El fantasma ha aparecido en la literatura como parte de lo sobrenatural, como alguien que tiene una cuenta pendiente en el mundo de los vivos, como un vestigio histórico, o como un hecho, carente de memoria, condenado a repetirse una y otra vez en un lugar determinado. Un ser, por llamarlo de algún modo, que ha tenido presencia en la literatura desde hace siglos, especialmente en el relato. El cuento de fantasmas es todo un género en sí, lo bastante amplio como para que sea posible que de lugar a no una, sino multiples antologías, y en las que sería muy ambicioso pretender que contienen los mejores textos.
En este caso, Valdemar optó por acotar a Los mejores relatos aparecidos en su editorial, dentro de un fondo que destaca por lo amplio, y que una vez más, permite en la mayoría de los casos evitar repeticiones y limitarse al cuento de fantasmas anglosajón.La colección, compuesta por unos veinte relatos, en orden cronológico en su mayoría, presenta un viaje por el cuento fantasmal relativamente reciente, iniciándose con Daniel Defoe y llegando hacia la mitad del siglo con Robert Bloch los espectros que deambulan en los espejos de una casa.El resto supone una selección variada, en la que tienen presencia autores anglosajones y continentales, entre ellos, cuentos que seguramente el lector sepa de memoria, pero sin los que sería imposible considerarlos como una selección de los mejores: La ventana abierta de Margaret Oliphant, con un alma en pena capaz de afectar a la salud de los vivos, las extraña aparición de La muerte de Halpyn Frasier, o Corazones perdidos de M. R. James, que además de ser el maestro del relato fantasmal demuestra, con una historia sobre venganzas sobrenaturales y magia, que es posible dotar a un esquema muy concreto de todo tipo de vueltas y matices.Habrá nombres que resulten familiares, pero con aportaciones quizá menos conocidas: las historias de fantasmas de Chapelizod de Le Fanu suponen una visión costumbrista de lo espectral, en forma de pinceladas muy breves sobre los rumores de un pequeño pueblo. Bram Stoker narra una historia de venganza y codicia, y Conan Doyle busca entre las tradiciones orientales para hablar de un fantasma al que su descanso le ha sido negado de forma involuntaria. Y también la visión, extraña y un tanto ilógica, de los hechos narrados por Maupassant, la leyenda, con un título más memorable que su contenido, de La monja sangrienta de Charles Nodier, o la ambigüedad de lo sucedido en La losa de Claude Vignon. Incluso Lovecraft se atrevió a cultivar el relato fantasmal en La cripta, con un desenlace que no desmerecería a las páginas de un comic de la EC.Quizá la mayor diferencia respecto de antologías posteriores es su trabajo de mera recopilación: se trata de relatos disponibles en su fondo editorial, publicados según la época de su autor y sin mayor contextualización que los conocimientos del lector. Algo que choca en comparación a las antologías actuales, mucho más matizadas, y donde cuentan con un prólogo y una referencia previa a la biografía y característica de cada escritor incluido, pero que se trata de una mera cuestión de edición y que no desmerece el contenido.Quien anda ahí no es una antología original, ni tampoco lo pretende: es una selección de buenos relatos, con un adecuado equilibrio entre lo más conocido y lo inesperado (¿alguien contaba con un cuento de fantasmas boxeadores de Robert E. Howard?) y en la que, aunque pueda faltar exhaustividad a la hora de ofrecer información y contexto, a lo que nos acostumbraríamos posteriormente, los relatos, al igual que las sombras, ecos, y aparecidos que se mueven entre sus páginas, hablan por si solos.
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