecen? No veo nada malo…
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